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“Van a ver una ópera invadida por atorrantes irreverentes” 

Sabado, 17 de agosto de 2013 02:23

Imaginemos un escenario posguerra nuclear (las películas de ciencia ficción que hayamos visto pueden servirnos de referencia). Gran desolación. Un cielo enrarecido. Ciudades desiertas. Una hamaca vacía meciéndose (esos detalles que aportan cierta nostalgia siempre suman). Ráfagas de viento cálido. Escombros. Y una cucaracha por aquí... otra por allá... y otra más allá. Colocar a los asquerosos bichitos en medio de la escena no es un gesto antojadizo. Ocurre que la ciencia avala en parte lo que dice el rumor social (esto de que las cucarachas sobrevivirían a una explosión nuclear). Efectivamente, en la vida real, los blatodeos (nombre científico del desagradable insecto) pueden soportar nada menos que 6.400 rads (la medida estándar de la radiación ionizante), mientras que nosotros, la “raza superior”, nos achicharramos con apenas 500 rads. En base a esta sesuda conclusión científica, la murga uruguaya Agarrate Catalina creó el espectáculo “Esperando el fin del mundo”, que presentará mañana, a las 21, en el Teatro Provincial (Zuviría 70). El colectivo murguero regresará a Salta luego de su última visita el año pasado, con “La Comunidad”. Esta vez, el coro comunitario planteará una hipótesis dantesca: estalla la bomba nuclear y nos morimos todos... Trágica y desordenadamente, claro (ni siquiera queda un empecinado padre de familia, como Tom Cruise en “La guerra de los mundos”). El único movimiento perceptible sobre la faz de la tierra son los rastros oscuros trazados por las cucarachas en su acelerada carrera. Y desde el ras del suelo nos hablan. Nos sacan en cara nuestras estupideces. Nos recuerdan el alto precio de nuestra actitud autodestructiva. Se nos ríen, bah. Pero con buena onda. Después de todo -y al menos por ahora- las personitas seguimos en pie, guionando la gran “comedia humana”.

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Imaginemos un escenario posguerra nuclear (las películas de ciencia ficción que hayamos visto pueden servirnos de referencia). Gran desolación. Un cielo enrarecido. Ciudades desiertas. Una hamaca vacía meciéndose (esos detalles que aportan cierta nostalgia siempre suman). Ráfagas de viento cálido. Escombros. Y una cucaracha por aquí... otra por allá... y otra más allá. Colocar a los asquerosos bichitos en medio de la escena no es un gesto antojadizo. Ocurre que la ciencia avala en parte lo que dice el rumor social (esto de que las cucarachas sobrevivirían a una explosión nuclear). Efectivamente, en la vida real, los blatodeos (nombre científico del desagradable insecto) pueden soportar nada menos que 6.400 rads (la medida estándar de la radiación ionizante), mientras que nosotros, la “raza superior”, nos achicharramos con apenas 500 rads. En base a esta sesuda conclusión científica, la murga uruguaya Agarrate Catalina creó el espectáculo “Esperando el fin del mundo”, que presentará mañana, a las 21, en el Teatro Provincial (Zuviría 70). El colectivo murguero regresará a Salta luego de su última visita el año pasado, con “La Comunidad”. Esta vez, el coro comunitario planteará una hipótesis dantesca: estalla la bomba nuclear y nos morimos todos... Trágica y desordenadamente, claro (ni siquiera queda un empecinado padre de familia, como Tom Cruise en “La guerra de los mundos”). El único movimiento perceptible sobre la faz de la tierra son los rastros oscuros trazados por las cucarachas en su acelerada carrera. Y desde el ras del suelo nos hablan. Nos sacan en cara nuestras estupideces. Nos recuerdan el alto precio de nuestra actitud autodestructiva. Se nos ríen, bah. Pero con buena onda. Después de todo -y al menos por ahora- las personitas seguimos en pie, guionando la gran “comedia humana”.

El debate sobre quiénes sobrevivirán al fin del mundo es tan antiguo como el relato de la Creación. Ahora, darle ese privilegio a las cucarachas, ¿es un mensaje lapidario con la humanidad?
(Andrés) ¡Si! Basándonos en la creencia popular de que las cucarachas sobreviven a todo, incluso a una explosión nuclear, nos vestimos de cucarachas para criticarnos como humanidad. Deseosas de que llegue el fin del mundo, las cucarachas buscamos cuál será la grieta que nos permitirá terminar con la humanidad y quedarnos con todo.

Dijeron que este es el espectáculo “más universal” de Agarrate Catalina. ¿Es por el tema que aborda o porque prescindieron de los guiños “regionales” que muchas veces les añaden a sus shows?
(Andrés) El tema que aborda nos permite prescindir un poco de los “guiños regionales” que siempre están presentes en los espectáculos de la murga. Sin dejarlos de lado, logramos armar un show que puede ser visto sin ninguna explicación previa, en cualquier parte de Latinoamérica. Quizás la forma de hacer humor a través de la crítica sea lo menos universal, pero no así los temas tratados. La murga como género nos permite reírnos de todo, empezando por nosotros mismos, y criticar cualquier tema; desde las ideologías hasta la relación del ser humano con su Dios, la educación, los prejuicios... Nada se salva de la lupa de la murga. Y esto pasa en nuestro país desde hace más de 100 años, lo que nos permite romper con algunas barreras que quizás en otros lugares todavía existen.

¿Hay algún tema que les haya resultado escabroso tratar alguna vez desde los cuplés?
(Yama) Hemos tocado todos los temas que hemos necesitado tocar. Desde la muerte, a la globalización, pasando por las instituciones, la existencia de Dios, las ideologías, la vejez, la sociedad de consumo, el fútbol, la resignación, los derechos humanos, la guerra, nuestra historia patria, los prejuicios, los miedos, etc. Casi todos pudieron ser pasados por el filtro del humor. Los que elegimos tratar con intenciones humorísticas, son abordados bajo la consigna de ser caricaturas corrosivas pero inclusivas, cáusticas e irreverentes pero no agresivas sin necesidad. Igualmente, cuando se transita la caricatura, hay que saber que siempre uno puede, aún sin desearlo, lastimar y ofender. El encanto está, creo yo, en partir desde un intento constructor, en tratar de que, si tenemos que arder, arder por ser alcohol en la herida, con un propósito juntador, lejos del ensañamiento inútil y “pegaenelpiso”.

Hablando de esa cierta crudeza inquietante que tienen sus espectáculos, ¿cómo manejan la delicada frontera entre el humor y el drama?
(Yama) La murga como género se maneja de ese modo desde siempre. Tiene la libertad de cruzarse de vereda emocional sin previo aviso. Para ir del cachetazo al mimo, del humor más picaresco a la sutileza más leve, de lo críptico al panfleto en segundos. A mí, particularmente, esa característica propia de esta expresión me enamora. Ese paseo esquizofrénico, sin advertencia, no sólo se ve en lo textual, también se da en lo musical, en lo plástico, en lo actoral. Incluso las veredas se superponen. En el humor hay pseudo resignación, en la tristeza hay rebeldía, en la bronca hay ternura.

En “La Comunidad” sacaban a la luz cierta “psicología colectiva” del pueblo uruguayo. ¿Le sacaron la ficha también en este sentido a los países vecinos?
(Yama) En realidad no sentimos necesario agregar una lupa más puntual sobre las realidades hermanas. Sentimos que en un 99 por ciento, la caricatura aplica. A veces agregamos contexto, nada más, pero en el esquema de nuestro humor nos parecemos mucho.

¿Con qué se encontrará el público salteño cuando entre al teatro a ver “El fin del mundo”?
(Yama) Vayan preparados para ir a ver un espectáculo que representa una manera de ver el mundo, de pelearle al mundo. Van a ver además de un evento artístico puntual, a un pueblo cantando. Vayan pensando en ver una ópera invadida por atorrantes irreverentes, irónicos y satíricos. Vayan dispuestos a que les duela lo que nos duele y les cure lo que nos cura.

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