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Pedro Luis Barcia: Los chicos han ido reduciendo cada vez más su capacidad expresiva

Domingo, 16 de noviembre de 2014 00:10
Para el académico, expresidente de la Academia Argentina de Letras y actual titular de la Academia Nacional de Letras, Pedro Luis Barcia, la enseñanza de la lengua es todavía de un rol fundamental para el crecimiento educativo. Tan importante como conocer las expresiones propias de los adolescentes para acercarse a ellos. "Comunicación y adolescencia" es la charla que vino a dar a Salta, la semana pasada, para intentar dilucidar el problema que educadores y padres encuentran para establecer un diálogo con los jóvenes de hoy. Fue invitado por la también doctora Susana Martorell de Laconi por los 25 años del colegio Santa Teresa, y la presentación de su libro sobre Gemes. Fue en ese contexto que habló con El Tribuno en extenso.

¿Cómo deben enfrentar hoy los educadores la comunicación con el adolescente?
Es claro que el adolescente está cada vez más retraído para hablar con los mayores. Por eso, en la educación lo primero que tiene que hacer un docente es conocer aquellas características propias del adolescente con las cuales va a tener que lidiar para establecer un contacto y a partir de ahí el diálogo. Por una simple razón: porque el diálogo es la vía más efectiva para transmitir cualquier conocimiento. Allan Bloom decía que "la educación es socrática o no lo es", o dialoga o no lo es.

¿Qué papel juega entonces su lenguaje propio?
Una de las cosas fundamentales que practicamos es el preocuparse por su lenguaje. En nuestra cátedra de la Universidad Austral, cada dos años hacemos un relevamiento de las expresiones o palabras que utilizan. Cuando les mostrás que vos analizás cómo ellos hablan, prestan más atención y es una forma de centrar su interés.

¿Su propio vocabulario, hace a la lengua más pobre o vulgar?
Ese es otro problema. A mí me preocupa poco el hecho de que la lengua sea vulgar porque es una lengua que se descalifica sola. Está por ejemplo el hábito de la puteada que la radio ha impuesto en nuestro país, al punto que cada vez tiene menos contundencia. Por eso hace poco publiqué un artículo en defensa de la puteada porque no se puede estar matando mosquitos con bazuca. Al contrario, hay que reservarla para momentos categóricos para que caiga como munición pesada.Pero más grave que esto, es el empobrecimiento verbal. Los chicos han ido reduciendo cada vez más su capacidad expresiva. Y el hombre piensa mediante palabras. Concepto y palabra van articulados. Entonces, si el hombre conoce mayor cantidad de palabras que corresponden a conceptos tiene una mayor flexibilidad mental y puede pensar con más riqueza. Es grave el hecho de que los chicos vayan perdiendo la capacidad expresiva porque en la medida en que se les estrecha el idioma se les estrecha el mundo intelectual.

¿Esto se ciñe a la materia de Literatura?
No. Es un error entender que la lengua es una materia exclusiva de los profesores que la dictan. En primer lugar, todo profesor es un profesor de lengua en el sentido de que todo lo que hace en clase es un modelo permanente para el chico. Si el muchacho ve únicamente programas de chimentos o de discusiones estériles en televisión o algún divertimento ridículo, empobrece su léxico. En realidad, los maestros están enseñando a hablar cada vez que se dirigen a los alumnos y por lo tanto la Lengua es una ocupación de la totalidad del profesorado.
¿Hubo un retroceso en la docencia a la hora de colaborar con este problema?

La calidad educativa consiste en llevar a un hombre a pasar de ser un individuo a una persona. Ese tránsito es la labor de la educación. ¿Y qué significa una persona? Un hombre que sepa expresarse con claridad, con precisión, que piense por sí mismo, que tenga pensamiento crítico, autoestima, coherencia en lo que dice. Todo eso es un hombre íntegro. Ahora, acá, la formación de la Lengua es uno de los ejes fundamentales. En segundo lugar, el discurso le da a la persona la inclusión social, la cual comienza por el lenguaje.
Por eso importa que el chico tenga la capacidad de hablar y decir lo que piensa y siente para lo cual la escuela debiera practicar algo que no desarrolla: la práctica de la oralidad. La oralidad es una de las cenicientas de la educación porque todo se lo lleva la lectoescritura.
Platón decía "el discurso tiene la espada", es decir que tiene la fuerza. Y en una democracia eso significa también la capacidad de convencimiento.

Sin embargo, hay quienes sostienen hoy con más fuerza que la educación es hoy "enseñar a aprender" dado que cualquier contenido está al alcance de la mano.
Leopoldo Lugones en 1910 escribe un libro llamado "Didáctica" donde dice que la educación tiene que lograr que el chico sea autodidacta, que aprenda a aprender solo. Ahora no todo esto es la educación. Porque se necesita todo un proceso de adiestramiento del chico, de motivación y acompañamiento docente hasta que aprenda a aprender. Porque en realidad, el primer objetivo de la educación es que aprenda a ser; luego, que aprenda a saber. La educación enseña al hombre a insertarse creativa y productivamente en la vida y lo último sería aprender a aprender, que sí será el motor para toda la vida. Eso a veces no se da en la educación porque el profesor está muy acostumbrado a darle papilla al muchacho. Es decir, le dan papilla premasticada y no lo enfrentan con el problema que es lo que realmente lo hace reflexivo. Y la idea es sugerirle que frente a un problema tiene que encontrar una solución. Y la solución no es saltar el problema.

Más allá de la responsabilidad de los educadores, ¿las herramientas digitales no empeoran el problema?
El mundo digital, como sabemos, es el cielo y el infierno. Porque en el mundo digital encontrás cómo hacer una monografía y cómo hacer una bomba casera o una mezcla de drogas. Todo está en Internet, excepto los actitudinales. Porque los actitudinales hay que gestarlos en cada persona, enseñándoles a reaccionar frente a la realidad. Y, si se trata de aprender solo a través Internet, está demostrado que el chico que tiene cierta técnica pero llega un punto en que no evoluciona más, que le faltan elementos como la capacidad de pensamiento crítico, qué fuente es mejor que otra. Lo que nunca puede substituirse en la educación es al docente quien tiene por función, no manejar todo los recursos electrónicos que tiene el alumno, sino también guiarlo.

¿Cómo valora la última edición del "Diccionario de la lengua española"?
Desde la última edición se han incorporado casi cinco mil vocablos, pero el enriquecimiento fue otro. En primer lugar se incorporaron vocablos aportados por las distintas academias hispanoparlantes; por otra parte se lo ha limpiado de palabras ya casi impracticables -cerca de dos mil- y por último este diccionario dejó de lado esa insistencia de series anteriores por la etimología, un campo difícil de definir. Lo que le está faltando es un diccionario de abreviaturas generales.
Otro aporte interesante es la cantidad de anglicismos que se han incorporado en sus dos tipos: crudos y adaptados. No hay que tener temor en castellanizar las palabras inglesas siempre que se hagan de acuerdo a una adaptación propia de nuestro idioma.

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Para el académico, expresidente de la Academia Argentina de Letras y actual titular de la Academia Nacional de Letras, Pedro Luis Barcia, la enseñanza de la lengua es todavía de un rol fundamental para el crecimiento educativo. Tan importante como conocer las expresiones propias de los adolescentes para acercarse a ellos. "Comunicación y adolescencia" es la charla que vino a dar a Salta, la semana pasada, para intentar dilucidar el problema que educadores y padres encuentran para establecer un diálogo con los jóvenes de hoy. Fue invitado por la también doctora Susana Martorell de Laconi por los 25 años del colegio Santa Teresa, y la presentación de su libro sobre Gemes. Fue en ese contexto que habló con El Tribuno en extenso.

¿Cómo deben enfrentar hoy los educadores la comunicación con el adolescente?
Es claro que el adolescente está cada vez más retraído para hablar con los mayores. Por eso, en la educación lo primero que tiene que hacer un docente es conocer aquellas características propias del adolescente con las cuales va a tener que lidiar para establecer un contacto y a partir de ahí el diálogo. Por una simple razón: porque el diálogo es la vía más efectiva para transmitir cualquier conocimiento. Allan Bloom decía que "la educación es socrática o no lo es", o dialoga o no lo es.

¿Qué papel juega entonces su lenguaje propio?
Una de las cosas fundamentales que practicamos es el preocuparse por su lenguaje. En nuestra cátedra de la Universidad Austral, cada dos años hacemos un relevamiento de las expresiones o palabras que utilizan. Cuando les mostrás que vos analizás cómo ellos hablan, prestan más atención y es una forma de centrar su interés.

¿Su propio vocabulario, hace a la lengua más pobre o vulgar?
Ese es otro problema. A mí me preocupa poco el hecho de que la lengua sea vulgar porque es una lengua que se descalifica sola. Está por ejemplo el hábito de la puteada que la radio ha impuesto en nuestro país, al punto que cada vez tiene menos contundencia. Por eso hace poco publiqué un artículo en defensa de la puteada porque no se puede estar matando mosquitos con bazuca. Al contrario, hay que reservarla para momentos categóricos para que caiga como munición pesada.Pero más grave que esto, es el empobrecimiento verbal. Los chicos han ido reduciendo cada vez más su capacidad expresiva. Y el hombre piensa mediante palabras. Concepto y palabra van articulados. Entonces, si el hombre conoce mayor cantidad de palabras que corresponden a conceptos tiene una mayor flexibilidad mental y puede pensar con más riqueza. Es grave el hecho de que los chicos vayan perdiendo la capacidad expresiva porque en la medida en que se les estrecha el idioma se les estrecha el mundo intelectual.

¿Esto se ciñe a la materia de Literatura?
No. Es un error entender que la lengua es una materia exclusiva de los profesores que la dictan. En primer lugar, todo profesor es un profesor de lengua en el sentido de que todo lo que hace en clase es un modelo permanente para el chico. Si el muchacho ve únicamente programas de chimentos o de discusiones estériles en televisión o algún divertimento ridículo, empobrece su léxico. En realidad, los maestros están enseñando a hablar cada vez que se dirigen a los alumnos y por lo tanto la Lengua es una ocupación de la totalidad del profesorado.
¿Hubo un retroceso en la docencia a la hora de colaborar con este problema?

La calidad educativa consiste en llevar a un hombre a pasar de ser un individuo a una persona. Ese tránsito es la labor de la educación. ¿Y qué significa una persona? Un hombre que sepa expresarse con claridad, con precisión, que piense por sí mismo, que tenga pensamiento crítico, autoestima, coherencia en lo que dice. Todo eso es un hombre íntegro. Ahora, acá, la formación de la Lengua es uno de los ejes fundamentales. En segundo lugar, el discurso le da a la persona la inclusión social, la cual comienza por el lenguaje.
Por eso importa que el chico tenga la capacidad de hablar y decir lo que piensa y siente para lo cual la escuela debiera practicar algo que no desarrolla: la práctica de la oralidad. La oralidad es una de las cenicientas de la educación porque todo se lo lleva la lectoescritura.
Platón decía "el discurso tiene la espada", es decir que tiene la fuerza. Y en una democracia eso significa también la capacidad de convencimiento.

Sin embargo, hay quienes sostienen hoy con más fuerza que la educación es hoy "enseñar a aprender" dado que cualquier contenido está al alcance de la mano.
Leopoldo Lugones en 1910 escribe un libro llamado "Didáctica" donde dice que la educación tiene que lograr que el chico sea autodidacta, que aprenda a aprender solo. Ahora no todo esto es la educación. Porque se necesita todo un proceso de adiestramiento del chico, de motivación y acompañamiento docente hasta que aprenda a aprender. Porque en realidad, el primer objetivo de la educación es que aprenda a ser; luego, que aprenda a saber. La educación enseña al hombre a insertarse creativa y productivamente en la vida y lo último sería aprender a aprender, que sí será el motor para toda la vida. Eso a veces no se da en la educación porque el profesor está muy acostumbrado a darle papilla al muchacho. Es decir, le dan papilla premasticada y no lo enfrentan con el problema que es lo que realmente lo hace reflexivo. Y la idea es sugerirle que frente a un problema tiene que encontrar una solución. Y la solución no es saltar el problema.

Más allá de la responsabilidad de los educadores, ¿las herramientas digitales no empeoran el problema?
El mundo digital, como sabemos, es el cielo y el infierno. Porque en el mundo digital encontrás cómo hacer una monografía y cómo hacer una bomba casera o una mezcla de drogas. Todo está en Internet, excepto los actitudinales. Porque los actitudinales hay que gestarlos en cada persona, enseñándoles a reaccionar frente a la realidad. Y, si se trata de aprender solo a través Internet, está demostrado que el chico que tiene cierta técnica pero llega un punto en que no evoluciona más, que le faltan elementos como la capacidad de pensamiento crítico, qué fuente es mejor que otra. Lo que nunca puede substituirse en la educación es al docente quien tiene por función, no manejar todo los recursos electrónicos que tiene el alumno, sino también guiarlo.

¿Cómo valora la última edición del "Diccionario de la lengua española"?
Desde la última edición se han incorporado casi cinco mil vocablos, pero el enriquecimiento fue otro. En primer lugar se incorporaron vocablos aportados por las distintas academias hispanoparlantes; por otra parte se lo ha limpiado de palabras ya casi impracticables -cerca de dos mil- y por último este diccionario dejó de lado esa insistencia de series anteriores por la etimología, un campo difícil de definir. Lo que le está faltando es un diccionario de abreviaturas generales.
Otro aporte interesante es la cantidad de anglicismos que se han incorporado en sus dos tipos: crudos y adaptados. No hay que tener temor en castellanizar las palabras inglesas siempre que se hagan de acuerdo a una adaptación propia de nuestro idioma.

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