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Marcelo Colombo: ?Debemos votar de acuerdo a nuestras convicciones?

Martes, 04 de junio de 2013 12:02

En un contexto de crisis social, inseguridad, desempleo y desánimo, el obispo de la diócesis de Orán exhortó a cada ciudadano a descubrirse como parte responsable del tejido social, sobre todo en este año electoral. “La vida continuará el día después del sufragio y los problemas permanecerán si no nos formamos para la transformación de la realidad, si oportunamente no nos jugamos por votar conforme nuestras convicciones más íntimas de creyentes, si no declinamos el voto rutinario al menos malo para votar buscando al mejor”.

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En un contexto de crisis social, inseguridad, desempleo y desánimo, el obispo de la diócesis de Orán exhortó a cada ciudadano a descubrirse como parte responsable del tejido social, sobre todo en este año electoral. “La vida continuará el día después del sufragio y los problemas permanecerán si no nos formamos para la transformación de la realidad, si oportunamente no nos jugamos por votar conforme nuestras convicciones más íntimas de creyentes, si no declinamos el voto rutinario al menos malo para votar buscando al mejor”.

¿Cómo se infunde esperanza en un contexto social y económico tan difícil?

La sequía prolongada, la peor en 60 años, como expresión de la naturaleza, nos deja con las manos vacías al final de la campaña. Y, lo que es peor, con el peligro de incrementar la desocupación en los sectores afectados. Pero, además, distintos episodios muy recientes nos hablan de conflictos de gran dramatismo humano y de circunstancias que ponen a prueba nuestra capacidad para convivir en un clima de respeto a los derechos humanos de todos y cada uno de los integrantes de esta sociedad. Como todo momento crítico, nos podemos quedar angustiados y desesperanzados, pero los cristianos, en cambio, en un sentido positivo y constructivo, podemos descubrirlo como una oportunidad para crecer.

¿Cuál cree que es la base de todos los problemas que vivimos?

En la base de los graves problemas que nos aquejan está la crisis de los vínculos parentales y la incomunicación creciente en familias y comunidades. Afrontar la crisis con pasión creyente y con realismo evangélico nos ayudará a contribuir a su superación y a la promoción de una nueva sociedad, más integrada y respetuosa. Las nuevas formas de familia, lejanas del ideal proclamado o de los clásicos estándares de lo que era una familia, requieren de nosotros una nueva entrega para acompañar, sostener y profundizar en la evangelización y el servicio a la vida.

¿Cómo nos podemos ayudar?

Ayudarnos a una verdadera comunicación implicará asegurar entre los que vivimos en una familia, no solo la información anecdótica de cosas, sino también la manifestación de la propia interioridad entre los que nos amamos. La incomunicación afecta a todos los sectores sociales y, por eso, resolverla nos compromete a todos.

¿Cuál es el desafío entonces?

Como dije en mi Carta Pastoral de Pentecostés, los cristianos tenemos que redoblar nuestra apuesta por la vida en la comunidad política que conformamos. Se viven tiempos difíciles, de violencia, de falta de seguridad, de prácticas corruptas en algunas maneras de hacer política y la tentación del desánimo, del “siempre es lo mismo”, del “no se puede hacer nada”; nos aflige y nos puede llegar a dejar atados de manos, incapaces de hacer presente la vigencia del mandamiento del amor y la importancia del testimonio cristiano en vistas a la amistad social.

En este contexto, ¿qué valor debemos resguardar?

En el marco de las dificultades que vivimos, debemos subrayar el valor fundamental de la vida por sobre toda otra consideración. En materia de seguridad, apostar a formas inmorales del uso de la fuerza, como la tortura, los apremios, la violencia física en sus distintas variantes, ninguna forma de gatillo fácil, ninguna de las versiones de la Doctrina de la Seguridad Nacional, las más antiguas y las más modernas, las más rígidas como las más presentables, son aceptables. La vida y la salud de cada persona tienen un valor absoluto que le viene dado por el sello amoroso del que la creó, el Señor.

Pero también nos urge vivir en una sociedad en la que se respeten las leyes y las instituciones de la democracia, y donde apegarnos a aquellas en su auténtico cumplimiento, sea la obligación que nos alcance a todos. Nuestra gente, nuestras familias, nuestros barrios, merecen vivir en paz y serenos, sin quedar a merced de pandillas y grupos dispuestos a rematarnos impiadosamente. Quien gobierna, quien cura, quien enseña, quien juzga, quien nos cuida, en una palabra, quien sirve, que lo haga con firmeza y apego a la ley, a favor de todos y con nuestro apoyo.

¿Cómo aconseja vivir este año electoral?

Cada cristiano debe descubrirse parte responsable del tejido social. Ante los problemas que nos afectan, la mirada cortoplacista del cronograma electoral puede confundirnos y separarnos innecesariamente, acentuando las consecuencias dramáticas que todo antagonismo entre hermanos conlleva. La lealtad primera que nos debemos como compatriotas y ciudadanos llamados a ser hermanos está por encima de tales intereses partidarios o personales. De estas crisis sólo podremos salir juntos, apostando lo mejor de nuestros talentos personales. Por eso los invito a estar atentos y a no ceder ante los embates del desánimo generalizado, de la violencia y de la inseguridad. Cuando nos agreden físicamente, cuando nos roban lo que necesitamos para vivir, cuando nos sorprenden en nuestra buena fe, cuando nos fallan políticamente, cuando nos bloquean con opiniones contundentes a favor de dejarlo todo como está, nos retraemos, nos parece estar agobiados, equivocados, y el aislamiento puede ser la tentación. Para los creyentes, fortalecer nuestros espacios comunitarios, buscar en los ámbitos eclesiales que formamos, escenarios para el diálogo, la confrontación inteligente, el consuelo, la contención y la búsqueda del bien común, será la opción imprescindible de los que se saben portadores de un amor transformador de la realidad.

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