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25 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Las chicas rechazadas en el cabaret

Sabado, 26 de abril de 2014 12:09

La historia que les voy a contar sé que es muy delicada, más aún en nuestros tiempos donde el cabaret está relacionado con la trata de personas. Pero mi intención es solo rescatar anécdotas de un tiempo que ya no volverá.
Ya sé que hay muchos que dicen: “Yoooo, nunca”. Está bien, respeto esa posición, pero también respeto a los que no se avergüenzan y sacan pecho de haber conocido la Salta de noche y cuentan sus anécdotas, que seguramente serán miles entre los parroquianos que caminaron la noche salteña.
Estando en un campamento de pesca paré bien las pailas sobre una anécdota ocurrida por dos conocidos protagonista de este deporte. Esto sucedió en 1952, cuando en Tartagal “el Tucumano” y “la Vieja” emprendieron una aventura propia de jóvenes.
Ellos siempre estaban presentes los sábados y domingos en el bailable tartagalense del Club Belgrano rodeados de muchas mesas, sillas y damas jóvenes, bien parecidas, hermosos vestidos y siluetas 90-60-90.
Ellos eran muy amigos, decían ser solteros y manejaban buen dinero, lo que provocaba la mirada de las damiselas.
Ellos contaban la historia de que en Pocitos boliviano había un cabaret donde las chicas ganaban mucha plata solo bailando y haciendo que le paguen copas.
Varias chicas quisieron conocer el negocio y la dupla las llevaron y presentaron.
Pero la aventura duró poco, un día la Vieja le dijo al Tucumano: “Estamos en lío hermano, la dueña del cabaret nos devolvió tres chicas y hay que pagar todos los gastos”. Y explicó: “Ellas entraban al baño de varones y orinaban de paradas”. ¡Cuimba!
Eso fue suficiente para que la dueña del cabaret les dijera que prescindía de sus servicios y así fue como se fundieron y buscaron el mango trabajando.
En el campamento de pesca sobraron las carcajadas y las bromas porque no supieron hacer la distinción entre una dama y un mariquita.
Ojo, que nadie se sienta ofendido, solo quiero contar cosas de nuestra Salta que nadie o casi nadie se atreve por temor a que lo cataloguen de vulgar.

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La historia que les voy a contar sé que es muy delicada, más aún en nuestros tiempos donde el cabaret está relacionado con la trata de personas. Pero mi intención es solo rescatar anécdotas de un tiempo que ya no volverá.
Ya sé que hay muchos que dicen: “Yoooo, nunca”. Está bien, respeto esa posición, pero también respeto a los que no se avergüenzan y sacan pecho de haber conocido la Salta de noche y cuentan sus anécdotas, que seguramente serán miles entre los parroquianos que caminaron la noche salteña.
Estando en un campamento de pesca paré bien las pailas sobre una anécdota ocurrida por dos conocidos protagonista de este deporte. Esto sucedió en 1952, cuando en Tartagal “el Tucumano” y “la Vieja” emprendieron una aventura propia de jóvenes.
Ellos siempre estaban presentes los sábados y domingos en el bailable tartagalense del Club Belgrano rodeados de muchas mesas, sillas y damas jóvenes, bien parecidas, hermosos vestidos y siluetas 90-60-90.
Ellos eran muy amigos, decían ser solteros y manejaban buen dinero, lo que provocaba la mirada de las damiselas.
Ellos contaban la historia de que en Pocitos boliviano había un cabaret donde las chicas ganaban mucha plata solo bailando y haciendo que le paguen copas.
Varias chicas quisieron conocer el negocio y la dupla las llevaron y presentaron.
Pero la aventura duró poco, un día la Vieja le dijo al Tucumano: “Estamos en lío hermano, la dueña del cabaret nos devolvió tres chicas y hay que pagar todos los gastos”. Y explicó: “Ellas entraban al baño de varones y orinaban de paradas”. ¡Cuimba!
Eso fue suficiente para que la dueña del cabaret les dijera que prescindía de sus servicios y así fue como se fundieron y buscaron el mango trabajando.
En el campamento de pesca sobraron las carcajadas y las bromas porque no supieron hacer la distinción entre una dama y un mariquita.
Ojo, que nadie se sienta ofendido, solo quiero contar cosas de nuestra Salta que nadie o casi nadie se atreve por temor a que lo cataloguen de vulgar.

¡Ya vuá volvé!

 

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