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Un acuerdo sin consenso y con muchos puntos oscuros

Jueves, 14 de febrero de 2013 12:35

Entre tantas dudas, acusaciones cruzadas y chicanas desubicadas, hubo dos cosas que salieron notoriamente a la luz tras el intenso debate de ayer: la primera es que el acuerdo con Irán no tiene el consenso ni de la comunidad judía ni de la oposición política, y la segunda es que hay demasiados puntos que no quedaron explícitamente aclarados en el memorándum, lo que implica un serio riesgo teniendo en cuenta que el interlocutor es nada menos que el régimen teocrático de Teherán.

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Entre tantas dudas, acusaciones cruzadas y chicanas desubicadas, hubo dos cosas que salieron notoriamente a la luz tras el intenso debate de ayer: la primera es que el acuerdo con Irán no tiene el consenso ni de la comunidad judía ni de la oposición política, y la segunda es que hay demasiados puntos que no quedaron explícitamente aclarados en el memorándum, lo que implica un serio riesgo teniendo en cuenta que el interlocutor es nada menos que el régimen teocrático de Teherán.

Con un tono visiblemente molesto y por momentos altanero, Héctor Timerman despejó una de las dudas principales que había en el ambiente: pese al consenso que pidió Cristina Kirchner en cadena nacional, el kirchnerismo impondrá su mayoría automática para avanzar con la polémica ley sin escuchar ni una sola de las voces críticas y sin aceptar ni una sola coma agregada al proyecto.

Afirmar que no votar a favor de esta norma sería un voto a favor de la impunidad, como dijo el canciller, fue literalmente una falta de respeto a los familiares de la AMIA, muchos de ellos escépticos del acercamiento con Teherán. Las incógnitas que genera este acuerdo político son básicamente sobre cómo obrará el régimen de Ahmadinejah y cuál será su interpretación del memorándum. El solo hecho de que Timerman haya tenido que ir a explicar más de cinco horas que es lo que quería decir en su visión el documento, es una muestra clara del enorme grado de discrecionalidad que eso puede adquirir para Irán.

Lo que no es claro es oscuro, no hay muchas vueltas. Sin ir más lejos, anteayer hubo un ejemplo clarísimo de eso. Dos voces iraníes distintas interpretaron distinto si el ministro de Defensa de Irán declararía o no. A confesión de partes, relevo de pruebas.

El Gobierno nacional argumenta que, si fracasa la negociación, lo peor que puede pasar es que la causa quede como hasta ahora. Desde el punto de vista jurídico eso es cierto, pero esconde una parte sensible del asunto: la “comisión de la verdad”, de la que Irán seleccionará la mitad de sus miembros, puede terminar deslegitimando ante la comunidad internacional la investigación de la justicia argentina. ¿Cómo? Casi de manual: el 50 por ciento de los integrantes seguramente dirá que Irán no tuvo nada que ver con el atentado y que la Justicia argentina forzó las acusaciones en su contra.

Extrañamente, hay dos voces que no se escucharon todavía en toda esta controversia. Nadie sabe qué es lo que piensa el juez Rodolfo Canicoba Corral ni el fiscal Alberto Nisman. Ambos, llamativamente, no hicieron ni una sola declaración pública para sentar su posición. No se trata de dos personas cualquiera, sino de los artífices de la acusación contra los iraníes.

Con relación a ellos tampoco quedó claro cómo es que harán para viajar a Teherán sin quedar detenidos. Los funcionarios tienen orden de captura en ese país y en ninguna parte del entendimiento se habla de levantarlas. ¿Qué dijo Timerman sobre eso? Poco y nada.

¿Sirve para algo que la causa siga frenada como hasta ahora? Por supuesto que no, pero licuar las culpas de los presuntos asesinos de 85 argentinos tampoco soluciona nada. Es más, hasta puede distraer la atención.

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