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El amor y la lengua: el piropo

Jueves, 14 de febrero de 2013 01:08

¿Qué tendrá que ver el día de los enamorados, o el “Saint Valentine's day” en inglés, con la lengua?, quizá podría preguntarme más de un lector.

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¿Qué tendrá que ver el día de los enamorados, o el “Saint Valentine's day” en inglés, con la lengua?, quizá podría preguntarme más de un lector.

En realidad, todo tiene que ver con la lengua. Cualquier actividad humana, si es comunicable, tiene que ver con ella. Sin embargo, el amor, como la manifestación humana más alta y pura, con mayor razón se vincula con el instrumento de comunicación. Hoy quiero detenerme en una de ellas, si no la más importante, al menos la más simpática y comunicativa.

En este artículo necesitaba una musa inspiradora, por el tenor del tema a tratar. Y apareció, como movida por la varita mágica de su bonhomía, su belleza y buena onda. Se trata de mi colega y exalumna María Victoria Lladós Arias, más conocida por nosotros como Vicky, que varias veces fue orgulloso motivo de estas páginas, como seguidora implacable, colaboradora y mentora.

Hoy, con mucho placer, la he invitado a escribir sobre el tema que encabeza este artículo, al conmemorar pronto el famoso Día de los Enamorados. Para esto realizó una investigación sobre el piropo que, como ella misma lo afirma, se trata de una “mirada encendida” de un enamorado o prendado por una belleza que circula por la calle. Lamentablemente, por razones de espacio, debo recortar su largo y muy bien logrado texto.

La dejo con ustedes; seguramente, disfrutarán de sus cautivantes palabras.

Los “es-cupidos” de los salteños: serenateros y piropeadores.

Febrero, mes del amor, de Cupido, y apropiado momento para contarles los muchos dichos callejeros, improvisados, instantáneos y espontáneos que tradicionalmente llamaron “piropos” y que recibimos a diario las mujeres salteñas. Segundos disfrazados de ingenuidad, amor y admiración que nos hacen sentir hermosas en nuestro andar por la ciudad.

Los piropos han existido a lo largo de la historia y, tradicionalmente, se los ha considerado como elogios dirigidos al sexo femenino. Pero en la actualidad son muchos los hombres que reciben piropos de extraños o de sus parejas. El término tiene su origen, según la historia que proporcionan algunos documentos, en los griegos, quienes utilizaron este concepto para denominar las piedras preciosas de color rojo, por ejemplo el rubí. Según dicen, el rubí simbolizaba el corazón y era la piedra que los enamorados regalaban a la mujer que pretendían. Este acto amoroso iba acompañado de aduladoras palabras para la amada.

“Piropo” procede de las voces griegas, “pyr” fuego y “oops”, vista, con el significado de “ojo deslumbrado por la belleza”. Son un encadenamiento de palabras halagadoras, construidas con recursos poéticos que ayudan a darle exquisitez a la expresión.

Su tradición oral y carácter popular han trascendido las barreras del tiempo y en la actualidad se han convertido en un secreto, casi un susurro.

Los hay de todo tipo: vulgares, con tono puramente sexual; antipiropos: “te hago de todo menos upa”; halagadores: “quisiera ser piel para cubrir ese cuerpo”.

Inicialmente requerían de un diálogo para alcanzar su sentido completo. Así, un hombre pronunciaba una frase, motivando a la mujer a responder; luego éste remataba el piropo con una respuesta creativa, original y halagadora. Pero con el tiempo, la falta de respuesta de las damas los convirtió en frases unipersonales del varón. Ella solo presta el oído.

Pero “­vamos, sean sinceras!”. A quién no le gusta que le digan linda...

Recorriendo por un tiempo las calles salteñas inicié un registro de los “susurros-piropos” más escuchados.

Hay cientos, pero los invito a leer algunos para este mes de los enamorados. Los he titulado para una mejor identificación:

Los meteorólogos: Con tanto brillo evaporás las nubes; con razón tenía tanto calor.

Los pinochos: Sos lo más lindo que pasó por acá.

Los GPS: Miran hasta que la imagen se pierde del mapa.

Los Frankenstein: Te piropean por tus miembros: “qué colita”, “qué piernitas”.

Los perdidos: ¿Tenés hora? ¿Vos, por casualidad, te llamas Marta?

Los hambrientos: ­Tanta carne y yo con hambre!

Los nobles: ­Qué linda princesa!

Los modistos: ­Qué bien te va esa ropa!

Los peluqueros: ­Qué hermoso cabello!

Los huérfanos: ­Mamita!

Los dentistas: ­Qué linda sonrisa!

Los crédulos: Te dejo mi tarjeta, linda; llamame.

Los incrédulos: Dame tu número porque vos no me llamarás.

Los sadomasoquistas: Poneme la correa y llevame a pasear con vos.

Los chicos malos: ¿A quién tengo que matar para tenerte?

Los jugadores: Hoy es mi día de suerte.

Los golosos: Estás para chuparse los dedos.

El cordobés: Amoooorcito.

Los días de pago: Te invito a tomar o comer algo.

Los vengativos: ­Agradecé que estoy con alguien; si no!

El salteño es muy piropeador; por ello estas son solo algunas de las frases tomadas. Pero seguro que Ud, bella dama, recibirá estos, o similares, cuando camine por la calle.

Como curiosidad, dejo una propuesta de lectura e investigación a los lectores interesados. ¿Sabían que en los años 50, en nuestra querida Argentina, decir un piropo era algo inapropiado y se cobraba una multa de $50? ¿O que en países del Medio Oriente fueron sentenciados a muerte, o condenados a perder su lengua hombres que piropearon a mujeres?

Es apasionante el mundo literario de los piropos: investíguenlo y úsenlo con propiedad”.

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