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?Nunca me gustó prostituirme; lo hago por necesidad?

Jueves, 11 de abril de 2013 18:08


“Soy Rosario Sansone. Nací en la Colonia Santa Rosa el 5 de agosto del ‘76 bajo el signo de Leo”. Lloró al respirar desde el vientre de su madre y ese llanto fue el preludio de lo que sería su vida.
“Varón”, dijo la partera y le pusieron ropas celestes. María Luisa, la mamá, y Antonio, el papá, comenzaron a imaginar su camino sin pensar que tomaría atajos insospechados.
“Desde que tengo memoria, a los tres años, ya jugaba con las muñecas. Justo a esa edad mi papá me abandonó y nunca más lo vi. Lo necesité, pero nadie extraña lo que no conoce. La época crítica fue la de la escuela primaria por las preguntas que me hacía y no tenían respuestas”. Hasta que se animó a reclamar la existencia de un padre y María Luisa fue rotunda al contestar: “Hijo, yo soy tu mamá y tu papá. Desde entonces mi mamá se volvió gigante para mí, era dos personas en una”. Este niño tenía un nombre que Rosario enterró junto a su sexo natal. “Ya no soy ese niño y no tengo en ningún lugar ese nombre que solo usarían para maltratarme. Soy Rosario para mí y para el mundo”.

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“Soy Rosario Sansone. Nací en la Colonia Santa Rosa el 5 de agosto del ‘76 bajo el signo de Leo”. Lloró al respirar desde el vientre de su madre y ese llanto fue el preludio de lo que sería su vida.
“Varón”, dijo la partera y le pusieron ropas celestes. María Luisa, la mamá, y Antonio, el papá, comenzaron a imaginar su camino sin pensar que tomaría atajos insospechados.
“Desde que tengo memoria, a los tres años, ya jugaba con las muñecas. Justo a esa edad mi papá me abandonó y nunca más lo vi. Lo necesité, pero nadie extraña lo que no conoce. La época crítica fue la de la escuela primaria por las preguntas que me hacía y no tenían respuestas”. Hasta que se animó a reclamar la existencia de un padre y María Luisa fue rotunda al contestar: “Hijo, yo soy tu mamá y tu papá. Desde entonces mi mamá se volvió gigante para mí, era dos personas en una”. Este niño tenía un nombre que Rosario enterró junto a su sexo natal. “Ya no soy ese niño y no tengo en ningún lugar ese nombre que solo usarían para maltratarme. Soy Rosario para mí y para el mundo”.

ROSARIO SANSONE

Aferrada a lo femenino desde siempre, la secundaria en el colegio Lacroze de la Colonia Santa Rosa fue difícil de afrontar. “Me sentía mujer pero no podía expresarme, vestía como varón y tenía muchos compañeros homofóbicos. Los más discriminadores eran dos profesores que se burlaban de mi, uno de educación física y el otro de educación cívica”. “Mariquita” era la palabra que más escuchaba al son de las impiadosas risas burlonas. Pensaba que ser lo que sentía ser estaba mal. “Lloraba mucho y me preguntaba por qué. Fue muy triste mi adolescencia, pero me hizo fuerte y me mostró el duro camino que iba a recorrer”. 
En una época complicada en lo económico y lo social, Rosario terminó la secundaria. “Quise seguir una carrera universitaria pero no tenía dinero. También estaba decidida a transformar mi cuerpo, a aparentar como mujer y para poder operarme no tuve otra opción que hacer la calle. Siempre le temí a la calle, ser prostituta era lo último que imaginaba para mí, pero tomé coraje y viajé a Buenos Aires. A la par que trabajaba como prostituta fui transformando mi cuerpo”. Sentirse y considerarse mujer, para una transexual, pasa sin escalas por la necesidad vital de la cirugía de reasignación sexual.
“Sigo haciendo la calle. No reniego de la prostitución porque es mi pan de cada día, aunque estoy cansada de escaparme de la policía de Salta que no nos deja trabajar. Con 36 años estoy grande para la calle, el cliente elige chicas jóvenes y cada vez hay más oferta sexual”.
El futuro es un enorme agujero negro para Rosario. “Me planteo qué hacer y no sé, me pregunto qué será de mi vida. Nunca me gustó prostituirme, siempre lo hice por necesidad. Tal vez venda ropa”. Piensa y desde el abismo de sus ojos surge una reflexión: “El frío me acobarda y lo peor es caer presa. En el calabozo las noches nunca se terminan”.
Con todas las leyes que se proponen hacer respetar la identidad de género, se supone que la vida de las transexuales debería mejorar. “La realidad muestra que no. Seguimos presas del pánico, presas de la policía, presas de la sociedad y su mirada discriminadora. No viví la época militar pero la democracia sólo me ha dado golpes, represión y calabozo”.

ROSARIO EN UNA PROTESTA SOBRE IGUALDAD DE GENERO

Tiene en su haber cientos de días dolorosos. “Estuve detenida con causa penal por resistencia a la autoridad sin resistirme. Eso mancha mucho. Los policías buscaban tenernos días por una causa penal y no horas por la contravención. Eso ha cambiado un poco pero igual no se respetan nuestros derechos y se nos maltrata, nos insultan mucho, nos golpean. Yo denuncié en 2006 públicamente los favores sexuales a la policía, que sufrimos por décadas. Lo hacías o ibas presa. Era tan humillante que yo prefería estar presa. Las llevaban al cerro 20 de Febrero, las ultrajaban y las dejaban tiradas ahí. Tenían que volver caminando”.
Ser prostituta en Salta parece un acto de enorme arrojo. “Es como vivir en la época de la Inquisición cuando quemaban a las brujas. Mi mamá se hartó de ir a buscarme a la Comisaría segunda porque me metían presa por militar por los derechos de las transexuales. Su corazón le decía que estaba presa cuando no volvía. Ella me salvó la vida muchas veces”. Su ángel.

No olvida ni un nombre. Y cuando habla de derechos recuerda a Tatiana Ortiz, “una transexual que en 2001 fue asesinada brutalmente a golpes y la enterraron en el cerro 20 de Febrero y nunca se investigó”. 
Desdén, desprecio, asombro, curiosidad, burla y marginación. El efecto acumulativo de todos estos rechazos puede minar al espíritu más fuerte. Sin embargo, Rosario está de pie y asegura: “Sé que estoy en el camino correcto. Lucharé siempre por mi espacio y mi elección. Es luchar por mi vida”.

 

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