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Machu Picchu mágico... crónicas de un salteño en la ciudad inca

Viernes, 21 de junio de 2013 14:15


Resulta inquietante y hasta casi imposible vencer la ansiedad al acercarse la hora de partida hacia el otrora corazón del imperio del sol. Esto es fácil de entender para quienes tienen un espíritu inquieto y aventurero. El viaje a Cuzco, por vía terrestre implica recorrer unos 1.994 km, partiendo desde Salta en bus hasta la localidad de La Quiaca, durante 7 horas. Allí hay que pasar a la fronteriza localidad de Villazón, Bolivia, y luego de los trámites de Aduana y en las casas de cambio, se debe partir hacia La Paz, la capital boliviana, por otras 18 horas de viaje en micro.
Desde La Paz, y en la misma modalidad, se transitan las últimas 17 horas, bordeando el inmenso Lago Titicaca, por Desagüaderos en el límite con Puno, departamento del Perú, para recién arribar a Cuzco.
La ciudad es semejante a Salta capital. Tiene unos 400 mil habitantes y está situada a 3.339 msnm. Lleva muy a resguardo su pasado colonial, amalgamado entre lo fundacional y lo moderno. Como el que fuera el Palacio del Inca, hoy la Catedral, El Templo del Sol o Qoricancha, donde se observa la simbiosis entre su arquitectura natal y el Convento jesuíta de Santo Domingo, que le pone el acento español.

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Resulta inquietante y hasta casi imposible vencer la ansiedad al acercarse la hora de partida hacia el otrora corazón del imperio del sol. Esto es fácil de entender para quienes tienen un espíritu inquieto y aventurero. El viaje a Cuzco, por vía terrestre implica recorrer unos 1.994 km, partiendo desde Salta en bus hasta la localidad de La Quiaca, durante 7 horas. Allí hay que pasar a la fronteriza localidad de Villazón, Bolivia, y luego de los trámites de Aduana y en las casas de cambio, se debe partir hacia La Paz, la capital boliviana, por otras 18 horas de viaje en micro.
Desde La Paz, y en la misma modalidad, se transitan las últimas 17 horas, bordeando el inmenso Lago Titicaca, por Desagüaderos en el límite con Puno, departamento del Perú, para recién arribar a Cuzco.
La ciudad es semejante a Salta capital. Tiene unos 400 mil habitantes y está situada a 3.339 msnm. Lleva muy a resguardo su pasado colonial, amalgamado entre lo fundacional y lo moderno. Como el que fuera el Palacio del Inca, hoy la Catedral, El Templo del Sol o Qoricancha, donde se observa la simbiosis entre su arquitectura natal y el Convento jesuíta de Santo Domingo, que le pone el acento español.


Juntar fuerzas para el ascenso


El periplo desde Cuzco hacia “El viejo pico”, implica el servicio de un microbús por valor de entre 75 a 100 soles ($300 a $400); donde se conforman grupos de 12 a 15 turistas de diversas partes del mundo. Hay 7 horas de camino de cornisa similar a la calchaquí “Cuesta del Obispo”, con curvas tan cerradas como en “V”. Otros parajes que se tocan son Santa María, Santa Teresa, hasta llegar a una central hidroeléctrica sobre el Río Urubamba, tras haber recorrido 130 km.
Al llegar, el conductor del minibus advierte al contingente que, al día siguiente y en el mismo punto de convergencia, hay que reunirse para el retorno a Cuzco. Allí algunos turistas toman el tren hasta el pueblo de Aguas Calientes, 30 km arriba, a valor de US$ 18. Y reservado para los entusiastas caminantes, el recorrido a pie, bordeando las vías hasta llegar al mencionado pueblo; donde hay que pernoctar en algun hostel, para descansar antes del ascenso a la montaña sagrada. A las 5 de la mañana se abre el Parque, y para ello la oferta de US$12 por persona, consiste en minibuses que llegan hasta menos de 100 metros antes de la cumbre. Si se escoge hacer el trayecto a pie, un salteño no podrá dejar de comparar el paisaje con nuestro Cerro San Bernardo, aunque la altura se duplica. Son casi 500 metros sobre el nivel del valle (2.438 msnm) contra los 284 m del “vigía natural” salteño. La caminata por momentos es tan empinada que no sólo cuenta el estado físico sino un espíritu inquebrantable para llegar a la cumbre.
Más de 2 horas y media de arduo ascenso, se ven compensadas con una naturaleza que impregna los sentidos. Al llegar a la tan ansiada cima y contemplar la ciudadela, tan bien declarada como una de las 7 maravillas del mundo, uno queda sin aliento. Si bien reina el silencio, en ese lugar mágico los espíritus de los antepasados moran y susurran su historia. Impera en las ruinas un misterio insoslayable y ancestral. Imposible no pensar en los “Niños del Lllullaillaco”, como una suerte de conexión entre ese lugar sagrado de Perú y el silencioso recorrido de estos niños, sagradas ofrendas vivientes. Comprender tanta mística en este lugar es tan emocionante, que de algún modo se siente que parte de uno se queda ahí. Persiste una extraña conexión del alma del visitante con el Machu Picchu. Haber estado ahí hace aguardar el reencuentro con la montaña sagrada, el sueño del regreso es parte de una necesidad personal, como si se tratase de una historia con final abierto..

Las chinkanas de Saqsaywamán

Algo insólito y muy gratificante fue conocer Saqsaywaman, a tan sólo 30 minutos de la ciudad, protegida por la efigie del Cristo del Cerro. Allí está emplazada esta fortaleza construida por Pachacútec en el siglo XV. Sin saberlo, cumplí un ritual ancestral, ya que los incas se purificaban allí antes de viajar hacia Machu Picchu. Y es que tuve la suerte de conocer gente amigable, como Verónica Mora Villares y Claudia Mamaní, estudiantes de enfermería, quienes conocían una suerte de pasadizos llamados “chinkanas”, tan oscuros como la noche misma. Estas cuevas revelan una intricada red de pasadizos hasta la mismísima plaza. En un rincón pude ver una boca clausurada. Allí el comentario espeluznante de Claudia reveló la desaparición de 3 estudiantes años atrás, quienes se adentraron queriendo explorarlas pero se extraviaron. Hubo búsquedas infructuosas sin dar con el paradero de los jóvenes. Excepto uno, rescatado, golpeando en el suelo de la Catedral. “Parecía diez años envejecido y con las falanges de sus dedos carcomidas por el hambre y la desesperanza”, finalizó.  

 

 

Ollantaytambo, y una historia de amor

Un avezado conductor, Ronald, al pasar por el poblado de Ollantaytambo (90 km al noroeste y a 2.792 msnm), cuenta animadamente una pintoresca leyenda acerca del origen de su nombre: Ollantay, un aguerrido capitán de origen plebeyo, es solicitado ante la prescencia de Pachacútec.. Ollantay se presenta y solicita la mano de su hija provocando la furia del Inca por no ser de la nobleza y acaba por expulsar al guerreroque se instaló en esta localidad, que luego se llamó Ollantaytambo, con gran parte del ejército ofreciendo una feroz resistencia. Finalmente es emboscado y bajo el poder del hijo de Pachacútec, Túpac Yupanqui, es indultado y termina desposando a Cusy Coyllur, su enamorada, con la que tiene un hijo.

 

De regreso, por las entrañas del Cerro Rico de Potosí

No se puede pasar por alto un recorrido por la antiguamente llamada Villa Imperial de Potosí, la ciudad sureña boliviana, poseedora de las vetas de plata más importantes del mundo en la época de la colonia. Su altitud en promedio es de 3900 msnm, lo que la convierte en la segunda ciudad más alta del mundo. La oferta para adentrarse en las minas del Cerro Rico o de Potosí, va desde 70 a 100 pesos bolivianos. Roberta, una guía turística quien, como otras tantas, se ubican en la plaza central, comenta historias interesantes, como por ejemplo la del descubrimiento de la gran usina del precioso metal destinada a los virreynatos del Perú y del Río de la Plata entre los años 1545 y 1625. Ella lo atribuye a un pintoresco hecho casual, donde una noche de 1545, un pastor quechua llamado Diego Huallpa, quien fue tras su rebaño de llamas, se perdió y al dar con el Cerro Rico acampó allí encendiendo una fogata para abrigarse del frío. Al otro día se encontró con que, entre las brasas humeantes, brillaban hilillos de plata, fundidos y derretidos por el fuego. Posteriormente, un grupo de españoles al mando del capitán español Juan de Villarroel, tomaron posesión del mismo tras confirmar el hallazgo, estableciendo un pequeño poblado.
El cerro, en quechua se nombra Sumaj Orcko, que significa “cerro hermoso”, y se alza a unos 4.786 msnm.
La mina se divide en 17 niveles y llega hasta los 240 m de profundidad, accesibles al público. Para el ingreso, Roberta se encarga del aprovisionamiento con ropas adecuadas que incluyen casco, botas, luz, y un obsequio para los mineros consistente en hojas de coca, cigarrillos o alcohol. Al descender a unos casi 100 metros, uno se encuentra con un tétrico pero suntuoso “Tío Jorge”, una representación del demonio o deidad guardiana de las minas, a quien se le hacen ofrendas (cigarrillos, hojas de coca, fetos de llama) para obtener el favor de sacar el metal de sus entrañas. Roberta comenta animadamente que cada mina cuenta con su propio “Tío”, y afirma que sus nombres difieren aunque con un común denominador: la elección de un nombre que suene fuerte, como es el caso de Jorge.

 

 

La Real Casa de la Moneda
Este edificio, fundado en 1572 por el virrey Francisco de Toledo para la acuñación de la abundante plata extraída, se encuentra en la propia ciudad de Potosí, a sólo dos cuadras de la Plaza central y se puede recorrer por unos 50 pesos bolivianos. Hoy, convertido en un centro museológico y cultural, es muy visitado a nivel mundial.

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