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Lo atamo con alambre, lo atamo

Domingo, 27 de abril de 2014 01:55

Lo único que nos diferencia a los argentinos del resto de los mortales del planeta (si no mencionamos nuestros inauditos grados de corrupción, inseguridad, pobreza, insuficiencias educacionales, habitacionales, inflación, etc.) es nuestra genial capacidad de improvisación. 

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Lo único que nos diferencia a los argentinos del resto de los mortales del planeta (si no mencionamos nuestros inauditos grados de corrupción, inseguridad, pobreza, insuficiencias educacionales, habitacionales, inflación, etc.) es nuestra genial capacidad de improvisación. 

Eso: somos unos improvisados todo terreno. 
Desde “tirar manteca al techo” en la década del veinte, al “viento de cola” de esta última década, no hemos hecho más que aprovecharnos de la coyuntura, sin demostrar el menor resquemor por el futuro y las generaciones venideras. 
La frase láctea de la manteca se le atribuye, erróneamente, a un playboy argentino “Macoco Alzaga”, quien practicaba el arrojadizo deporte en el “Maxims” de París. 
Como era de esperar de un buen improvisador argentino, murió en medio de estrecheces económicas (no terminó manejando un taxi, por lo que hubiera variado su calificación de “boy”).

Las fotos que acompañan esta nota no son necesariamente sacadas en Argentina, pero merecerían serlo.

Salud y seguridad en el trabajo

La OIT resolvió conmemorar cada 28 de abril el Día de las Víctimas Laborales, luego lo adoptó como Día de la Salud y la Seguridad en el Trabajo. Por su parte, en Argentina se fijó el 21 de abril como día nacional para similar evocación; ello en razón de que en ese día del año 1972, se sancionó la ley de Higiene y Seguridad en el Trabajo (Nº19557), que aún nos rige a 42 años de su promulgación. 
También la semana próxima se conmemora la Semana de la Higiene y la Seguridad. 
Como se ve, no andamos muy bien a la hora de prevenir, pero en la agenda de conmemoraciones estamos diez puntos.

Una muerte cada quince segundos. Seis mil por día. El trabajo es más letal que las guerras. También hiere y mutila. Anualmente se registran casi 300 millones de accidentes, 400.000 de los cuales son mortales; 30.000 niños (que se supone deberían estar en la escuela) mueren anualmente. Estos infortunios se producen por negligencia, no por fatalidad. La Organización Internacional del Trabajo (que difundió los datos mencionados) estima que muchos de esos dramas podrían evitarse.

No es que no existan normas al respecto sino que se las viola. 
No es consecuencia de la pobreza sino de la falta de prevención. 
Con total irresponsabilidad se sigue todavía poniendo gratuitamente en peligro la vida de los trabajadores. El medio ambiente también corre peligro.

El hombre orquesta

Otra costumbre argentina es honrar solo a los héroes militares y relegar a los héroes civiles. 
Pocos recuerdan a Juan Bialet Massé (fallecido también un 22 de abril, de 1907). Sin embargo, se trata de un verdadero pionero en materia de prevención de riesgos de trabajo. Lo hizo desde su triple titulación de abogado, médico e ingeniero. Se destacó en las tres disciplinas: como ingeniero construyó el dique San Roque y reinventó la cal hidratada, como médico escribió el primer tratado de anatomía que sirvió a generaciones de estudiantes de medicina y como abogado elaboró complejas teorías en torno a la responsabilidad civil en materias de accidentes de trabajo.

Pero su trabajo cumbre, en materia social, fue su “Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior del país”, que -precisamente- hace ciento diez años (el 30 de abril de 1904) presentó al entonces ministro del Interior, Joaquín V. González, sirviendo de base para el primer proyecto argentino de la Ley Nacional de Trabajo. 
El informe denunciaba, entre otras cosas que “Los talleres de herrería y carpintería de Rosario, como los de Tucumán, presentan el abuso máximo de los niños. Hay un verdadero exceso de aprendices a los que se hace trabajar como hombres”. 
Con respecto al trabajo de los aborígenes, indicó: “El maltrato, el vale, la proveeduría, la balanza fraudulenta, y sin control, son los medios generalmente empleados, las formas del abuso. Pero hay que fijarse bien que no se trata sino de la explotación del trabajo, que es extrema en el indio, aprovechando su ignorancia, el antagonismo de raza y su orfandad”.

La peor ley en Argentina

La referida ley de Higiene y Seguridad en el Trabajo debería haber sido complementada por una eficaz normativa en materia de prevención y reparación de accidentes de trabajo. Con esa expectativa, en 1995, se sancionó la Ley de Riesgos de Trabajo (LRT). Pero los resultados fueron nefastos: en la historia legislativa argentina ha sido la ley que ha cosechado más declaraciones de inconstitucionalidad, de todos los tribunales del país, incluyendo a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Los “parches” con que inconstitucionalmente ha sido remendada la ley, no hicieron sino agravar su desgraciado texto. (Me di el gusto: hace varias notas estoy buscando dónde colocar la palabrita “inconstitucionalmente”, que con sus 21 letras es la más larga del idioma castellano, creo).

Debe reconocerse que en la última década el kirchnerismo ha dictado una serie importante de leyes beneficiosas para el trabajador. 
Por la misma razón sorprende la defensa obcecada de una ley del menemismo que privilegia el negocio de las ART sobre la salud de los trabajadores. 
La ley le encomienda a las ART las indelegables funciones de prevención que tiene el Estado, es como meter el zorro a cuidar las gallinas. Somos el único país del mundo que ha puesto la salud de los trabajadores en manos de empresas con fines de lucro.

Cuando se quiebra la salud de un trabajador, es inútil que intentemos atarlo con alambre.

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