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“La patota de un diputado me dejó sin familia”

Jueves, 19 de septiembre de 2013 03:12

 “Yo que no he temblado ni ante la muerte, hoy debo comer de la mano de mi hermana”, así rompió un profundo silencio Roberto Fabián Giménez (50), silencio que lleva ya diez meses desde que la banda -según acusa- liderada por el hijo del diputado provincial Pedro Sández lo golpeara hasta dejarlo por muerto, detrás de la vieja estación de servicio de la localidad de El Quebrachal, corazón del departamento Anta.
Giménez, quien es vastamente conocido en el pueblo, donde lo llaman “El Gareca”, fue en el pasado una gloria del fútbol local, guardaespaldas de políticos y peón rural.
Estuvo viviendo en pareja hasta mediados del 2012, cuando debido a las lesiones neurológicas y a su impedimento para trabajar aceptó que su esposa y sus tres hijos se fueran a vivir a la provincia de Chaco.
Desde entonces perdió contacto con ellos.
“El último año de mi vida lo viví bajo los efectos de los ansiolíticos, cientos de pastillas me envenenaron solo para quitarme los dolores de cabeza”, aseguró el anteño.
“Durante meses me atendió mi mujer, después mi hermana.
Hoy vivo de una pensión por invalidez. A los cincuenta años estoy vencido, pero no puedo permitir que esta banda de delincuentes siempre se salga con la suya. Ayer fui yo, después el doctor Escobar, hace unos días ‘Titi’ Ruiz y mañana será otro.
Aquí si denunciás un atropello, habilitas la máquina de dar palos, después adónde te vas a quejar.
¿A la comisaría? No, ahí denunciás y te denuncian al ‘capo’. Este te manda la camioneta y te la dan”, se quejó. Al ser consultado de el porqué de la paliza que recibió, Roberto Fabián Giménez se sinceró: “Nosotros, los Giménez, nunca hemos sido bebés de pecho; casi todos hemos purgado condenas, algunos hasta 25 años por homicidio y otros delitos. Nuestra familia tiene amor por la lata y también por la pólvora. Pero nunca hemos sido patoteros.
A mí me golpearon entre seis, solo porque los denuncié por haber robado los postes de un alambrado en el que yo estaba trabajando para la señora Acosta, quien mantenía una discusión de propiedad porque Sández pretendía el lote de la mujer que me contrató. Ella me hizo alambrar, pero la banda se llevó los postes a la noche. Yo volví a alambrar y cuando cayeron le “até” una paliza a uno de ellos, los otros huyeron. Con esas pruebas los denunciamos y allí comenzó mi cuenta regresiva.
Hace diez meses atrás me esperaron que saliera de una timba, eran seis, con garrotes me dieron una paliza de perro ‘huevero’, me dieron por muerto. La Policía me alzó, pero no me llevó al hospital sino a mi casa, allí pretendieron tirarme en el fondo para que parezca un accidente, pero yo tenía un perro rottweiler que se enloqueció, por lo que me dejaron casi en la calle. Desde entonces la Policía allana mi casa todas las semanas en busca de armas para justificar una denuncia que me hizo el hijo del diputado por amenaza de muerte en contra mío. Yo perdí a mi esposa y a mis hijos. También parte de mi memoria, pero para ‘Ino’, por lo que me hizo, y por la impunidad que tiene, guardo rencor. Una ‘marca’ de hierro incandescente en el infierno de mi vida” , reflexionó.

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 “Yo que no he temblado ni ante la muerte, hoy debo comer de la mano de mi hermana”, así rompió un profundo silencio Roberto Fabián Giménez (50), silencio que lleva ya diez meses desde que la banda -según acusa- liderada por el hijo del diputado provincial Pedro Sández lo golpeara hasta dejarlo por muerto, detrás de la vieja estación de servicio de la localidad de El Quebrachal, corazón del departamento Anta.
Giménez, quien es vastamente conocido en el pueblo, donde lo llaman “El Gareca”, fue en el pasado una gloria del fútbol local, guardaespaldas de políticos y peón rural.
Estuvo viviendo en pareja hasta mediados del 2012, cuando debido a las lesiones neurológicas y a su impedimento para trabajar aceptó que su esposa y sus tres hijos se fueran a vivir a la provincia de Chaco.
Desde entonces perdió contacto con ellos.
“El último año de mi vida lo viví bajo los efectos de los ansiolíticos, cientos de pastillas me envenenaron solo para quitarme los dolores de cabeza”, aseguró el anteño.
“Durante meses me atendió mi mujer, después mi hermana.
Hoy vivo de una pensión por invalidez. A los cincuenta años estoy vencido, pero no puedo permitir que esta banda de delincuentes siempre se salga con la suya. Ayer fui yo, después el doctor Escobar, hace unos días ‘Titi’ Ruiz y mañana será otro.
Aquí si denunciás un atropello, habilitas la máquina de dar palos, después adónde te vas a quejar.
¿A la comisaría? No, ahí denunciás y te denuncian al ‘capo’. Este te manda la camioneta y te la dan”, se quejó. Al ser consultado de el porqué de la paliza que recibió, Roberto Fabián Giménez se sinceró: “Nosotros, los Giménez, nunca hemos sido bebés de pecho; casi todos hemos purgado condenas, algunos hasta 25 años por homicidio y otros delitos. Nuestra familia tiene amor por la lata y también por la pólvora. Pero nunca hemos sido patoteros.
A mí me golpearon entre seis, solo porque los denuncié por haber robado los postes de un alambrado en el que yo estaba trabajando para la señora Acosta, quien mantenía una discusión de propiedad porque Sández pretendía el lote de la mujer que me contrató. Ella me hizo alambrar, pero la banda se llevó los postes a la noche. Yo volví a alambrar y cuando cayeron le “até” una paliza a uno de ellos, los otros huyeron. Con esas pruebas los denunciamos y allí comenzó mi cuenta regresiva.
Hace diez meses atrás me esperaron que saliera de una timba, eran seis, con garrotes me dieron una paliza de perro ‘huevero’, me dieron por muerto. La Policía me alzó, pero no me llevó al hospital sino a mi casa, allí pretendieron tirarme en el fondo para que parezca un accidente, pero yo tenía un perro rottweiler que se enloqueció, por lo que me dejaron casi en la calle. Desde entonces la Policía allana mi casa todas las semanas en busca de armas para justificar una denuncia que me hizo el hijo del diputado por amenaza de muerte en contra mío. Yo perdí a mi esposa y a mis hijos. También parte de mi memoria, pero para ‘Ino’, por lo que me hizo, y por la impunidad que tiene, guardo rencor. Una ‘marca’ de hierro incandescente en el infierno de mi vida” , reflexionó.

Un historial de prepotencias

 Pedro Sández no es abogado, pero conoce los secretos de los tribunales al dedillo. Incluso, para sorpresas de los no avisados, integra el Consejo de la Magistratura, un territorio que comparte con el procurador Pablo López Viñals y el diputado Manuel Godoy. Los métodos de Sández son expeditivos y así lo supo el ministro de Salud Claudio Piorno, cuando el legslador le reclamó beneficios para un hospital ¡cuchillo en mano!.
Angel Alberto Ruiz sufrió una feroz paliza en las puertas de la comisaría de El Quebrachal, cuando pretendió denunciar a Ino por una agresión sufrida poco antes en las puertas de un baile. Casi con resignación contó: “Mire, aquí las denuncias contra esta gente se formalizan aquí y mueren en Gaona”, localidad colindante con El Quebrachal. “Yo creo que nunca llegan a la sede judicial de Metán. Todo pasa por un filtro de la policía, que al parecer llama a los acusados y les dan el nombre del denunciante, porque si no no se entiende el por qué de la salvaje represalia”. Ruiz deslizó que “conversando con un uniformado amigo, éste me dijo que es al vicio denunciar, porque de seguro nada va a pasar; terminan perjudicando al personal que les recibe las denuncia, porque seguramente será trasladado de castigo hacia alguna dependencia de la Puna o a Santa Victoria Oeste”.
En tanto, su hermano, Eduardo Ruiz dijo que El Quebrachal ya no es un pueblo de unos cuantos, es casi una ciudad y los métodos de un ‘todopoderoso’ hoy molestan a todos”.
 

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