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Vendedores de cadáveres: una tétrica historia

Domingo, 13 de octubre de 2013 03:36

Cuando esa fría mañana de octubre de 1828 la policía británica entró a la sala de anatomía de la prestigiosa Universidad de Edimburgo, un grupo atildado de estudiantes rodeaba la mesa de “corte” como le llamaban en esa época a la plataforma de disección de cadáveres. La clase era dirigida por el profesor Robert Knox, reconocido médico y docente.

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Cuando esa fría mañana de octubre de 1828 la policía británica entró a la sala de anatomía de la prestigiosa Universidad de Edimburgo, un grupo atildado de estudiantes rodeaba la mesa de “corte” como le llamaban en esa época a la plataforma de disección de cadáveres. La clase era dirigida por el profesor Robert Knox, reconocido médico y docente.

El flacuchento cuerpo que estaba siendo estudiado minuciosamente, era el del Marjorie Docherty, una mendiga conocida en la zona. Junto a los investigadores iba un matrimonio de apellido Gray, quienes reconocieron de inmediato a la muerta.

Ese fue el fin de un fantástico negocio que habían montado William Burke y William Hare, con sus respectivas esposas. Lo que se denominaría hoy, un microemprendimiento familiar: proveer cadáveres a la clase de Anatomía.

Escasos de mercadería

Con el reconocimiento del cadáver, de inmediato fueron detenidos Burke y Hare, y comenzó a conocerse una oscura historia.

La señora Docherty, no fue la primera en ser vendida por ambos a la Facultad de Medicina, pero sí la última.

Por aquellos tiempos, los cadáveres con los que estudiaban los aspirantes a médicos provenían de los criminales ejecutados. Sin embargo con el tiempo, las leyes se fueron modernizando y se revocó el “Bloody Code” o código sangriento, que consistía en aplicar la pena capital tanto por crímenes aberrantes como por delitos menores.

Debido a este cambio, los ejecutados no superaban la media docena al año, en circunstancias que la ciencia médica avanzaba a pasos agigantados y la necesidad de contar con cadáveres para su estudio, se transformaba en un verdadero escollo.

Fue justo esa veta la que encontraron de manera casual los dos William.

El truculento emprendimiento

William Burke y William Hare, eran dos irlandeses oriundos del Ulster (Irlanda del Norte) que emigraron a Escocia y emprendieron de manera fortuita, el negocio de asesinar personas para proveer de cadáveres a la Universidad de Edimburgo.

Hare se casó con una viuda, Margaret Logue, que había heredado un inquilinato.

Burke, por otro lado, desempeñó diversos oficios, tejedor, panadero y zapatero y se vinculó sentimentalmente con Hellen McDougall. En esa misma época llegó con su mujer al inquilinato de Hare.

No está claro si los hombres se conocían con anterioridad, pero sí existe la certeza de que fue allí que los dos matrimonios se unieron para delinquir del modo más aberrante.

El primer cadáver que vendieron fue el de un inquilino de los Hare que falleció por causas naturales dejando una deuda de cuatro libras de alquiler. Urgidos por una situación económica desesperante y sabiendo de la escasez de cuerpos decidieron ofrecerle el cadáver al profesor Knox quien se los recibió y les pagó 7 libras. Allí tomaron la decisión de emprender el negocio de la venta de cuerpos.

La segunda víctima fue otro inquilino, también un hombre solitario, cuyos despojos no iban a ser reclamados por nadie. Solo que éste no se murió naturalmente, sino que lo emborracharon y posteriormente lo asfixiaron. Luego lo cargaron en un carro improvisado de madera y se lo llevaron al doctor Knox, quien, en esta ocasión les abonó 8 libras.

Inmediatamente, iniciaron una acción más compleja: mediante engaños llevaron personas al inquilinato, fundamentalmente mendigos, prostitutas, entre ellas una vieja trabajadora de la calle llamada Mary Haldane, cuya hija tuvo la mala idea de ir preguntarles a los Hare qué había ocurrido con su madre, quien también había sido llevada a la plataforma de disección de la clase de Anatomía. La mujer, corrió la misma suerte.

Fueron 16 las víctimas en solo 11 meses (noviembre de 1827-octubre de 1828).

Los inquilinos Gray fueron los que descubrieron muerta a la señora Docherty en el interior del hospedaje. William Burke intentó sobornarlos para que no los denunciara pero la pareja huyó y dio aviso a la policía. Cuando los sabuesos llegaron, el cadáver ya estaba siendo prolijamente cortado por el profesor Knox, ante la atenta mirada de sus discípulos.

 

Muchos culpables pero  un solo condenado

La clase de anatomía fue interrumpida por los investigadores y de inmediato quedaron todos detenidos incluído el médico docente, quien, increíblemente,resultó absuelto a pesar de haberse probado que estaba en total y absoluto conocimiento de los hechos.

La suerte de los asesinos

No obstante Knox fue despreciado y estuvo a punto de ser linchado por una muchedumbre furiosa. Por ese motivo debió huir de la ciudad y se instaló en Londres. De pronto, un renombrado abogado, Sir William Rae, apareció en escena e hizo un trato con los Hare: datos a cambio de inmunidad. Así, Burke terminó colgado públicamente el 28 de enero de 1829, su cuerpo fue diseccionado y descarnado por otro profesor de anatomía de la Universidad de Edimburgo ante un público numeroso. Su esqueleto aún se conserva en el Museo de Anatomía de la Universidad Real de Cirujanos. William Hare fue liberado en febrero del mismo año, pero desapareció de la faz de la tierra. La complicidad de las mujeres no pudo ser probada pero ambas tuvieron que huir de Escocia para evitar el linchamiento de los enardecidos vecinos. Nada más se supo de ellas ni de sus descendientes.

 

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