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En Salta aumentan el delito y la violencia de los policías

Miércoles, 07 de agosto de 2013 02:14

Un joven de Tartagal denunció que fue víctima de una brutal paliza por parte de uniformados.

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Un joven de Tartagal denunció que fue víctima de una brutal paliza por parte de uniformados.

Cuando aún las imágenes de las torturas a un preso en el destacamento fluvial de Pichanal siguen conmoviendo a las redes digitales de todo el país, Daniel Huerta denunció ayer que dos policías lo sacaron del boliche Amir y lo golpearon con saña. Huerta dijo en AM 840 que fue a divertirse con unos amigos y terminó con el rostro desfigurado. El chico contó que todo sucedió cuando en la pista chocó sin querer con otro joven que estaba bailando. Este último reaccionó mal y le pegó un empellón. Pidió disculpas y todo terminó ahí. Pero Huerta no sabía que en ese momento comenzaba un verdadero “infierno” para él. Se le acercaron dos policías quienes lo atraparon y, sin mediar palabra, uno de ellos le propinó una trompada en el rostro. Caído en el suelo el joven reaccionó, según contó, diciendo: “­Vieja! ¿Qué te pasa; por qué me pegás? Yo no hice nada, les dije, pero como respuesta recibí un puntapié del otro policía en el rostro”.

El joven quedó tendido en el piso ante la mirada de varios jóvenes. “Ninguno quiso meterse. Había mucha gente, pero nadie reaccionó para ayudarme”, comentó Huerta, quien dijo entender el “no te metás”, tan típico en nuestro país.

Huerta señaló que realizará la denuncia en una fiscalía ya que no confía en la policía. “Si voy a la Comisaría no me van a querer recibir. Ellos son compañeros de estos dos agentes que me pegaron. ¿Si tengo miedo? No, no tengo porqué temerles. Si los veo los puedo reconocer”.

El caso no es el primero, sino uno más en una larga cadena, que incluye episodios como el de Juan Daniel Estrada, de 18 años, que recibió gravísimas heridas en el barrio Juan Manuel de Rosas, en marzo pasado, baleado por un policía. También fue notoria, en diciembre, la golpiza que recibió el rugbier Gerónimo Saravia, luego de una extraña persecución a lo largo de decenas de cuadras.

También en diciembre, el puestero Raúl Guzmán denunció una brutal paliza aplicada por uniformados en Joaquín V. González, y la documentó con fotos.

Los apremios y los abusos son habituales en el norte provincial aunque rara vez se denuncian. Detenciones injustificadas, golpizas, insultos son moneda corriente en especial los fines de semana y tienen como víctimas a los jóvenes más humildes y entre ellos a los chicos aborígenes. Uno de los hechos que más hondo caló en la opinión pública en el norte fueron las torturas y los apremios que sufrió un grupo de chicos aborígenes -entre ellos una niña de 14 años- quienes fueron acusados de ser responsables del "homicidio" de Evangelina Pisco, una adolescente chorote que murió la madrugada del 2 de mayo de 2010. Tan brutales fueron las golpizas, los “submarinos secos”, los simulacros de fusilamiento que todos terminaron confesando la autoría de un hecho que nunca existió porque la justicia penal determinó que su muerte fue accidental.

Son hechos que no condicen con el rol que la democracia asigna a las fuerzas policiales, que deben hacer cumplir la ley sin infringirla, pero que tienen como contrapartida una realidad no admitida por las autoridades. Por una parte, la policía debe hacer frente al delito con pocos recursos. Por otra, la sociedad se siente indefensa frente a los delincuentes y no escatima expresiones de apoyo a los policías “duros”: ocurrió en Orán, en el caso de los siete policías procesados por torturas; ocurrió tras las brutales imágenes registradas en la comisaría de Gemes, en mayo de 2011, y ocurre en estos días, por el caso de Pichanal.

La gente está cansada de crímenes

Orán y San Martín tienen gravísimos problemas de inseguridad, derivados del narcotráfico, las patotas y el empleo clandestino que brinda el contrabando. La paralización del desarrollo rural, hace el resto. Luego del caso de torturas en Pichanal, el video causó repudio pero también apoyo al policía violento. Al mismo tiempo se conoció que el juez federal Raúl Reynoso había librado a 36 presos, acusados de delitos menores, por razones humanitarias. Una encuesta realizada en Orán mostró críticas a los jueces. “La mayoría de los liberados volvieron a delinquir, y ¿quién se hace cargo?”, opinó Rafael, cuya esposa fue acuchillada por un menor, que ya está en libertad. “El policía siente una frustración que se transforma en violencia; no lo justifico, pero la falta de Justicia es una de las causas” afirmó un oficial de la policía.

Claudia, comerciante que fue asaltada varias veces destacó que “en los barrios agreden a los policías con pedradas, dejándolos heridos pero ahí no salen los Derechos Humanos a defenderlos, ni a ellos ni a los vecinos que nos dedicamos a trabajar mientras ellos se adueñan de nuestra libertad”

Orán se está pareciendo a Medellín y a Harlem, arquetipos de la violencia en América. En la ciudad colombiana el número de asesinatos bajó de casi 4000 a 771, al cabo de un plan de desarrollo urbano que priorizó a los pobres. No eran, soluciones habitacionales, sino viviendas dignas.

El Harlem Children Zone es un emprendimiento educativo cuya meta es la inclusión. Los niños de las familias más vulnerables van al colegio diez horas diarias y se pone todo el esfuerzo para asegurar que la calle no sea su segunda casa. En la Argentina, está en la ley de educación, pero nadie le hace caso.

 

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