¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

20°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Hitler: las últimas horas del hombre más odiado

Sabado, 27 de abril de 2013 22:56

Mientras en Berlín se combatía la que sería una de las últimas batallas de la Segunda Guerra Mundial, entre las diezmadas huestes nazis y el poderoso Ejército Rojo ruso, Adolfh Hitler se suicidaba en el búnker de la Cancillería del Reich, situado en las afueras de Berlín, junto a su flamante esposa, Eva Braun.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Mientras en Berlín se combatía la que sería una de las últimas batallas de la Segunda Guerra Mundial, entre las diezmadas huestes nazis y el poderoso Ejército Rojo ruso, Adolfh Hitler se suicidaba en el búnker de la Cancillería del Reich, situado en las afueras de Berlín, junto a su flamante esposa, Eva Braun.

El Führer tenía 56 años y dejó de existir cuando caía la tarde del 30 de abril de 1945.

Las últimas horas

El otrora hombre fuerte que se arrogó la autoridad de decidir quiénes eran los que tenían derecho a vivir y a morir y cómo; el conductor del gobierno que decidió quedarse con la riqueza de las países invadidos y que se había autoproclamado como el líder del pueblo ario, caía víctima de su propio odio. “A pesar de que solo tenía 56 años, representaba 20 años más”, contó hace unos años, en una entrevista especial, la que en ese momento era enfermera de la Cruz Roja alemana y que acompañó a Hitler en sus últimas horas, Erna Flegel.

Flegel, quien tenía 93 años cuando dio su testimonio, justo el año anterior a su muerte (2006), comentó que Hitler estaba muy envejecido, tenía muchos problemas de salud, y dificultades para caminar, sobre todo del lado derecho, que estaba muy debilitado como consecuencia del frustrado atentado contra su vida que sufrió en 1944. El Fhrer estaba totalmente abatido, de pronto el mundo se le vino encima y sabía que de un momento a otro podía terminar en manos del ejército soviético, algo que no estaba dispuesto a permitir y por eso, la decisión ya estaba tomada.

El 29 de abril se casó con Eva Braun en una ceremonia en la que participó Magda y Joseph Goebbels como testigos, tomaron un desayuno especial como modo de festejar el compromiso y luego llamó a su secretaria a la que le dictó su última voluntad. De este escrito se realizaron cuatro copias y toda la tarea duró algo más de dos horas. Cuando estaba amaneciendo, el 30 de abril, salió del cuarto que ocupaba y se despidió de sus colaboradores, tomándoles la mano y dirigiendo unas breves palabras de agradecimiento. Luego regresó a su cuarto y mandó a llamar a su ministro de Armamento a quien había designado como su sucesor en el gobierno, en su testamento político. Le dio las instrucciones sobre qué hacer con el armamento, los avances científicos, fábricas, etc. , ordenó que todo el personal que no fuera necesario se retirara y mandó a llamar a sus dos edecanes Gnsche y Linge.

 Infidencias de una enfermera
 

Erna Flegel contó, en 2005, lo que ya le había informado a la CIA en 1945... las últimas horas de Hitler.
Erna tenía 93 años y moriría al año siguiente. “El Fhrer estaba débil y envejecido”, dijo la exenfermera de la Cruz Roja alemana.
“Cuando ocurrió el suicidio, todos sentimos mucha pena por él y por Blondi, su perro ovejero alemán. ¿Eva?... era una fanática de Hitler, con una personalidad totalmente anodina, que no se hubiera destacado nunca de un grupo de taquígrafas... nadie sintió su muerte”, dijo.
Sin embargo, la enfermera hizo una distinción con Magda Goebbels a quien describió como una mujer inteligente y “brillante” que toleraba las permanentes infidelidades de su marido. “Intenté hacerle entender que no debía suicidarse junto a sus hijos, que tenía tiempo de escapar, pero ella se negó: “Yo pertenezco a mi esposo, y mis hijos me pertenecen a mí”, le respondió Magda, de acuerdo a los dichos de Erna Flegel.
Los restos
Los cuerpos de la pareja fueron encontrados por los soviéticos el 9 de mayo y las piezas dentales de ambos cráneos, que fueron comparadas con archivos suministrados por una ayudante del odontólogo de Hitler, permitieron la identificación de los restos. Pero esto fue un secreto bien guardado por los soviéticos.

 

Veneno, balas y fuego
 

Adolfh Hitler mandó a llamar a sus edecanes , Heinz Linge y Otto Gnsche, y les dio instrucciones estrictas sobre qué hacer con su cadáver y el de su esposa. De inmediato Gnsche mandó a llamar al chofer, a quien le solicitó bidones con combustible. Después de haber almorzado unas pastas, se despidió de los Goebbels y de sus edecanes. Los Hitler ingresaron al cuarto y cerraron la puerta. Unos minutos después se escuchó un solo disparo. Esperaron 15 minutos y entraron. Linge contó de la siguiente manera el cuadro con el que se encontró: “El Fhrer estaba doblado sobre sí mismo, en un sillón, con una herida en la sien derecha del tamaño de una moneda, sobre su mejilla corrían dos hilos de sangre. En la alfombra, junto al sofá, se había formado un charco de sangre del tamaño de un plato. Las paredes y el sofá también estaban salpicados con sangre. La mano derecha de Hitler descansaba sobre la rodilla, con la palma mirando hacia arriba. La mano izquierda colgaba inerte. Junto al pie derecho de Hitler, había una pistola del tipo Walther PPK calibre 7,65 mm. Al lado del pie izquierdo, otra del mismo modelo, pero de calibre 6,35 mm. Hitler vestía su uniforme militar gris y llevaba puestas la insignia de oro del Partido, la Cruz de Hierro de Primera Clase y la medalla de los heridos de la Primera Guerra Mundial; además, llevaba puesta una camisa blanca con corbata negra, un pantalón de color negro, medias y zapatos negros de cuero”. Eva Braun no llegó a percutir el arma porque el efecto del cianuro se lo impidió. Estaba recostada sobre un sillón con los ojos abiertos.
Los cuerpos
De inmediato los edecanes junto a otros ayudantes sacaron los cadáveres al exterior envueltos en alfombras, los rociaron con combustible y con una antorcha lograron encender los cuerpos. Estaban presentes Goebbels y otras autoridades que intentaron realizar un homenaje a su líder pero esto fue impedido por los obuses soviéticos. Los restos no se consumieron totalmente, por eso intentaron enterrarlos, lo que tampoco lograron de manera eficiente. Stalin, el líder soviético se aseguró de que estuviera muerto pero negó información certera a los aliados.
 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Temas de la nota

PUBLICIDAD