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Antes, el público iba a escuchar a los artistas

Sabado, 19 de enero de 2013 20:45

Una casa de barrio, una guitarra descansando sobre la pared y los ornamentos andinos le dan identidad al hogar de Melania Pérez.

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Una casa de barrio, una guitarra descansando sobre la pared y los ornamentos andinos le dan identidad al hogar de Melania Pérez.

En una mañana recibió a El Tribuno haciendo un alto en la preparación de la comida. Simple, profunda y con muchos escenarios habló de todo lo que se puede hablar durante más de una hora que duró la visita.

Era una niña cuando se inició en el canto...

En el 66 yo me inicié en las Voces Blancas. Tenía 17 años. ­Porque alguna vez tuve 17! Yo ya andaba en los festivales locales, pero al terminar mi secundario me fui... me llevaron, mejor dicho. Yo era menor de edad y me llevaron a Buenos Aires. Ahí comenzó la preparación para convertirme en profesional. Hasta ese momento yo cantaba solo en los actos, fechas y fiestas importantes.

¿Cómo eran esos tiempos?

Yo me consagro en Cosquín. Lo nuestro fue novedoso. Voces mixtas con tratamiento con una armonía diferente. Cinco voces jóvenes en una época importante. En ese tiempo ya actuaba Buenos Aires 8 que había salido en esos tiempos haciendo música vocal de tango y que luego pasó a lo folclórico.

¿Quién la descubre?

A mí me lleva Mariana Ortiz. Ella era salteña y es la que me lleva a Buenos Aires

¿Y cómo fue su llegada a la gran ciudad?

Fue un deslumbramiento. Me sorprendió la gran ciudad porque yo nunca había salido de Salta. La primera música que descubrí fue con Piazzolla y con sus melodías veía a Buenos Aires. El era muy cuestionado por esos tiempos. En ese momento, y aunque parezca increíble, yo no conocía la obra del Cuchi Leguizamón, no conocía las vertientes poéticas y musicales que se habían dado en Salta.

Yo descubrí todo eso después. Sin embargo ya en Las Voces Blancas hacíamos la música de esos autores.

Era un momento revolucionario...

Había una nuevo movimiento revolucionario de la música. En el folclore, en los festivales, se escuchaba a Buenos Aires 8, Grupo Vocal Argentino, Opus 4, Supay. Estábamos embuidos en esa corriente maravillosa que había despertado como un gran movimiento. No había artistas que en particular llevaran tanto público como los hay ahora. En ese momento la atracción eran los grupos vocales, y nosotros estábamos allí.

¿Y cómo era el público en esos tiempos?

El público escuchaba. Que es algo muy importante y que no se da ahora. Escuchaba las letras, la música y entonces uno se sentía muy bien, cómodo tranquilo. La gente disfrutaba de una manera diferente porque hoy todos disfrutan exaltando sus estados de ánimo. Yo no sé cómo definirlo ni tampoco puedo ser tan soberbia de decir que involucionó el público en cuanto a lo auditivo. Yo soy tan solo una intérprete, pero quiero decir que algo ha sucedido. Hay algún diablillo que metió su cola allí.

¿En el rock también pasó eso?

También pasó eso. Sui Géneris, Spinetta y La Máquina de Hacer Pájaros y todos los chicos del rock conformaban una propuesta muy rica para la época. Charly apareció con sus grupos y sus propuestas que no fueron solo para esos momentos, sino que trascendieron posteriormente también.

¿Tuvo contacto con los “chicos del rock”?

Solo de verlos y cruzarme en los escenarios. No de charlar. Eran personas interesantísimas y estaban más allá de esa época, muchos años más adelantados.

¿Era consciente de ese momento revolucionario?

Yo no era muy consciente. Fue un regalo del cielo. Todavía no entendía nada, más aún cuando llegaba de una provincia que parecía tan lejana. Sin saberlo estaba yo dentro de ese movimiento. Después de Las Voces Blancas me di cuenta del lugar que estaba protagonizando. Cuando vuelvo a Salta me despierta el interés por todo eso e inconscientemente comencé a añorar lo vivido.

Mercedes Sosa la nombró como una de las mejores voces del país.

Hemos tenido una amistad grande con Mercedes. Hemos salido de gira juntas cuando éramos jóvenes. Las dos éramos provincianas y ninguna se despegaba de su terruño, de su lugar, de su idiosincracia. Ella ya venía con su lucha más profunda, con su hijo a cuestas y con todas las dificultades de esas épocas. Fue complicado imponer su cancionero que desde el inicio fue muy comprometido con causas sociales. Y en esos tiempos las dos charlábamos mucho, pero de cosas de provincianía. Después se fue por sus razones. Triunfó por suerte en Europa y a raíz de ese triunfo se la reconoció acá.

Muy de joven luchó. Mucho antes de consagrarse en Córdoba hacía giras a puro pulmón con Armando Tejada Gómez y Oscar Matus en restaurantes, cafés concert y ya por entonces llevaba a todos lados su causa. Que me haya nombrado ella me llena de orgullo. Que solo haya pronunciado mi nombre es muy importante.

¿Era verdad que tenía su alma de madre?

Sí. Pero sobre todo tenía el espíritu combativo. Y no sólo en favor de aquellos que tenía a su alrededor sino de la vida. Para ella sus hermanos eran la misma gente.

¿Cómo vivió el tiempo del Proceso militar?

Yo estaba en Salta ya. En el "76 lo tuve a mi hijo Lautaro. Fue difícil porque si bien yo no tenía en claro qué era lo que sucedía, lo problemático era hacer frente a una situación económica decadente teniendo ya un hogar y una familia.

En esos tiempos anduvimos por todo el país, porque lo bueno de esta profesión es que uno hace amigos en todos lados. Y ellos eran quienes nos llamaban para alguna actividad.

Yo no había asumido el drama que estaba viviendo el país, pero gracias a los amigos que armaban recitales podíamos sobrevivir.

¿Cómo afrontó la muerte de Perecito? (Miguel Angel Pérez).

Ese gran amigo, querido (llora). Qué gran persona que fue Miguel! Un hombre grande, en todo sentido; como poeta, como artista y como amigo.

Con la ida de Perecito es como si quedáramos huérfanos en Salta, sin nadie que proteja la vertiente de nuestra cultura.

Dejó un rico legado...

Siempre te daba un consejo y era permanente su preocupación por el destino de la música y la poesía. El nos deja esa grandeza. Se daba tiempo para estar con sus amigos, con quienes compartía sus ideas y pensamientos. Yo lamento profundamente su partida. Es un dolor y me cuesta mucho sobreponerme. Sin embargo, sé que Miguel va a quedar en el cariño de su familia y de Salta como un alto emisario de poesía. Comprometido siempre con esto que se llama identidad, que muy pocos comprenden y que está como tirada a un costado.

Dejó un legado humano por el que siempre lo vamos a tener en el corazón. Siempre vamos a recurrir a su obra.

¿Piensa que era uno de los últimos grandes poetas?

Sí, y eso es tremendo.

¿No hay recambio?

Quiero pensar que debe haber.

Alguien debe estar tratando de plasmar lo suyo con capacidad. Hay poetas jóvenes muy buenos en Salta. No puedo desestimar eso. Hay una vertiente poética importante que siempre será la base de poesía de alto vuelo. Yo quiero pensar que se va abrir una luz en algún momento. Pero es importante visualizar la raíz, la idiosincrasia, la índole para que siga viva la poesía salteña. No quiero pensar que esto se ha terminado. No lo quiero por el bien de la música, de la poesía, del arte de nuestra provincia.

Ya se fueron casi todos los grandes. Y con la ida de Perecito es como si estuviéramos, en este momento, huérfanos en Salta, sin nadie que proteja la vertiente de nuestra cultura.

Conmovió a todo el país...

Provocó una reacción en muchas provincias. Vi con satisfacción el reconocimiento en todos los medios del país. A días de su muerte vi las enormes notas en todos los diarios más importantes.

Y con el Cuchi Leguizamón había algo especial...

El Cuchi había formado el cuarteto vocal “Vale Cuatro” paralelamente al Dúo Salteño. Fue hermosa la experiencia porque auditivamente me dejó mucho. El Cuchi me enseñó muchísimo. Hacía casi todo acapella y me sentía muy cómoda haciendo cosas con él.

¿Es difícil ser folclorista siendo madre?

Para mí siempre fue difícil. Principalmente por el cancionero y el tratamiento que yo le quería dar. Hoy en día es mucho más difícil. Ese camino está suplantado (por parte de los artistas de ahora) por otras cuestiones que urgen. La inmediatez, el marketing, los tiempos son la principal preocupación. Pero yo, que soy muy testaruda, sigo con lo mío, porque además tengo el lugar ganado, sobre todo en Buenos Aires.

Siempre hay gente en la Capital Federal que me invita y me da trabajo. Me dicen que soy una referente, pero sin embargo considero que tengo aún tengo mucho por aprender.

¿La falta de recambio en la poesía también se refleja en el canto?

Encuentro siempre en el interior, en cada lugar que voy, a un artista con valores tremendo. Esta música no está muerta sino que está en cada rincón del país.

Tienen su pertenencia. su identidad. Se habla con las maneras de cada lugar y apuntan a un aspecto más urbano. Hay artistas como Bruno Arias que cantan valores y talento. Fusiona el rock con lo folclórico y para nada uno lo ve descolgado. Eso es tener talento, ser ubicado y buen sentido común.

Lucho Hoyos es otro hombre con un gran conocimiento musical y mucho talento.

¿Y de los salteños?

Hay muy buenos grupos, con muy buenas voces. Pero no encuentro un color, no encuentro un paisaje y no estoy hablando de que imiten a los antiguos. No encuentro una identidad en ellos. Salen como queriendo dejar de la lado el canto genuino. Es como que se desesperan por cantar algo que no tenga que ver con lo nuestro. Y lo genuino nunca se puede morir. Ya no se puede decir: esos chicos son salteños.

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