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Grupos de amigos, un pacto tan leal como desinteresado

Domingo, 20 de julio de 2014 00:30
Ese afecto personal, puro y desinteresado que compartimos con otra persona, que nace y se fortalece con el trato, las experiencias y los años muchas veces es frecuentemente asociado al vínculo entre dos personas. Pero en el grupo La Salamanca, del taller mecánico de Tomás Salles, y en la subcomisión de damas del club Las Tienditas encontramos razones para pensar que el afecto puede redoblarse y propagarse a muchas personas con tanta calidad y profundidad como entre un par de ellas. Dicen que son una familia y que en ninguno de los dos ámbitos faltan las riñas sin consecuencias, pero que siempre los amiga compartir deseos y gustos similares que derivan en planes y proyectos que benefician a todos. Se juntan asiduamente porque quieren. Un pacto implícito y lejos del compromiso.

Los muchachos

El que haya una mujer entre la tripulación no solo es azar de marineros. Lejos de las ondas acuáticas, los muchachos del taller del "Negro" Sayes tampoco quieren chicas en su tropa. Las risas estrepitosas rebotan en un espacio netamente masculino. Un mesón de madera, estanterías metálicas repletas de repuestos de bicicletas. Herramientas por doquier y paredes decoradas con pósteres alusivos a las actividades que posibilitaron la "comunión" y permanencia de La Salamanca: el folclore y el ciclismo de competición.

Las bromas, una detrás de otra, parecen cobrar más gracia por la presencia de la cronista de El Tribuno. "A él no lo conoce nadie", "no te quites años", "ellos son amantes", "acá faltan dos amigos travestis que no han podido venir porque no han encontrado los tacos". Y la tentación de azuzar el fuego preguntando por un llamativo adorno, un par de cuernos taurinos, es vencida por el objetivo de la misión: los grupos de amigos conformados exclusivamente por hombres y mujeres.

El búnker de los muchachos queda en La Lerma al 1020. La mayoría de ellos son exdeportistas y siguen en contacto. La formación es diversa: Mauro Paganetti (46), Nicolás Kosiner (24), Luis Díaz (52), Fernando Alcocer (44), Alejandro González (52), Víctor Tilián (42), Ramón Núñez (40), César Cortínez (19), Jorge Martínez (53), Luis Castillo (23), Carlos Cortínez (27), Sayes Tomás (16), Omar Orquera (45), Leopoldo Sánchez (46), Gerardo Sánchez (53), Tomás Sayes (43), Ernesto Núñez (43) y Francisco Kosiner (4).

Tomás Sayes cuenta que a través del ciclismo se conocieron todos y enumera los hitos en la memoria del grupo: "Fernando Alcocer ganó en 1990 la Clásica 1 de Mayo, Tomás Sayes en 1989... Carlos Cortínez también es ciclista, Ernesto ganó la doble Gauchito Gil en el camino a Lesser, otro estuvo corriendo en San Juan muchos años. Víctor también fue ciclista. Corrimos en primera todos, dice. Mauro lo interrumpe y define que su amistad surge de la bicicleta y de las reuniones. "Nos gusta el canto. Acá se hace un asado, se toma un fernet. La Salamanca surge a raíz de que en este lugar se junta mucha gente, desde los 15 a los 70 y pico", relata. Muestra una prueba de amistad que atesoran todos, una zamba en honor y con la historia del grupo.

"La Sala del Negro Salles,/ este sí es un lugar austero/ quien vino más de tres veces/ seguro que anda soltero", reza la letra y la pregunta es inevitable: "¿Las señoras de ustedes se conocen?". Las risotadas son elocuentes. "­A mi mujer le preguntás qué opinás del Negro Sayes y sale aullando!", grita uno y el resto festeja.

"Fuera de broma, no dicen nada porque saben que es solo la guitarreada y el asado. Volvemos amaneciendo, pero volvemos a la casa", aclara Tomás. Marcelina (78), mamá de Tomás, es la única mujer que los "conoce". "Ella nos hace el aguante de todas las locuras y le vamos a pedir que nos ponga a nombre de todos esta casa", propone Mauro y el resto lo vitorea. Ernesto trae la calma: "Más allá de que hemos sido rivales en los 70 y 80 dentro del ciclismo, quedó la amistad, que es algo muy lindo. Fuimos grandes rivales y somos grandes amigos".

Las chicas de Las Tienditas

El club Las Tienditas, ubicado en la esquina de Alberdi y Zabala, guarda valiosas anécdotas que se suceden desde hace 52 años. La subcomisión de damas las recita de memoria, aunque los ritmos y estilos alterarán suavemente cada circunstancia.

Las "chicas" recibieron a El Tribuno el viernes pasado por la noche. Aguardaban a un sacerdote que bendijera imágenes de distintas advocaciones marianas que habían reunido para sacar luego en procesión. Algunas de las presentes eran Elsa de Darfe (70), Teresita Darfe (41), Rocío Mansilla (12), Magdalena Guanca (64), Mercedes Moreno (68), Guillermina Morales (7), María de las Mercedes Flores (7), María Victoria Flores (9), Norma Torres (55) y Gloria Balcarce (60).

Las damas se encargan de hacer donaciones de ropa, juguetes y alimentos no perecederos a instituciones que los necesitan. También organizan campeonatos femeninos de loba y sapo. "Hemos visto crecer a los niños. Somos socias de años y tenemos la misma visión de la vida", define Guadalupe Zalazar.

El plus de ser compinche durante la vida entera

Qué curiosa puede ser la amistad cuando nos llega con los vecinitos de la cuadra, revestida de "oparrear" las horas muertas uno en casa de otro; pero qué plena cuando solo bastan unos segundos para rememorar su intensidad, su calor. Los kilómetros que se encuentran entre Santiago y Salta no ponen distancia entre los amigos Martín Saavedra y Julio Nakhle, que se conocen hace 28 años. Ambos viven en nuestra ciudad; pero por su profesión a los dos les toca cambiar constantemente de ruta. El primero integra el conjunto Guitarreros y el segundo es periodista deportivo de El Tribuno y de un canal de televisión. A pesar de que al ir creciendo se espaciaron las reuniones, ellos se recuerdan siempre y desde siempre y la memoria atraviesa en un instante aquello que una medida de longitud especificó en 430 km.
"A Martín lo conozco desde que nacimos. En realidad, él me conoció antes porque es tres años mayor. A aquel niño de corte 'pelela' a lo Carlitos Balá y a este gran músico de Guitarreros los relaciono con la guitarra criolla que descansaba siempre en el living de su casa. Creo que aprendió a la fuerza, porque esa guitarra siempre estaba ahí, a la espera de ser tocada. De chicos debo reconocer que éramos terribles y él era el ideador de las 'maldades' que hacíamos con Ramón, nuestro otro compañero de juntadas. Siempre estuvo en los momentos más duros que pasé -como la crianza con mis viejos separados-, y también en los buenos, que son tantos que podría contártelos durante dos días seguidos. Hace poco nos juntamos en la redacción del diario y me presentó a sus compañeros como 'el amigo de toda la vida'. Recién en ese momento caí en la cuenta de los años -28- que habían pasado desde que tomábamos el té hasta hoy. El lo tomaba en mamadera porque así sabía más rico, se excusaba", cuenta Julio. Martín tiene un sitial en sus recuerdos para Itatí y Miguel, los padres de Julio, y acontecimientos gratos vuelven a su cabeza cuando piensa en ellos tres. "Con Julio y Ramón, dibujábamos un juego de la oca, pero la prenda era tocar el portón al vecino y salir corriendo o pedir diez centavos a alguna señora en la parada del colectivo. ¡Qué época esa en la que lo peor que nos podía pasar era que se nos pinchara la pelota! Jugábamos en el techo, poníamos una lona y sobre ella los muñequitos de playmóbil. El tenía los juguetes que yo no podía tener y un día se me ocurrió 'tomarle uno prestado'. Como la madre, cada vez que salíamos, nos decía: 'Pórtense bien', no me daba para ponérmelo en otro lado y lo guardé en mi boca. Salí y ella me dijo: '¿Qué tenés en la boca?'. Tenía el muñeco clavado en la encía", ríe.



Julio Nakhle
Julio Nakhle y Martín Saavedra, en su época del sin problemas.

Una canción de historias vividas

Como los muchachos de La Salamanca también gustan del folclore, reflejaron la historia de su grupo de amigos en la zamba "La Salamanca", de la que compartimos algunas estrofas:

"La Sala del Negro Salles,
este sí es un lugar austero.
Quien vino más de tres veces
seguro que anda soltero.
La Sala es un misterio,
hay embrujo en sus paredes,
de mandingas y aprendices
y viejos diablos es su sede.
Don Sanca en su zamba cuenta de un hueco poco sagrado. Aquí se toma, se canta, se vive, y
hasta Carboncillo hoy es humano".

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Ese afecto personal, puro y desinteresado que compartimos con otra persona, que nace y se fortalece con el trato, las experiencias y los años muchas veces es frecuentemente asociado al vínculo entre dos personas. Pero en el grupo La Salamanca, del taller mecánico de Tomás Salles, y en la subcomisión de damas del club Las Tienditas encontramos razones para pensar que el afecto puede redoblarse y propagarse a muchas personas con tanta calidad y profundidad como entre un par de ellas. Dicen que son una familia y que en ninguno de los dos ámbitos faltan las riñas sin consecuencias, pero que siempre los amiga compartir deseos y gustos similares que derivan en planes y proyectos que benefician a todos. Se juntan asiduamente porque quieren. Un pacto implícito y lejos del compromiso.

Los muchachos

El que haya una mujer entre la tripulación no solo es azar de marineros. Lejos de las ondas acuáticas, los muchachos del taller del "Negro" Sayes tampoco quieren chicas en su tropa. Las risas estrepitosas rebotan en un espacio netamente masculino. Un mesón de madera, estanterías metálicas repletas de repuestos de bicicletas. Herramientas por doquier y paredes decoradas con pósteres alusivos a las actividades que posibilitaron la "comunión" y permanencia de La Salamanca: el folclore y el ciclismo de competición.

Las bromas, una detrás de otra, parecen cobrar más gracia por la presencia de la cronista de El Tribuno. "A él no lo conoce nadie", "no te quites años", "ellos son amantes", "acá faltan dos amigos travestis que no han podido venir porque no han encontrado los tacos". Y la tentación de azuzar el fuego preguntando por un llamativo adorno, un par de cuernos taurinos, es vencida por el objetivo de la misión: los grupos de amigos conformados exclusivamente por hombres y mujeres.

El búnker de los muchachos queda en La Lerma al 1020. La mayoría de ellos son exdeportistas y siguen en contacto. La formación es diversa: Mauro Paganetti (46), Nicolás Kosiner (24), Luis Díaz (52), Fernando Alcocer (44), Alejandro González (52), Víctor Tilián (42), Ramón Núñez (40), César Cortínez (19), Jorge Martínez (53), Luis Castillo (23), Carlos Cortínez (27), Sayes Tomás (16), Omar Orquera (45), Leopoldo Sánchez (46), Gerardo Sánchez (53), Tomás Sayes (43), Ernesto Núñez (43) y Francisco Kosiner (4).

Tomás Sayes cuenta que a través del ciclismo se conocieron todos y enumera los hitos en la memoria del grupo: "Fernando Alcocer ganó en 1990 la Clásica 1 de Mayo, Tomás Sayes en 1989... Carlos Cortínez también es ciclista, Ernesto ganó la doble Gauchito Gil en el camino a Lesser, otro estuvo corriendo en San Juan muchos años. Víctor también fue ciclista. Corrimos en primera todos, dice. Mauro lo interrumpe y define que su amistad surge de la bicicleta y de las reuniones. "Nos gusta el canto. Acá se hace un asado, se toma un fernet. La Salamanca surge a raíz de que en este lugar se junta mucha gente, desde los 15 a los 70 y pico", relata. Muestra una prueba de amistad que atesoran todos, una zamba en honor y con la historia del grupo.

"La Sala del Negro Salles,/ este sí es un lugar austero/ quien vino más de tres veces/ seguro que anda soltero", reza la letra y la pregunta es inevitable: "¿Las señoras de ustedes se conocen?". Las risotadas son elocuentes. "­A mi mujer le preguntás qué opinás del Negro Sayes y sale aullando!", grita uno y el resto festeja.

"Fuera de broma, no dicen nada porque saben que es solo la guitarreada y el asado. Volvemos amaneciendo, pero volvemos a la casa", aclara Tomás. Marcelina (78), mamá de Tomás, es la única mujer que los "conoce". "Ella nos hace el aguante de todas las locuras y le vamos a pedir que nos ponga a nombre de todos esta casa", propone Mauro y el resto lo vitorea. Ernesto trae la calma: "Más allá de que hemos sido rivales en los 70 y 80 dentro del ciclismo, quedó la amistad, que es algo muy lindo. Fuimos grandes rivales y somos grandes amigos".

Las chicas de Las Tienditas

El club Las Tienditas, ubicado en la esquina de Alberdi y Zabala, guarda valiosas anécdotas que se suceden desde hace 52 años. La subcomisión de damas las recita de memoria, aunque los ritmos y estilos alterarán suavemente cada circunstancia.

Las "chicas" recibieron a El Tribuno el viernes pasado por la noche. Aguardaban a un sacerdote que bendijera imágenes de distintas advocaciones marianas que habían reunido para sacar luego en procesión. Algunas de las presentes eran Elsa de Darfe (70), Teresita Darfe (41), Rocío Mansilla (12), Magdalena Guanca (64), Mercedes Moreno (68), Guillermina Morales (7), María de las Mercedes Flores (7), María Victoria Flores (9), Norma Torres (55) y Gloria Balcarce (60).

Las damas se encargan de hacer donaciones de ropa, juguetes y alimentos no perecederos a instituciones que los necesitan. También organizan campeonatos femeninos de loba y sapo. "Hemos visto crecer a los niños. Somos socias de años y tenemos la misma visión de la vida", define Guadalupe Zalazar.

El plus de ser compinche durante la vida entera

Qué curiosa puede ser la amistad cuando nos llega con los vecinitos de la cuadra, revestida de "oparrear" las horas muertas uno en casa de otro; pero qué plena cuando solo bastan unos segundos para rememorar su intensidad, su calor. Los kilómetros que se encuentran entre Santiago y Salta no ponen distancia entre los amigos Martín Saavedra y Julio Nakhle, que se conocen hace 28 años. Ambos viven en nuestra ciudad; pero por su profesión a los dos les toca cambiar constantemente de ruta. El primero integra el conjunto Guitarreros y el segundo es periodista deportivo de El Tribuno y de un canal de televisión. A pesar de que al ir creciendo se espaciaron las reuniones, ellos se recuerdan siempre y desde siempre y la memoria atraviesa en un instante aquello que una medida de longitud especificó en 430 km.
"A Martín lo conozco desde que nacimos. En realidad, él me conoció antes porque es tres años mayor. A aquel niño de corte 'pelela' a lo Carlitos Balá y a este gran músico de Guitarreros los relaciono con la guitarra criolla que descansaba siempre en el living de su casa. Creo que aprendió a la fuerza, porque esa guitarra siempre estaba ahí, a la espera de ser tocada. De chicos debo reconocer que éramos terribles y él era el ideador de las 'maldades' que hacíamos con Ramón, nuestro otro compañero de juntadas. Siempre estuvo en los momentos más duros que pasé -como la crianza con mis viejos separados-, y también en los buenos, que son tantos que podría contártelos durante dos días seguidos. Hace poco nos juntamos en la redacción del diario y me presentó a sus compañeros como 'el amigo de toda la vida'. Recién en ese momento caí en la cuenta de los años -28- que habían pasado desde que tomábamos el té hasta hoy. El lo tomaba en mamadera porque así sabía más rico, se excusaba", cuenta Julio. Martín tiene un sitial en sus recuerdos para Itatí y Miguel, los padres de Julio, y acontecimientos gratos vuelven a su cabeza cuando piensa en ellos tres. "Con Julio y Ramón, dibujábamos un juego de la oca, pero la prenda era tocar el portón al vecino y salir corriendo o pedir diez centavos a alguna señora en la parada del colectivo. ¡Qué época esa en la que lo peor que nos podía pasar era que se nos pinchara la pelota! Jugábamos en el techo, poníamos una lona y sobre ella los muñequitos de playmóbil. El tenía los juguetes que yo no podía tener y un día se me ocurrió 'tomarle uno prestado'. Como la madre, cada vez que salíamos, nos decía: 'Pórtense bien', no me daba para ponérmelo en otro lado y lo guardé en mi boca. Salí y ella me dijo: '¿Qué tenés en la boca?'. Tenía el muñeco clavado en la encía", ríe.



Julio Nakhle
Julio Nakhle y Martín Saavedra, en su época del sin problemas.

Una canción de historias vividas

Como los muchachos de La Salamanca también gustan del folclore, reflejaron la historia de su grupo de amigos en la zamba "La Salamanca", de la que compartimos algunas estrofas:

"La Sala del Negro Salles,
este sí es un lugar austero.
Quien vino más de tres veces
seguro que anda soltero.
La Sala es un misterio,
hay embrujo en sus paredes,
de mandingas y aprendices
y viejos diablos es su sede.
Don Sanca en su zamba cuenta de un hueco poco sagrado. Aquí se toma, se canta, se vive, y
hasta Carboncillo hoy es humano".

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