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El principio de una prensa libre

Jueves, 02 de mayo de 2013 23:18

El llamamiento a defender la libertad de prensa se repite año tras año con fuerza renovada, sin perder un ápice de actualidad. Pero, ¿cómo es posible que la libertad de prensa siga siendo tema de debate? ¿Aún no hemos conseguido transmitir el mensaje?
La respuesta es simple: la prensa es poder y donde haya poder siempre habrá alguien que busque su control e influencia. Sin embargo, por definición, una prensa libre es una prensa indómita, capaz de hablar sin tapujos a la opinión pública; un vehículo esencial de la libertad de expresión.
Por esa razón, la prensa libre siempre ha estado y estará en el punto de mira.
Con la creciente consolidación de nuestra ciudadanía digital, los tiranos que se oponen a la libertad de expresión aprenden rápidamente cómo ejercer su fuerza opresora sobre los medios de comunicación digitales. Los ataques son más sofisticados y diversos, sus objetivos más numerosos. Nuestra atención y vigilancia deben reaccionar con igual voracidad.
La impunidad que disfrutan los asesinos de periodistas se extiende también a quienes acaban con la vida de los blogueros. Al fin y al cabo, la censura no diferencia entre plataformas editoriales. Tampoco las prisiones, levantadas para los que ‘infringen la ley’, hacen distinciones.
Es imposible impedir que los opresores de la libertad de expresión cercenen nuestras libertades básicas. De hecho, como muestran los índices mundiales de la libertad de prensa, lo hacen con relativa frecuencia y sin temor a las consecuencias.
 

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El llamamiento a defender la libertad de prensa se repite año tras año con fuerza renovada, sin perder un ápice de actualidad. Pero, ¿cómo es posible que la libertad de prensa siga siendo tema de debate? ¿Aún no hemos conseguido transmitir el mensaje?
La respuesta es simple: la prensa es poder y donde haya poder siempre habrá alguien que busque su control e influencia. Sin embargo, por definición, una prensa libre es una prensa indómita, capaz de hablar sin tapujos a la opinión pública; un vehículo esencial de la libertad de expresión.
Por esa razón, la prensa libre siempre ha estado y estará en el punto de mira.
Con la creciente consolidación de nuestra ciudadanía digital, los tiranos que se oponen a la libertad de expresión aprenden rápidamente cómo ejercer su fuerza opresora sobre los medios de comunicación digitales. Los ataques son más sofisticados y diversos, sus objetivos más numerosos. Nuestra atención y vigilancia deben reaccionar con igual voracidad.
La impunidad que disfrutan los asesinos de periodistas se extiende también a quienes acaban con la vida de los blogueros. Al fin y al cabo, la censura no diferencia entre plataformas editoriales. Tampoco las prisiones, levantadas para los que ‘infringen la ley’, hacen distinciones.
Es imposible impedir que los opresores de la libertad de expresión cercenen nuestras libertades básicas. De hecho, como muestran los índices mundiales de la libertad de prensa, lo hacen con relativa frecuencia y sin temor a las consecuencias.
 

Un derecho humano

Nuestro derecho a buscar, recibir o difundir información y opiniones a través de cualquier soporte se halla contemplado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero los medios deben luchar día a día contra las injerencias para seguir siendo baluarte de la libertad de expresión. En cuanto guardián del poder, una prensa independiente actúa como ventana de la sociedad que pone a la vista del escrutinio público los abusos, las digresiones, las mentiras y los intereses de quienes mandan.
Para gobiernos corruptos, criminales y fundamentalistas de cualquier color, sería mejor que esa ventana permaneciese cerrada a cal y canto.
En México, por ejemplo, los periodistas que se atreven a abrirla se enfrentan a represalias violentas e incluso mortales. Los efectos son devastadores: “Se engendra un clima de temor que hace que permanecer en silencio sea mejor que hablar de sucesos que puedan suponer una amenaza”, explica la periodista y escritora mexicana Anabel Hernández. “Esto conduce a la autocensura, que afecta a la libertad de expresión, que a su vez afecta a la calidad y la profundidad de la información que recibe la sociedad. Si la sociedad no conoce la realidad que la rodea, ¿quién puede tomar decisiones?”.
Independientemente del lugar en el que vivamos o de lo que hagamos, detengámonos un momento a reflexionar sobre qué tipo de sociedad tendríamos sin la existencia de unos medios inquisitivos.
¿Quién toma las decisiones en nuestro nombre y cuán transparente es el proceso?
Esta es, a fin de cuentas, la razón por la que defendemos a los periodistas y la libertad de prensa en todo el mundo.
 

Los desafíos de Internet
 

No cabe duda de que Internet está poniendo las cosas más difíciles. Las reglas de control que ofrecen contrapeso al poder, de las que los medios tradicionales habían sido guardianes durante tanto tiempo, se están desplazando rápidamente más allá de los parámetros definidos.
Internet invita a los censores a entrar en nuestros hogares, a menudo inconscientemente, haciendo que la defensa de la libertad de expresión sea un tema de preocupación para todos aquellos que participan en redes sociales, se comunican por correo electrónico o disponen de un smartphone o un dispositivo tablet.
Al menos debería serlo. Paradójicamente, la gran revolución digital, que ha motivado el advenimiento de una era de verdadera conectividad mundial, brinda otro mecanismo de control y una manera de mermar la libertad de expresión. Puede que los medios de información on-line, alertados por las experiencias de la prensa escrita, estén mejor preparados para combatir el problema. Pero nosotros, como individuos, ¿lo estamos?
Tanto dentro como fuera de la Red, nos enfrentamos a sobrecogedores desafíos y amenazas. Cada año hacemos recuento de los periodistas perdidos, los profesionales de los medios de información que han sufrido cautiverio y las publicaciones que han recibido amenazas, intimidaciones o se han visto abocadas a cerrar sus puertas.
 

Un homenaje
 

El 3 de mayo es una ocasión para recordar, con la solemnidad merecida, a los colegas que han sido víctimas de la violencia a causa de su trabajo. Especialmente aquellos que han perdido la vida en el ejercicio de su profesión.
Una ‘profesión’ que no consistía simplemente en ofrecer noticias. Su labor arriesgada, a veces peligrosa y siempre franca iba más allá de unos titulares que muchas veces acababan siendo sus propias necrológicas. Su trabajo representa la creencia en un principio, anclado en la esencia misma de la democracia y tangible en cada artículo, cada imagen y cada reportaje.
Nosotros nos sentimos orgullosos de defender ese principio sobre el que se cimienta nuestra industria y que hace que el periodismo siga adelante.
 

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