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Despiden por acosador al portero de un edificio

Martes, 17 de junio de 2014 12:45

El encargado de un edificio de la ciudad de Rosario fue despedido por el consorcio ante el acoso al que sometía a una joven que vive en el complejo, a quien le decía “quedate tranquila que no soy (Jorge) Mangeri”, en alusión al portero acusado de matar a la adolescente Angeles Rawson, en Buenos Aires.

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El encargado de un edificio de la ciudad de Rosario fue despedido por el consorcio ante el acoso al que sometía a una joven que vive en el complejo, a quien le decía “quedate tranquila que no soy (Jorge) Mangeri”, en alusión al portero acusado de matar a la adolescente Angeles Rawson, en Buenos Aires.

La estudiante universitaria, de 23 años, había sufrido numerosos episodios de acoso por parte del encargado hasta que logró en marzo la intervención del Instituto de la Mujer de la municipalidad de Rosario y el empleado fue despedido con causa.

La joven había denunciado inicialmente al hombre ante el consorcio, donde reveló que la perseguía en forma constante diciéndole: “No me tengas miedo yo no soy Mangeri”, en alusión al caso del homicidio de Angeles Rawson.

Como no obtuvo respuesta llevó la denuncia al Instituto de la Mujer, que intervino en el caso, y después de una asamblea los propietarios del edificio cesantearon al portero, vinculándolo con la violencia de genero.

La jefa del Instituto Municipal de la Mujer (IMM), Andrea Travaini, dijo ayer a radios de Rosario que “en el caso de porteros que acosan a estudiantes nunca habíamos recibido denuncia y nos pareció un hecho muy significativo al compararse él con el hombre que está acusado de asesinar a Angeles Rawson”.

“En el mismo edificio el portero acosaba a otras dos chicas, pero la denuncia la formuló una sola que es propietaria del departamento, quien incluso tuvo voz y voto en las reuniones del consorcio”, advirtió.

Travaini dijo que “los acosos fueron en distintas situaciones y formas de actuar. Desde espiar por la mirilla de la puerta, trabar el ascensor para ayudarlas a bajar y así poder tocarlas, despertarlas temprano antes que haya vecinos y otras intimidaciones”.

“En un primer momento los vecinos no le creyeron a las chicas, pensaban que estaban paranoicas”, lamentó Travaini.

 

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