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Evalúan la contaminación química del río Pilcomayo

Jueves, 17 de julio de 2014 00:49
“En el caso de que se produjera un desborde del río Toro, que ya amenazó dos o tres veces con meterse en Campo Quijano, el cauce se iría directamente a una de las mayores procesadoras de bórax y seguiría su marcha funesta hacia otras similares, provocando una catástrofe descomunal porque desparramaría este mineral por todo el Valle de Lerma, que podría pasar de vergel a desierto en un santiamén”, aseguró Carlos Taballione, geólogo salteño y quien fuera parte de un proceso que determinó que la más grande de estas plantas (Bórax Argentina) fuera trasladada, en mayo pasado, a su yacimiento de Tincalayu, a 4.100 metros sobre el nivel del mar y a 370 kilómetros de la localidad preandina situada a 20 kilómetros al oeste de la capital provincial.

“Los riesgos se han disminuido pero no han terminado; lo importante es que el peligro sea llevado a nivel 0 y eso involucra que todas las firmas que operan este mineral tomen medidas similares”, destacó.

Contaminación

“Una hectárea admite hasta 15 kilos de boro, repartidos en el perfil del suelo pero si supera esa cantidad se transforma en un veneno tremendo”, aclaró Taballione.

Sin ir más lejos y como ejemplo, contó una anécdota de su época de jefe en la planta de Tincalayu.
“Cuando yo estaba allí cambiaron a la directora de la escuela y la recién llegada se mostraba extrañada por lo que ocurría en la periferia del establecimiento y se preguntaba por qué no crecía ni siquiera una plantita cordillerana. No podía entenderlo. Por eso, en la primera oportunidad que bajó a Salta compró varias plantas y se las llevó... a la semana ya estaban muertas. Lo que ocurre es que el fuerte viento de la Puna remueve el polvo de borato y contamina todo. Sin ir más lejos con solo ver las adyacencias del barrio Bancario, en la zona sur de la ciudad de Salta, se puede observar cómo queda un lugar atacado por este mineral. Han pasado décadas desde que se levantó una planta procesadora que había allí y nada crece. Hoy los vecinos viven rodeados de un área yerma. Y lo terrible es que recuperar las tierras puede llevar más de 30 años”, dijo el geólogo.

Un vergel

“El valle de Lerma es una zona riquísima, con tierra productiva, agua suficiente y un clima benigno. Allí el cultivo predominante es el tabaco, pero también maíz, sorgo, que es consumido por la cuenca lechera del país, además de frutas y hortalizas y el ají. Si hubiera una catástrofe como la que estamos advirtiendo y, que no es imposible que se desencadene, entre 600 y 1.000 establecimientos agropecuarios se verían afectados. Nunca ha ocurrido y esperamos que no suceda pero hay que tomar medidas”, advirtió este hombre que durante años ha sido un defensor de las medidas en defensa del ambiente. Hay que tener en cuenta que el valle, además de tener tierras aptas para la producción son un centro de atractivo turístico con pueblos de ensueño.

Un geólogo de pura cepa

Carlos Taballione está casado con una docente canaria (España), Angela López Martín, que ya está jubilada de maestra. Tiene dos hijos un varón de 32 y una mujer de 28 y un nieto de 9 años que es su chochera. Carlos pasó el 60% de su vida de casado, trabajando como geólogo en diferentes actividades mineras.
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“En el caso de que se produjera un desborde del río Toro, que ya amenazó dos o tres veces con meterse en Campo Quijano, el cauce se iría directamente a una de las mayores procesadoras de bórax y seguiría su marcha funesta hacia otras similares, provocando una catástrofe descomunal porque desparramaría este mineral por todo el Valle de Lerma, que podría pasar de vergel a desierto en un santiamén”, aseguró Carlos Taballione, geólogo salteño y quien fuera parte de un proceso que determinó que la más grande de estas plantas (Bórax Argentina) fuera trasladada, en mayo pasado, a su yacimiento de Tincalayu, a 4.100 metros sobre el nivel del mar y a 370 kilómetros de la localidad preandina situada a 20 kilómetros al oeste de la capital provincial.

“Los riesgos se han disminuido pero no han terminado; lo importante es que el peligro sea llevado a nivel 0 y eso involucra que todas las firmas que operan este mineral tomen medidas similares”, destacó.

Contaminación

“Una hectárea admite hasta 15 kilos de boro, repartidos en el perfil del suelo pero si supera esa cantidad se transforma en un veneno tremendo”, aclaró Taballione.

Sin ir más lejos y como ejemplo, contó una anécdota de su época de jefe en la planta de Tincalayu.
“Cuando yo estaba allí cambiaron a la directora de la escuela y la recién llegada se mostraba extrañada por lo que ocurría en la periferia del establecimiento y se preguntaba por qué no crecía ni siquiera una plantita cordillerana. No podía entenderlo. Por eso, en la primera oportunidad que bajó a Salta compró varias plantas y se las llevó... a la semana ya estaban muertas. Lo que ocurre es que el fuerte viento de la Puna remueve el polvo de borato y contamina todo. Sin ir más lejos con solo ver las adyacencias del barrio Bancario, en la zona sur de la ciudad de Salta, se puede observar cómo queda un lugar atacado por este mineral. Han pasado décadas desde que se levantó una planta procesadora que había allí y nada crece. Hoy los vecinos viven rodeados de un área yerma. Y lo terrible es que recuperar las tierras puede llevar más de 30 años”, dijo el geólogo.

Un vergel

“El valle de Lerma es una zona riquísima, con tierra productiva, agua suficiente y un clima benigno. Allí el cultivo predominante es el tabaco, pero también maíz, sorgo, que es consumido por la cuenca lechera del país, además de frutas y hortalizas y el ají. Si hubiera una catástrofe como la que estamos advirtiendo y, que no es imposible que se desencadene, entre 600 y 1.000 establecimientos agropecuarios se verían afectados. Nunca ha ocurrido y esperamos que no suceda pero hay que tomar medidas”, advirtió este hombre que durante años ha sido un defensor de las medidas en defensa del ambiente. Hay que tener en cuenta que el valle, además de tener tierras aptas para la producción son un centro de atractivo turístico con pueblos de ensueño.

Un geólogo de pura cepa

Carlos Taballione está casado con una docente canaria (España), Angela López Martín, que ya está jubilada de maestra. Tiene dos hijos un varón de 32 y una mujer de 28 y un nieto de 9 años que es su chochera. Carlos pasó el 60% de su vida de casado, trabajando como geólogo en diferentes actividades mineras.

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