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Doña Julia y su lección de vida

Jueves, 01 de mayo de 2014 20:56

Doña Julia Madrazo y don Juan Muñoz, un canto a la vida. Ese fue el título de una columna que escribí tras una reunión de despedida de año en el Círculo de Pescadores. En esa oportunidad ellos cumplían 68 años de casados. A poquito de cumplir los 70 años de esa hermosa unión asistí a la despedida de don Juan, quién sabe adónde, que cerró su vida terrenal a los 95 años. En esa primera columna decía que la vida nos depara sorpresas que reconfortan el corazón con momentos gratos en los lugares menos pensados. Don Juan, en esa oportunidad, habló lo necesario y después dijo: “Julia, mi esposa, podrá decirles mucho más, porque ella estuvo a mi lado casi toda la vida y conoce todo lo que hice”. Ahora va la segunda parte. ¿Cómo puede salir uno de la despedida de un amigo?, les pido perdón, pero les digo que salí con otra lección de vida y con el corazón a punto de estallar de emoción. Es que doña Julia es pura ternura, fortaleza y sabiduría. Nos tomamos de la mano y bebí de su fuente: “Fuimos millonarios de afecto, queridos en todos los lugares donde nos conocieron. El fue muy respetado y en el barrio hasta me dijeron que ese molde de marido ya se rompió. Su única actividad fuera de la vida familiar fue el Círculo de Pescadores, que nos festejó los 60 años de casados y que no olvidaré nunca. Hasta su peluquero fue a casa a hacerle el último corte y no quiso cobrar porque era su pacto, un gesto que enorgullece y llena el alma. El era muy apegado a mí, todo me preguntaba, y yo le decía que él tenía y voz y voto en casa, pero al final se hacía como yo decía”, y esboza una sonrisa de picardía. Con una fortaleza tremenda doña Julia despidió a su compañero de toda la vida con una consigna: “No voy a bajar los brazos, seguiré hasta que Dios quiera”. Sin dudas un gran homenaje a don Juan. Esta columna es para usted doña Julia, está escrita con el corazón en la mano por una nueva lección de vida que me dio”. Ahh, faltaba contarles que la primera columna que escribí la tiene en un cuadro en su casa, obsequiada por el Círculo de Pescadores, y ella dice con orgullo: “Todos las leen y el que pasa de largo hago que la mire”. ¡Qué orgullo!

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Doña Julia Madrazo y don Juan Muñoz, un canto a la vida. Ese fue el título de una columna que escribí tras una reunión de despedida de año en el Círculo de Pescadores. En esa oportunidad ellos cumplían 68 años de casados. A poquito de cumplir los 70 años de esa hermosa unión asistí a la despedida de don Juan, quién sabe adónde, que cerró su vida terrenal a los 95 años. En esa primera columna decía que la vida nos depara sorpresas que reconfortan el corazón con momentos gratos en los lugares menos pensados. Don Juan, en esa oportunidad, habló lo necesario y después dijo: “Julia, mi esposa, podrá decirles mucho más, porque ella estuvo a mi lado casi toda la vida y conoce todo lo que hice”. Ahora va la segunda parte. ¿Cómo puede salir uno de la despedida de un amigo?, les pido perdón, pero les digo que salí con otra lección de vida y con el corazón a punto de estallar de emoción. Es que doña Julia es pura ternura, fortaleza y sabiduría. Nos tomamos de la mano y bebí de su fuente: “Fuimos millonarios de afecto, queridos en todos los lugares donde nos conocieron. El fue muy respetado y en el barrio hasta me dijeron que ese molde de marido ya se rompió. Su única actividad fuera de la vida familiar fue el Círculo de Pescadores, que nos festejó los 60 años de casados y que no olvidaré nunca. Hasta su peluquero fue a casa a hacerle el último corte y no quiso cobrar porque era su pacto, un gesto que enorgullece y llena el alma. El era muy apegado a mí, todo me preguntaba, y yo le decía que él tenía y voz y voto en casa, pero al final se hacía como yo decía”, y esboza una sonrisa de picardía. Con una fortaleza tremenda doña Julia despidió a su compañero de toda la vida con una consigna: “No voy a bajar los brazos, seguiré hasta que Dios quiera”. Sin dudas un gran homenaje a don Juan. Esta columna es para usted doña Julia, está escrita con el corazón en la mano por una nueva lección de vida que me dio”. Ahh, faltaba contarles que la primera columna que escribí la tiene en un cuadro en su casa, obsequiada por el Círculo de Pescadores, y ella dice con orgullo: “Todos las leen y el que pasa de largo hago que la mire”. ¡Qué orgullo!

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