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Los tres abuelos declararon y rechazaron las acusaciones

Jueves, 29 de mayo de 2014 02:11

La última jornada de las declaraciones testimoniales culminó con la de los tres imputados por la violación y muerte de la niña Claudia Judith Palma, hecho ocurrido el 18 de mayo de 2013, en la localidad de Joaquín V. González.

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La última jornada de las declaraciones testimoniales culminó con la de los tres imputados por la violación y muerte de la niña Claudia Judith Palma, hecho ocurrido el 18 de mayo de 2013, en la localidad de Joaquín V. González.

El Tribunal, presidido por Mónica Mudksi, escuchó ayer, además, la declaración de un perito de parte. Un licenciado en criminalística de la Universidad Católica local expuso una serie de conclusiones probabilísticas.

El fiscal Justo Vaca y el abogado querellante Ramón Hadad hicieron que el testigo dudara con las fojas de su propio informe, el que finalmente fue desestimado.

Por su parte, los tres imputados, acorralados por la acusación fiscal, solicitaron declarar, sin obligación de decir la verdad, como establece el Código Penal.

Lo hizo primero el mayor de los acusados, Rubén Sixto Soria, quien demostró tener en claro su condición de acusado y su versión de los hechos fue un relato de lo que hizo en las 12 o más horas que lo separaron de la libertad. No recordó a la niña ni trazó lazo alguno que lo roce con el crimen. Dijo que salió de su domicilio junto con el segundo imputado y dejó en el lugar de los hechos a su yerno y tercer acusado, quien volvió a mentir acerca de si salió o no del domicilio, el lugar del crimen. Soria respondió que cuando él y Leiva llegaron a la casa, Insaurralde se hallaba en su habitación a puertas cerradas. Aseguró que antes de que se fueran a un velorio, Insaurralde cruzó palabras con ellos. Dijo que volvió antes de la 0 hora, pero solo y que la casa se hallaba a oscuras.

En tanto su hijo de crianza Ramón Leiva no se apartó del camino trazado por su benefactor y no aportó nada. Cuando el turno fue para José Insaurralde, éste amenazó decir la verdad y comenzó rechazando la acusación, negó sus declaraciones anteriores, dijo no conocer a la víctima y cargó culpas contra el comisario Díaz y un uniformado de apellido Leguizamón, a quienes endilgó torturas.

En idas y venidas confesó que barrió el patio, que salió de la casa en las horas álgidas, cuando el pueblo entero patrullaba las calles de Joaquín V. González, para ofrecer carbón en distintos negocios.

A pesar de ser gomero aseguró que tenía la bicicleta pinchada hacía una semana y que para cargar el carbón se hizo de dos bolsas de gran tamaño. Acorralado por las preguntas del tribunal y de la querella, puso en evidencia detalles que solo testigos presenciales podrían conocer. Dijo además que lavó platos, que limpió el patio y que buscó en su pieza dos bolsas de gran tamaño para llevar algo embolsado (carbón), que cargó sobre su bicicleta pinchada, aunque meses atrás le dijo al juez de Metán que la bicicleta que había en el patio no era de su propiedad y dio a entender que podría haber sido la de Judith.

Quedó acreditado que en el domicilio de Soria, entre las 14 y las 23 del día 18, hubo tres personas, los tres imputados.

 

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