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La campaña en las paredes

Lunes, 10 de junio de 2013 12:43

Más allá de las leyes que ilusionan con frenar las campañas y el fastidio que generan las paredes enchastradas, la pelea electoral está claramente lanzada y se juega en las calles.

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Más allá de las leyes que ilusionan con frenar las campañas y el fastidio que generan las paredes enchastradas, la pelea electoral está claramente lanzada y se juega en las calles.

Los candidatos pegan carteles, hacen pintadas, encima incluso de las obras de arte popular, como hicieron los hermanitos Posadas y lanzan sus mensajes, entre otras cosas, para poder medir el alcance de sus ilusiones.
La nota de color la pone el ingenio popular. La letra K se convirtió en emblema: Kristina y Kolina, por ejemplo, para los kirchneristas; korrupto, para los adversarios. Un claro mensaje polarizante.

Otras veces, las caracterizaciones políticamente incorrectas, que jamás podrían decirse en un discurso formal, aparecen de la mano de “la popular”. A la imagen del hermano candidato del gobernador le adosaron un letrero pegado que lo caracteriza como “cholo vago”. Este mote ya había sido utilizado contra Juan Manuel Urtubey, a quien el ingenio de la calle imputó el escándalo de Lomas de Medeiros: Urtubey, devolvé las casas.

El mito urbano generado a partir del asesinato de las dos universitarias, acerca de que los detenidos son perejiles y que la muerte de las jóvenes se produjo durante una fiesta en la que participaron funcionarios de gobierno, se expresa en un escrache para los fundadores del grupo Plural: “Posadas, ¿y las francesas?”, dice un cartel.

Otro Posadas, el radical Sebastián, aprovechó el apellido para repintar carteles y ahorrar pintura.

Evita, la hija del intendente Isa, mandó a sus pegatineros a tapar los carteles de Juan Carlos Romero con los de su campaña.

Las nuevas caras no solo tienen viejos apellidos, sino las mismas mañas.
La juventud radical, envuelta en sus propias indefiniciones, marcó los carteles de campaña con un enfático ¡vedaaaa!, como si las vedas existieran en la realidad.

Ahora bien, la mayoría de los afiches y pegatinas no hablan de futuro ni de proyectos, sino que se limitan al insulto. A lo mejor, las calles podrían convertirse en foro de debates en lugar de una guerra de agravios.

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