Seguir hablando de torturas policiales no solo representa un hecho vergonzozo e inhumano, sino que es uno de los fracasos más emblemáticos de la vida democrática en Salta. Estos hechos ya son moneda corriente en la Provincia y nunca fueron condenados de la forma en que deberían, como si se trataran de hechos aislados y no de una práctica instalada.
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Seguir hablando de torturas policiales no solo representa un hecho vergonzozo e inhumano, sino que es uno de los fracasos más emblemáticos de la vida democrática en Salta. Estos hechos ya son moneda corriente en la Provincia y nunca fueron condenados de la forma en que deberían, como si se trataran de hechos aislados y no de una práctica instalada.
Las máximas autoridades de la Policía fueron ratificadas una y otra vez pese a la enorme cantidad de hechos denunciados de este tipo. Incluso, hace un mes hubo un linchamiento dentro de una comisaría ante la atónita mirada de los efectivos. ¿Qué pasó? Poco y nada. Marcelo Lami continuó en su cargo como si los policías no dependieran de él. ¿Qué dijo el gobernador? Silencio de radio, una vez más.
Si uno quiere dar una señal clara a la sociedad frente a este flagelo, no alcanza con trasladar un policía torturador de una comisaría a otra, lo que debería hacerse es tomar medidas para corregir el drama en su fondo y no su forma. Hasta ahora, eso estuvo muy lejos de ocurrir.