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Aprender a ser parte de la familia

Sabado, 30 de noviembre de 2013 01:58

Nos acercamos a fin de año y sentimos que nuestras energías se debilitan. Cuesta cumplir con la rutina familiar que otrora se desarrollaba a un ritmo normal y sin mayores inconvenientes.

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Nos acercamos a fin de año y sentimos que nuestras energías se debilitan. Cuesta cumplir con la rutina familiar que otrora se desarrollaba a un ritmo normal y sin mayores inconvenientes.

La paciencia de las madres se va perdiendo tras los ajetreados compromisos y la ansiedad por querer cumplir con todo.

Entonces, se hace el replanteo y la evaluación sobre el reparto de tareas. Se concluye que algo anda mal, porque unos miembros se sienten más sobrecargados que otros.

En general, cuando se analiza el modo de participación de una familia, existe el prejuicio de creer que si ella es un sistema abierto de participación, la autoridad paterna se debilita.

Un destino común

Partamos de la idea de que cada persona tiene el deber de aportar al bien común y el derecho de recibir, por su dignidad, todo lo que necesita para su propio proceso de mejora. Participar en la familia implica, en primer lugar, compartir un destino común, es decir, lograr un conjunto de valores que hay que conocer y aceptar.

En segundo lugar, conlleva repartir unos bienes materiales.

Aquí se plantea el desafío de saber aprovecharlos, siempre en función de una visión clara de la naturaleza de la organización familiar. Se puede prescindir de algunas cosas en beneficio de otros; privarse, a veces, de lo necesario o distribuir racional y acertadamente diversos bienes.

Sin embargo, no se trata sólo de bienes tangibles, sino también, espirituales. Puedo alegrar la convivencia familiar con el ejercicio de algunas virtudes humanas. En este sentido, es oportuno recalcar que no son los padres los únicos repartidores de bienes.

Tomar parte en la familia, supone “construir la casa” juntos, padres e hijos. Ello sirve para educar la responsabilidad como compromiso activo, informando y enseñando a los hijos a hacer, pensar y decidir.

El tomar parte de un proyecto, fomenta la iniciativa personal y logra una organización educativa eficaz, ya que produce alto rendimiento, desarrollo personal y satisfacción. Es, tal vez, la forma concreta de realizar la solidaridad.

Las principales dificultades surgen en torno a no tener oportunidades de colaborar; no saber o no querer colaborar.

Cabe distinguir las perspectivas de participación de los padres -quienes dirigen, la hacen posible y promueven- respecto de sus hijos, quienes aceptan participar. En este sentido, padres que intentan darle todo resuelto al hijo, no lo ayudan realmente.

Tipos de participación

Existen tres tipos de participación: consultiva decisoria y leal. La primera, consiste en que los hijos sean consultados, oídos e informados respecto de decisiones a tomar, cuyas consecuencias les afectarán.

Crea un clima de confianza: los hijos son conscientes de que sus padres les van conociendo mejor, pero no participan en el momento de la decisión.

En el segundo tipo, la decisoria, todos participan en el momento de tomar la decisión. La regla de oro es que cada uno debe responsabilizarse de algo respecto a la realización de lo decidido.

La participación leal implica saber corresponder a los vínculos familiares; para ello, es conveniente acostumbrar a los hijos a decir con delicadeza aquello que, en su opinión, falla en el ambiente familiar.

Criterios

Es necesario estar atentos al grado de competencia del tema a tratar. No puedo pedirle a un niño que defina prioridades de gasto del presupuesto. Asimismo, saber captar el grado en que el hijo haya captado e interiorizado los valores familiares. Si busco que sea desprendido, llenarlo de cosas superfluas juega en contra de mi objetivo.

Es fundamental considerar el nivel de responsabilidad de cada hijo. Pedirle a un niño de mediana edad que tienda su cama, no excede sus posibilidades.

Finalmente, interesa el modo en el que el tema a tratar le puede afectar personalmente.

Los medios de la educación

El fin de la familia, es enseñar a los miembros a descubrir y a desarrollar valores. El valor esencial es el amor. Los medios en la familia deberían estar al servicio de los miembros en un aspecto muy concreto: su alegría.

Si los padres se centran más en la capacitación técnica, los medios dejan de cumplir con su misión fundamental.

El buen uso de los medios supone tener muy claro lo que se persigue y, como consecuencia, llegar a definir unas normas lógicas en función de las cuales se decide y se actúa.

Lo más importante en la familia, es reconocer, vivir y mostrar valores esenciales. Más allá de cualquier discurso, tengamos por cierto que lo que más educa es el ejemplo de la superación de los padres.

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