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Evo Morales, víctima de una discriminación inexplicable

Sabado, 06 de julio de 2013 22:37

Evo Morales no es un presidente del montón. Es el primer presidente indígena de su país, el primero reelecto y el primero que -de no mediar inconvenientes- será re-reelecto con un altísimo nivel de popularidad. Es también el primer boliviano surgido del sector gremial que accede a la primera magistratura de su país; y el único que no tuvo problema en plantarse ante la Asamblea General de las Naciones Unidas para defender el cultivo de la coca, una de las principales producciones de su país. Tiene, además, un posicionamiento ideológico y político que molesta a varias potencias mundiales, en particular a los Estados Unidos. A nivel regional, es uno de los grandes defensores del régimen cubano y fue un puntal del proyecto bolivariano de Hugo Chávez. A nivel global, defiende con energía al régimen iraní y considera legítima su aspiración de desarrollar armamento nuclear. Es, además, un crítico declarado del “imperio” -como llama a Estados Unidos y sus aliados- y de sus distintas formas de intervención en países como el suyo.

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Evo Morales no es un presidente del montón. Es el primer presidente indígena de su país, el primero reelecto y el primero que -de no mediar inconvenientes- será re-reelecto con un altísimo nivel de popularidad. Es también el primer boliviano surgido del sector gremial que accede a la primera magistratura de su país; y el único que no tuvo problema en plantarse ante la Asamblea General de las Naciones Unidas para defender el cultivo de la coca, una de las principales producciones de su país. Tiene, además, un posicionamiento ideológico y político que molesta a varias potencias mundiales, en particular a los Estados Unidos. A nivel regional, es uno de los grandes defensores del régimen cubano y fue un puntal del proyecto bolivariano de Hugo Chávez. A nivel global, defiende con energía al régimen iraní y considera legítima su aspiración de desarrollar armamento nuclear. Es, además, un crítico declarado del “imperio” -como llama a Estados Unidos y sus aliados- y de sus distintas formas de intervención en países como el suyo.

El hecho de que Evo no responda a los parámetros que Washington espera de él no habilita, sin embargo, a que sea sometido a un bochornoso espectáculo de discriminación como el que tuvo que enfrentar esta semana. Lo concreto, y aunque el Departamento de Estado haya guardado silencio sobre el tema, es que por pedido de Estados Unidos el presidente boliviano se vio impedido de sobrevolar media Europa y terminó varado en Austria, adonde se le impidió continuar vuelo hasta que no permitiera una requisa de su avión. La situación resulta indignante si se tiene en cuenta que todos los presidentes y sus aeronaves gozan de inmunidad y que Morales no había cometido ningún tipo de delito o infracción al derecho internacional.

El inicio de esta novela es muy anterior a lo ocurrido esta semana. Tiene su origen en los últimos días de mayo pasado, cuando el exagente de la Central de Inteligencia norteamericana (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (SNA) de ese país, Edward Snowden, comenzó a filtrar a un diario norteamericano y a otro británico informes confidenciales acerca de un gigantesco sistema de escuchas y vigilancia montado por el Gobierno de Estados Unidos sobre sus ciudadanos. Las confesiones de Snowden pusieron en ridículo los discursos de defensa de la libertad del gobierno de Barack Obama, quien reaccionó denunciándolo y reclamando su detención por lo que calificó un accionar “criminal”. El exagente, que al momento de filtrar los informes secretos se encontraba en Hong Kong, viajó a Rusia y quedó varado en el aeropuerto de Moscú, ya que Estados Unidos canceló su pasaporte y ningún país se atreve a darle refugio.

Evo Morales entra en escena el lunes pasado, cuando llegó a Moscú para participar de una cumbre de países exportadores de gas. Consultado por la prensa sobre el caso Snowden, el mandatario boliviano eligió “pegarle” a su tradicional enemigo, Estados Unidos. Sin evaluar las consecuencias de sus dichos, afirmó que “debatiría y consideraría un pedido de asilo político del estadounidense”. Washington no perdonaría semejante afrenta.

Luego de concluir su participación en la cumbre moscovita, el martes por la noche, Evo Morales inició el viaje de retorno a su país. El avión presidencial boliviano, un Dassault Falcon 900 de fabricación francesa, tiene una autonomía de 7.400 kilómetros, lo que lo obliga a realizar varias escalas para completar el periplo. El plan de vuelo preveía una escala en Francia, una en las islas Canarias (España) y otra en Brasil antes de aterrizar en La Paz. Pero cuando el aparato se encontraba en el aire, los pilotos recibieron la notificación oficial de que Francia y Portugal le prohibían ingresar a su espacio aéreo. A continuación, Italia hizo lo mismo y luego España. La explicación extraoficial fue que esos gobiernos sospechaban que a bordo del avión iba el hombre más buscado del momento: Edward Snowden

Mientras los controladores aéreos dirigían el avión de Morales a Viena, en Austria, el canciller de Bolivia, David Choquehuanca, hizo públicas las restricciones de los gobiernos europeos y no dudó en apuntar contra Estados Unidos. Dijo que el incidente estaba basado en informaciones infundadas y mal intencionadas, que tildó de “mentiras”. Cuando el presidente ya había aterrizado en Viena, su vicepresidente Alvaro García Linera fue un paso más adelante y denunció que Evo había sido “secuestrado por el imperialismo”, y “secuestrado en Europa”. A ellos le siguieron manifestaciones -vía Twitter- del presidente de Ecuador, Rafael Correa, y de la presidenta Cristina de Kirchner condenando la insólita actitud europea.

Lo más increíble del caso es que, una vez que los gobiernos francés y español dieron marcha atrás a la restricción sobre sus espacios aéreos forzados por el escándalo, fue el propio Gobierno austríaco el que condicionó el despegue del avión a una “requisa” para garantizar que Snowden no se encontrara a bordo. En las primeras horas del miércoles, el propio presidente de Austria, Heinz Fisher, tuvo que ir al aeropuerto de Viena para convencer a Evo Morales de aceptar la inspección del avión como único recurso para poner fin al sainete. A las 9 de la mañana, en conferencia de prensa, ambos mandatarios anunciaron que estaban dadas las condiciones para que el avión pudiera continuar el viaje. Tras hacer las escalas previstas en Canarias y Brasil, Evo regresó a su país el jueves por la noche, y fue recibido casi como un héroe nacional. Al día siguiente, fue acunado por sus pares de la Unasur y lanzó un discurso con veladas amenazas a los Estados Unidos, incluida la de ordenar el cierre de su embajada, tal como ya había hecho en 2008.

Expertos en aviación civil y en diplomacia coinciden en que lo ocurrido en Viena es extremadamente inusual, y no dejan de asombrarse por la enorme presión desplegada por Estados Unidos en el hecho, que llegó a dejar en ridículo y como “títeres” a algunas de las principales democracias europeas. Solo el primer ministro francés, Francois Hollande, salió a justificar su decisión en las sospechas sobre Snowden. Pero no tuvo argumentos para explicar la insólita discriminación política e ideológica practicada contra Evo Morales. Los demás gobiernos hicieron silencio. Y Washington... Washington hizo como que ni se había enterado.

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