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El pequeño Jesús ya tiene una casa para vivir en familia

Jueves, 25 de abril de 2013 11:26

“Es una bendición tener a la familia unida, poder compartir con todos una mesa. Quiero agradecer a los que hicieron posible esto”. Muchas veces no valoramos las cosas que tenemos. Solo cuando las perdemos entendemos su verdadera magnitud. Ellos solo querían estar juntos y hoy Jesús ya tiene una casa para vivir con su familia. En el 2010, cuando tenía seis meses, le diagnosticaron una enfermedad terminal. Desde entonces, para sus padres Daniel y Adriana, comenzó una peregrinación por salas de espera y terapias intensivas. Su vida transcurría en los hospitales. Muchas veces Daniel durmió en el piso o en un sillón de la sala de espera. Podían ver a su hijo unas horas al día y después solo podían observarlo a través de un vidrio. Los hermanitos de Jesús se habían quedado en Tartagal, la ciudad de donde son oriundos y desde que lo internaron en Salta casi no pudieron visitarlo durante más de un año y medio.

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“Es una bendición tener a la familia unida, poder compartir con todos una mesa. Quiero agradecer a los que hicieron posible esto”. Muchas veces no valoramos las cosas que tenemos. Solo cuando las perdemos entendemos su verdadera magnitud. Ellos solo querían estar juntos y hoy Jesús ya tiene una casa para vivir con su familia. En el 2010, cuando tenía seis meses, le diagnosticaron una enfermedad terminal. Desde entonces, para sus padres Daniel y Adriana, comenzó una peregrinación por salas de espera y terapias intensivas. Su vida transcurría en los hospitales. Muchas veces Daniel durmió en el piso o en un sillón de la sala de espera. Podían ver a su hijo unas horas al día y después solo podían observarlo a través de un vidrio. Los hermanitos de Jesús se habían quedado en Tartagal, la ciudad de donde son oriundos y desde que lo internaron en Salta casi no pudieron visitarlo durante más de un año y medio.

Ahora todos llevan sonrisas. Jesús se muestra contento, aunque está enchufado a miles de aparatos. No se puede mover mucho. La mirada se le pierde por la ventana en la vivienda que le entregaron en el barrio El Huayco. Mira fijo el cielo azul, eso que tan poco conoce. Los Chávez pedían una casa para volver a ser la familia que eran en Tartagal y desde el 28 de febrero ese sueño se hizo realidad, después de 20 meses.

“Están esperando a que nuestro hijo se muera para no hacerse cargo de los gastos”, dijeron los padres en diciembre de 2012 a El Tribuno. Hoy, el Gobierno provincial cumplió su promesa y Jesús podrá pasar sus días junto a las personas que ama. El 31 de agosto va a cumplir tres años. Para los pronósticos que hablan de su enfermedad su vida tendría que haber terminado hace un año. “Mi hijo nos regala un milagro cada día. Para los médicos es difícil explicar que siga evolucionando”, dice su madre. Su cuarto parece la torre de control de una nave espacial.

Una tele pasa constantemente dibujitos animados de un tal Pocoyo, el favorito de nuestro pequeño gran guerrero. Jesús Enzo Chávez sufre el extraño síndrome de Werdnig Hoffman. Lo visitan cuatro especialistas diariamente y una enfermera lo controla las 24 horas. “La atención es excelente. Gracias”, dijo su mamá.

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