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Pepe Cibrián: “Soy lo que soy, me pueden aceptar o no”

Domingo, 29 de septiembre de 2013 02:50

A Pepe Cibrián hay que reconocerle, además de su talento como director, actor y guionista teatral, su capacidad para achicar distancias. A veces logra ese efecto disparando referencias que lo aproximan cálidamente a su interlocutor: “Salta es un lugar maravilloso. Hace tres años fuimos con Santiago, mi pareja, y recorrimos varios lugares buscando un terreno para comprar. Vimos unos preciosos pasando San Lorenzo. Era un lugar entre cerros, atravesado por un arroyo. Hermoso. También vamos seguido a Cafayate. Me encanta”, le dijo el miércoles a El Tribuno, por teléfono, desde un rincón de la Toscana (Italia). Otras veces lo logra con vehemencia y descaro, derribando los muros que suelen levantar los otros. Lo hizo, por ejemplo, cuando contó su historia personal y atizó conciencias en el Senado de la Nación, en pleno debate por el matrimonio igualitario.

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A Pepe Cibrián hay que reconocerle, además de su talento como director, actor y guionista teatral, su capacidad para achicar distancias. A veces logra ese efecto disparando referencias que lo aproximan cálidamente a su interlocutor: “Salta es un lugar maravilloso. Hace tres años fuimos con Santiago, mi pareja, y recorrimos varios lugares buscando un terreno para comprar. Vimos unos preciosos pasando San Lorenzo. Era un lugar entre cerros, atravesado por un arroyo. Hermoso. También vamos seguido a Cafayate. Me encanta”, le dijo el miércoles a El Tribuno, por teléfono, desde un rincón de la Toscana (Italia). Otras veces lo logra con vehemencia y descaro, derribando los muros que suelen levantar los otros. Lo hizo, por ejemplo, cuando contó su historia personal y atizó conciencias en el Senado de la Nación, en pleno debate por el matrimonio igualitario.

Esta semana se presentó en Salta “El jorobado de París”, una de las primeras obras que Pepe Cibrián escribió y dirigió con ese toque de dramatismo y romanticismo que lo caracteriza. El musical salió de gira en su vigésimo aniversario. La puesta fue una vez más -suele suceder con los musicales de Pepe y Angel Mahler- un placer para los sentidos.

“El Quasimodo que yo imaginé es un personaje sabio que mira el mundo desde el campanario. Desde allí arriba puede ver lo que otros no ven. Sabe de su "fealdad' y se queja ante Dios porque se siente prisionero de ella, pero no advierte que en realidad él es mucho más libre que muchos humanos que pasan por abajo, como hormigas, presos de vidas mediocres y grises”, resume Cibrián desde el otro lado de la línea. Ese otro extremo es una villa ubicada, entre las colinas de la Toscana, cerca del pueblito amurallado de San Gimignano.

Pepe está allí de paseo, acompañando a su tía Carmen, hermana de su madre, la inolvidable Ana María Campoy. “Mi tía tiene 83 años y está fantástica. Camina poco y se mueve fundamentalmente en silla de ruedas, pero tiene una energía desbordante”, cuenta el autor y director de “Drácula”, “Acá no se fuma”, “Excalibur” y “Dorian Gray”, entre otras obras que refundaron el género del teatro musical en el país.

El niño que jugaba a ser faraón colgándose alhajas de utilería que le prestaba su abuela, hoy lleva sus propias ruidosas pulseras. El destino que lo hizo nacer de casualidad en La Habana, en medio de una gira de sus padres (José Cibrián y Ana María), le sigue regalando la dicha de ser un viajero incansable. “Estoy feliz. Este viaje es una pausa. Reponer "El Jorobado...' después de 20 años me hace mirar atrás y reconozco que han cambiado muchas cosas. Mi visión de la vida hoy no es la misma que en el 93. Y creo que estoy mejor que hace 20 años. He pasado por buenas y malas experiencias. Además me he jugado por mi postura, hablando al país a través del Senado. Mi postura frente a esta obra basada en el clásico de Víctor Hugo es menos ingenenua. Quizás hoy encuentro connotaciones más profundas, ligadas a los deseos del hombre”, reconoció Cibrián.

Ciertamente, tras convertirse en el referente indiscutible de la comedia musical argentina, en 2010 “Pepito” se expuso valientemente ante la opinión pública al salir a defender en el mismísimo Congreso de la Nación la entonces todavía en ciernes ley de matrimonio igualitario. Su honesta alocución tuvo como remate un fragmento de su obra “Marica”, vibrante unipersonal que denuncia, conmueve y provoca. El texto se basa en un diálogo ficcional (imaginado por Cibrián) entre el escritor español Federico García Lorca y su verdugo, horas previas a su fusilamiento. Pero el texto se ramifica en poesía y termina hablando también del alma, el arte, la creatividad, la grandeza de aquellos que a través de sus obras, sus ideas y aun a costa de su propia vida, modificaron la gris historia de la humanidad. “García Lorca era un personaje muy "cotidiano' para mí porque mis abuelos paternos habían sido amigos de él y siempre lo nombraban. A su casa llegaban muchos refugiados, como Rafael Alberti, y yo escuchaba a todos estos personajes hablar, entre otras cosas, de Federico, del horror, de lo que habían vivido. Entonces tuve muchos deseos de escribir algo sobre García Lorca y se me ocurrió la idea de imaginar cómo habrían sido las dos últimas horas entre Federico y su asesino”.

Salvando mil distancias, el Quasimodo de Víctor Hugo y el Federico fusilado durante la Guerra Civil española, tienen algo en común: ambos fueron condenados por ser distintos. De alguna manera, Pepe también se mira en ese espejo, pero no se detiene a esperar las balas. Básicamente, porque no tiene miedo. Este sentimiento sobrevivie, pero en otros. “La base del prejuicio suele ser el miedo. El miedo a quien es distinto. En nuestro país hay sociedades más conservadoras que otras. Indudablemente Salta tiene esa característica que la diferencia de otras ciudades como Capital Federal, Rosario o Córdoba. Igual, los prejuicios nunca desaparecen del todo. En EEUU tienen un presidente negro pero eso no significa que todos los americanos acepten a los negros. Yo creo que si el Papa Francisco dice que él no es quién para juzgar a los homosexuales, menos deberían juzgarnos los que dicen ser religiosos. Hay que pelear por los ideales, pero yo no voy a defender lo que soy. Soy lo que soy: me pueden aceptar o no. La ley no ha modificado por completo la sociedad. Lo que sí ha logrado es resaltar que "discriminar' es una mala palabra. Por eso hay mucha gente que se cuida de hablar públicamente, aunque en sus círculos íntimos sigan expresando rechazo”, opinó Cibrián.

Antes de colgar, Pepe agradece la llamada. En general, es un tipo agradecido con la vida: “Cumplí casi todos mis sueños. Sólo quiero seguir formando gente y quiero tener una existencia más contemplativa. Recorrer más mi parque, ver crecer a mis perros; compartir viajes con Santiago y tener tiempo. En ese sentido, yo tengo algo que mis padres no tuvieron en su puta vida: la posibilidad de decir "no' a una oferta laboral. Nunca pudieron darse ese gusto porque había que comer. ­Los tengo tan presentes a ambos! Siempre les pido cosas. Siento que están en una especie de superpullman de un teatro, mirándome y cuidándome. Ellos, mis abuelos y los dos perros que se me murieron están ahí (porque los perros también tienen alma y van al cielo, qué joder). Siguen vivos porque la única muerte es el olvido”.

 

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