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Francisco, el “pecador en el que el Señor ha puesto sus ojos”

Domingo, 22 de septiembre de 2013 03:08

A seis meses de estrenar su pontificado, Francisco, el Papa argentino, hizo méritos más que suficientes para ser considerado el personaje de la semana. Es que con sus dichos, planteó una verdadera revolución dentro de la Iglesia Católica.

La primera señal se conoció el martes, cuando trascendió a la prensa un diálogo del Papa con los sacerdotes de Roma en la basílica de San Gionvanni en Laterano. En ese encuentro, Francisco planteó la necesidad de buscar “otra vía, dentro de la justicia”, para las “segundas nupcias”, es decir, los católicos divorciados que se vuelven a casar.

El mensaje papal fue claro y directo. Planteó que “el problema no se puede reducir a si pueden tomar la comunión o no, ya que si se pone el debate en esos términos no se entiende lo que es el problema real”. Pero a contramano de la historia reciente de la Iglesia, que cerró las puertas a cualquier debate sobre los católicos divorciados, Bergoglio sostuvo que hay “responsabilidad de la Iglesia hacia las familias que viven esta situación”, e instó a buscar “formas nuevas y adecuadas para las personas a las que se dirige el mensaje pastoral”. Inesperadamente, llamó a dar una cálida bienvenida para que “los fieles puedan sentirse como en casa”.
La sorpresa por sus palabras habría de durar poco, ya que apenas unas horas más tarde, el jueves, nuevas declaraciones suyas iban a provocar una revolución aún mayor.

La entrevista

Las revistas de la Compañía de Jesús, la orden a la que pertenecía Bergoglio antes de ser elegido Papa, acordaron realizarle una entrevista en profundidad y publicarla en simultáneo en todas sus ediciones alrededor del mundo. Realizada por Antonio Spadaro, director de la revista Civilitá Cattolica, la entrevista refleja con crudeza el pensamiento del Papa y generó un debate sobre el que asistimos recién a los primeros cruces.

La primera revelación de la entrevista, que lo acerca al hombre común y lo aleja de la imagen de infalibilidad que caracteriza a los papas, fue su confesión de que es pecador. “Soy un pecador en el que el Señor ha puesto sus ojos. Y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador” afirmó con contundencia.

En un diálogo ameno con su entrevistador, Francisco confesó que su estilo de conducción cuando llegó a ser Provincial de los jesuitas fue brusco y autoritario, ya que no acostumbraba consultar con otros antes de tomar decisiones. “Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derecha”. Aclaró luego que “con el tiempo he aprendido muchas cosas”, e interpretó que ahora “yo creo que consultar es muy importante”.

Definiciones fuertes

Las definiciones más fuertes llegaron cuando el entrevistador preguntó a Francisco de qué tiene la Iglesia mayor necesidad en este momento.

“Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad para curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad” respondió. Y profundizó el concepto al expresar que “la Iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más importante es el anuncio primero: ¡Jesucristo te ha salvado! Y los ministros de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia”. Retomando la pregunta inicial, el Papa insistió: “Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes”.

Con esas palabras, el pontífice abrió la puerta a la inevitable pregunta sobre su postura acerca de los homosexuales. “La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal” definió; e insistió con un concepto que ya había utilizado luego de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil: “Si una persona homosexual tiene voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo” puntualizó.

El Papa también tuvo gestos de apertura para las mujeres que abortaron, se arrepienten y desean retomar la vida cristiana. “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”.

A continuación, desafió a la propia Iglesia: “Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante”.

Las reacciones

La extensa entrevista al Papa disparó fuertes reacciones en todos los ámbitos católicos del mundo. “Palabras revolucionarias” tituló el periódico italiano Il Corrierre della Sera, uno de los más influyentes de Italia.
Los especialistas tampoco salían de su asombro. “Rompe con las condenas de Juan Pablo II y Benedicto XVI”, expresó el vaticanista Marco Politi, al recalcar que pese a que va a contramano de sus predecesores, Francisco no pone en cuestión la tradicional doctrina de la Iglesia.

Desde el propio Il Corriere della Sera, el veterano periodista del Vaticano Luigi Accattoli advirtió que “es probable que al relanzar de una manera tan fuerte los principios del Concilio Vaticano II, se desate una ola de protestas dentro de la Iglesia contra las enseñanzas del pontífice”.

Otro vaticanista estadounidense, John Allen, recordó que “Francisco representa las mayorías silenciosas de la Iglesia, es decir a la mayoría moderada que no quiere cambiar las enseñanzas, pero sí el tono”, aunque interpretó que con sus definiciones, el papa perderá el apoyo de los sectores más conservadores de la Iglesia.
En definitiva, la semana que termina Francisco ha dado una vuelta de página a la historia reciente de la Iglesia y ha pedido una apertura de corazón.

La nueva Iglesia que impulsa deberá estar gobernada por la misericordia y el perdón, deberá abrir las puertas a aquellos que hasta ayer rechazaba y trabajar incansablemente para curar las heridas abiertas. “El que busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva” aseguró en su entrevista, y marcó un necesario camino hacia la evolución, respaldado en los más de 2.000 años de la historia de la Iglesia.

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A seis meses de estrenar su pontificado, Francisco, el Papa argentino, hizo méritos más que suficientes para ser considerado el personaje de la semana. Es que con sus dichos, planteó una verdadera revolución dentro de la Iglesia Católica.

La primera señal se conoció el martes, cuando trascendió a la prensa un diálogo del Papa con los sacerdotes de Roma en la basílica de San Gionvanni en Laterano. En ese encuentro, Francisco planteó la necesidad de buscar “otra vía, dentro de la justicia”, para las “segundas nupcias”, es decir, los católicos divorciados que se vuelven a casar.

El mensaje papal fue claro y directo. Planteó que “el problema no se puede reducir a si pueden tomar la comunión o no, ya que si se pone el debate en esos términos no se entiende lo que es el problema real”. Pero a contramano de la historia reciente de la Iglesia, que cerró las puertas a cualquier debate sobre los católicos divorciados, Bergoglio sostuvo que hay “responsabilidad de la Iglesia hacia las familias que viven esta situación”, e instó a buscar “formas nuevas y adecuadas para las personas a las que se dirige el mensaje pastoral”. Inesperadamente, llamó a dar una cálida bienvenida para que “los fieles puedan sentirse como en casa”.
La sorpresa por sus palabras habría de durar poco, ya que apenas unas horas más tarde, el jueves, nuevas declaraciones suyas iban a provocar una revolución aún mayor.

La entrevista

Las revistas de la Compañía de Jesús, la orden a la que pertenecía Bergoglio antes de ser elegido Papa, acordaron realizarle una entrevista en profundidad y publicarla en simultáneo en todas sus ediciones alrededor del mundo. Realizada por Antonio Spadaro, director de la revista Civilitá Cattolica, la entrevista refleja con crudeza el pensamiento del Papa y generó un debate sobre el que asistimos recién a los primeros cruces.

La primera revelación de la entrevista, que lo acerca al hombre común y lo aleja de la imagen de infalibilidad que caracteriza a los papas, fue su confesión de que es pecador. “Soy un pecador en el que el Señor ha puesto sus ojos. Y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador” afirmó con contundencia.

En un diálogo ameno con su entrevistador, Francisco confesó que su estilo de conducción cuando llegó a ser Provincial de los jesuitas fue brusco y autoritario, ya que no acostumbraba consultar con otros antes de tomar decisiones. “Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derecha”. Aclaró luego que “con el tiempo he aprendido muchas cosas”, e interpretó que ahora “yo creo que consultar es muy importante”.

Definiciones fuertes

Las definiciones más fuertes llegaron cuando el entrevistador preguntó a Francisco de qué tiene la Iglesia mayor necesidad en este momento.

“Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad para curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad” respondió. Y profundizó el concepto al expresar que “la Iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más importante es el anuncio primero: ¡Jesucristo te ha salvado! Y los ministros de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia”. Retomando la pregunta inicial, el Papa insistió: “Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes”.

Con esas palabras, el pontífice abrió la puerta a la inevitable pregunta sobre su postura acerca de los homosexuales. “La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal” definió; e insistió con un concepto que ya había utilizado luego de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil: “Si una persona homosexual tiene voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo” puntualizó.

El Papa también tuvo gestos de apertura para las mujeres que abortaron, se arrepienten y desean retomar la vida cristiana. “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”.

A continuación, desafió a la propia Iglesia: “Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante”.

Las reacciones

La extensa entrevista al Papa disparó fuertes reacciones en todos los ámbitos católicos del mundo. “Palabras revolucionarias” tituló el periódico italiano Il Corrierre della Sera, uno de los más influyentes de Italia.
Los especialistas tampoco salían de su asombro. “Rompe con las condenas de Juan Pablo II y Benedicto XVI”, expresó el vaticanista Marco Politi, al recalcar que pese a que va a contramano de sus predecesores, Francisco no pone en cuestión la tradicional doctrina de la Iglesia.

Desde el propio Il Corriere della Sera, el veterano periodista del Vaticano Luigi Accattoli advirtió que “es probable que al relanzar de una manera tan fuerte los principios del Concilio Vaticano II, se desate una ola de protestas dentro de la Iglesia contra las enseñanzas del pontífice”.

Otro vaticanista estadounidense, John Allen, recordó que “Francisco representa las mayorías silenciosas de la Iglesia, es decir a la mayoría moderada que no quiere cambiar las enseñanzas, pero sí el tono”, aunque interpretó que con sus definiciones, el papa perderá el apoyo de los sectores más conservadores de la Iglesia.
En definitiva, la semana que termina Francisco ha dado una vuelta de página a la historia reciente de la Iglesia y ha pedido una apertura de corazón.

La nueva Iglesia que impulsa deberá estar gobernada por la misericordia y el perdón, deberá abrir las puertas a aquellos que hasta ayer rechazaba y trabajar incansablemente para curar las heridas abiertas. “El que busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva” aseguró en su entrevista, y marcó un necesario camino hacia la evolución, respaldado en los más de 2.000 años de la historia de la Iglesia.

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