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Boudou, entre el perfil bajo y una intensa agenda protocolar

Miércoles, 09 de octubre de 2013 02:08

Pese a que el deseo del riñón presidencial sea mantener a Amado Boudou con el perfil más bajo posible, la intensa coyuntura política por la que transita la Argentina probablemente no se lo permita. Es que, si bien se desconoce la duración real de la licencia de Cristina Fernández, el vicepresidente a cargo de la presidencia estará en funciones para el último tramo de la campaña, para sobrellevar las derivaciones del impredecible conflicto con Uruguay, y para planificar estrategias ante un eventual default argentino en la disputa con los fondos buitre.
Según lo planificado por la mesa chica del oficialismo, que extrañamente el número dos no integra, Boudou se ocupará de los actos protocolares pero no tomará ninguna decisión de fondo para la Argentina. No habrá movimientos en el Gabinete, tal como se venía especulando, tampoco se esperan grandes anuncios en materia de gestión -lo que puede complicar un poco a los candidatos kirchneristas de cara al 27 de octubre- y se descuenta que el vice estará muy alejado de la campaña por pedido de los propios postulantes oficialistas.
Cualquier medida fuera de lo previsto que imponga la actualidad estará en manos del secretario Legal y Técnico, Carlos Zanini; del ministro de Planificación, Julio De Vido, y del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina. Boudou, quien es resistido en el PJ y en buena parte de los ministerios, solo tendrá que comunicarla y ponerla operativamente en marcha.
El hiperpresidencialismo que vienen ejerciendo los Kirchner desde 2003, y que se profundizó con la asunción de Cristina en 2007, tiene su lado positivo y su flanco débil, como todo en la vida. Es tan firme la autoridad de la jefa de Estado que nadie pone en duda que sea ella la que conduce los rieles del país, pero eso lleva consigo también una debilidad: esa concentración de poder aumenta la incertidumbre ante situaciones críticas como las que vive la Presidenta por estas horas.
Ningún colaborador suyo tiene peso específico por sí solo, lo que le resta al Gobierno un importante margen de acción ante eventualidades como una enfermedad con recuperación prolongada.
El vice tiene todo el poder desde lo legal, incluso mucho más que cualquier otro funcionario que no fue votado por la gente, pero no así desde lo político, donde las denuncias en su contra y su nula pertenencia partidaria actúan como un techo muy difícil de romper para él. De hecho, es tan poca la información que se le baja al exministro de Economía que anteayer dijo que la mandataria se encontraba “descansando” en el mismo instante que estaba internada en la Fundación Favaloro. ¿O desconocía lo que estaba pasando o mintió a cargo de la presidencia? El hermetismo que reina sobre la salud de Cristina es tan cerrado que incluye hasta a muchos altos funcionarios, lo que permitiría abonar a la primera hipótesis.
Si hay algo que Boudou puede aportarle al Gobierno ante la ausencia de la jefa de Estado es previsibilidad sobre sus movimientos: el vice ya estuvo a cargo de la Presidencia por un tiempo prolongado cuando operaron a Cristina de la tiroides y su lealtad y alineamiento fueron inquebrantables. Esta vez, cuando transcurren tiempos electorales, con seguridad ocurrirá lo mismo.
El vicepresidente sabe que es lo que es gracias a la venia de Cristina, nada más. Tomar una decisión inconsulta o contraria a lo que proponen sus más cercanos allegados -entre los que está su hijo Máximo Kirchner- solo le daría a Boudou aún más desconfianza interna de la que ya goza. Sin ir más lejos, todas las especulaciones que se elucubraron sobre si Boudou asumiría la jefatura de Estado o no -situación que duró más de 48 horas- no hicieron más que restarle poder ante la siempre exigente opinión pública.
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Pese a que el deseo del riñón presidencial sea mantener a Amado Boudou con el perfil más bajo posible, la intensa coyuntura política por la que transita la Argentina probablemente no se lo permita. Es que, si bien se desconoce la duración real de la licencia de Cristina Fernández, el vicepresidente a cargo de la presidencia estará en funciones para el último tramo de la campaña, para sobrellevar las derivaciones del impredecible conflicto con Uruguay, y para planificar estrategias ante un eventual default argentino en la disputa con los fondos buitre.
Según lo planificado por la mesa chica del oficialismo, que extrañamente el número dos no integra, Boudou se ocupará de los actos protocolares pero no tomará ninguna decisión de fondo para la Argentina. No habrá movimientos en el Gabinete, tal como se venía especulando, tampoco se esperan grandes anuncios en materia de gestión -lo que puede complicar un poco a los candidatos kirchneristas de cara al 27 de octubre- y se descuenta que el vice estará muy alejado de la campaña por pedido de los propios postulantes oficialistas.
Cualquier medida fuera de lo previsto que imponga la actualidad estará en manos del secretario Legal y Técnico, Carlos Zanini; del ministro de Planificación, Julio De Vido, y del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina. Boudou, quien es resistido en el PJ y en buena parte de los ministerios, solo tendrá que comunicarla y ponerla operativamente en marcha.
El hiperpresidencialismo que vienen ejerciendo los Kirchner desde 2003, y que se profundizó con la asunción de Cristina en 2007, tiene su lado positivo y su flanco débil, como todo en la vida. Es tan firme la autoridad de la jefa de Estado que nadie pone en duda que sea ella la que conduce los rieles del país, pero eso lleva consigo también una debilidad: esa concentración de poder aumenta la incertidumbre ante situaciones críticas como las que vive la Presidenta por estas horas.
Ningún colaborador suyo tiene peso específico por sí solo, lo que le resta al Gobierno un importante margen de acción ante eventualidades como una enfermedad con recuperación prolongada.
El vice tiene todo el poder desde lo legal, incluso mucho más que cualquier otro funcionario que no fue votado por la gente, pero no así desde lo político, donde las denuncias en su contra y su nula pertenencia partidaria actúan como un techo muy difícil de romper para él. De hecho, es tan poca la información que se le baja al exministro de Economía que anteayer dijo que la mandataria se encontraba “descansando” en el mismo instante que estaba internada en la Fundación Favaloro. ¿O desconocía lo que estaba pasando o mintió a cargo de la presidencia? El hermetismo que reina sobre la salud de Cristina es tan cerrado que incluye hasta a muchos altos funcionarios, lo que permitiría abonar a la primera hipótesis.
Si hay algo que Boudou puede aportarle al Gobierno ante la ausencia de la jefa de Estado es previsibilidad sobre sus movimientos: el vice ya estuvo a cargo de la Presidencia por un tiempo prolongado cuando operaron a Cristina de la tiroides y su lealtad y alineamiento fueron inquebrantables. Esta vez, cuando transcurren tiempos electorales, con seguridad ocurrirá lo mismo.
El vicepresidente sabe que es lo que es gracias a la venia de Cristina, nada más. Tomar una decisión inconsulta o contraria a lo que proponen sus más cercanos allegados -entre los que está su hijo Máximo Kirchner- solo le daría a Boudou aún más desconfianza interna de la que ya goza. Sin ir más lejos, todas las especulaciones que se elucubraron sobre si Boudou asumiría la jefatura de Estado o no -situación que duró más de 48 horas- no hicieron más que restarle poder ante la siempre exigente opinión pública.
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