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Para comenzar, la población con vida a los 65 años era en 1910 de un 4%, en 1980 de un 11% y está previsto por estudios que en 2030 ese porcentaje alcance el 18%. Yo estimo que se quedará corto, de acuerdo a los avances en la medicina y a otros factores que colaboran a una mayor expectativa de vida.
Con relación a la vejez, hay que decir que cada etapa de la vida tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. En el proceso de la vejez, cuando no existen patologías o enfermedades de por medio, tranquilamente se pueden tener relaciones sexuales. Lo que se sucede es que, en el caso de las mujeres, tras la menopausia, comienza un proceso de degradación en el que disminuye la cantidad de algunas hormonas y aumentan otras que evitan el deseo sexual. Este decrecimiento es paulatino y es muy importante el estado físico y psicobiológico de cada mujer. Por otro lado, interviene algo muy importante, que es la cultura. Hay culturas en las que se considera que llegar a la tercera edad sexualmente activos es liberarse de algunos prejuicios e iniciar una nueva etapa de la vida que es hermosa. Hay otras culturas en las que se considera que estas personas ya están viejas y que, de alguna manera, ya no tienen derecho de disfrutar de la sexualidad.
En el hombre el período refractario se hace más largo y la necesidad de tener relaciones sexuales no es tan seguido. En las mujeres sucede algo similar. Todo esto tiene que ver con cierta estabilidad emocional y con la vida que haya llevado la persona hasta llegar a la tercera edad. La sexualidad dependerá, entonces, de varios factores.
El sexo no es penetración. El sexo es caricias, besos, compartir, compañerismo, miradas... Con el sexo nos conciben y con el sexo morimos. Es algo inherente al ser humano y fundamentalmente emocional.
Mucha gente piensa que a los 70 años uno no debe tener sexo cuando, en realidad, la vida que llevan en este momento muchos jóvenes y adultos está signada por situaciones de estrés, falta de contención social, alcoholismo, drogadicción, competitividad laboral y temor al fracaso que obligan a llevar rutinas que le impiden vivir tranquilamente y conllevan disfunciones que se pueden manifestar en la sexualidad. En la tercera edad se puede alcanzar la plenitud sexual.