Las maneras de buscar (y encontrar) el lugar de la mujer en la sociedad actual cambiaron. Porque cambió el lugar de la mujer. La mujer de hoy está muy lejos de aquellas feministas de los 70 que lucharon por la igualdad de género, reclamando la posibilidad de acceder a lugares que estaban vedados para el sexo femenino. No cabe duda de que la mujer fue conquistando nuevas armas y ganando posiciones diferentes. El feminismo se renovó y sigue en pie, porque aunque ya no se prohiben ciertas cosas, eso no significa que hoy las mujeres vivan en un mundo desprovisto de desigualdades entre mujeres y varones, ni que ya no haya más conflictos que dirimir.
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Las maneras de buscar (y encontrar) el lugar de la mujer en la sociedad actual cambiaron. Porque cambió el lugar de la mujer. La mujer de hoy está muy lejos de aquellas feministas de los 70 que lucharon por la igualdad de género, reclamando la posibilidad de acceder a lugares que estaban vedados para el sexo femenino. No cabe duda de que la mujer fue conquistando nuevas armas y ganando posiciones diferentes. El feminismo se renovó y sigue en pie, porque aunque ya no se prohiben ciertas cosas, eso no significa que hoy las mujeres vivan en un mundo desprovisto de desigualdades entre mujeres y varones, ni que ya no haya más conflictos que dirimir.
Si bien las nuevas generaciones de feministas están muy lejos de aquellas sufragistas de principios del siglo XX, hoy, al igual que aquellas -y para continuar su legado-, se siguen juntando para debatir, para concientizar, para reflexionar, para exigir políticas y para mejorar las condiciones de vida de las mujeres.
Lo que define esta movida
No lucha contra los varones... sino con ellos!: para ser feminista, no hace falta ser mujer. Hay varones (y, por suerte, cada vez más!) que entienden que no se trata de ver quién es mejor o peor ni de competir por espacios de poder. Todo lo contrario: se trata de convivir en igualdad de condiciones, oportunidades y derechos.
No es idealista y no generaliza: el feminismo no entiende a “las” mujeres como un todo homogéneo, así como no sigue las posturas esencialistas que dictan postulados del tipo “las mujeres somos más sensibles” o “las mujeres queremos ser madres”. No idealiza a la mujer, sino que reconoce sus diferencias y, aunque sabe que aún existe una estructura desigual en la sociedad -con sesgos todavía patriarcales y opresores-, también observa que la capacidad de subvertir y/o elegir esas situaciones dependerá de las herramientas de cada mujer en particular.