¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
29 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Brasilia, una ciudad sin pasión por el fútbol: la fiesta la ponen los argentinos

Domingo, 06 de julio de 2014 00:26

Los brasileños explotaron cuando Bélgica salió al campo de juego, si bien Brasilia es la ciudad menos futbolera de todo el Mundial, la más fría, la de menos pasión, no tienen equipo ni en la Primera ni en la Segunda División, pero el “odio” hacia los argentinos, futbolísticamente hablando, es como en el resto de las sedes.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Los brasileños explotaron cuando Bélgica salió al campo de juego, si bien Brasilia es la ciudad menos futbolera de todo el Mundial, la más fría, la de menos pasión, no tienen equipo ni en la Primera ni en la Segunda División, pero el “odio” hacia los argentinos, futbolísticamente hablando, es como en el resto de las sedes.

Los belgas, ni lerdos ni perezosos y a sabiendas de esto, llevaron además de sus colores tradicionales (el rojo) también se vistieron con la camiseta de Brasil para encontrar el apoyo incondicional de los hinchas verdeamarelos. “Hasta acá llegaron argentinos. Hoy se van de la Copa para alegría de todo nosotros”, dijo uno de los hinchas brasileños a Radio La Red.

Por otro lado, los brasileños pensaron un negocio, hacerse “ricos” con los argentinos, pero la reventa de entradas marchó “a fuego lento”.
Las adyacencias del estadio Nacional de Brasilia distaban mucho de las del Maracaná (Río de Janeiro), Mineirao (Belo Horizonte), Beira-Río (Porto Alegre) y Arena Corinthians (San Pablo), los cuatros escenarios donde jugó Argentina y donde la reventa fue un negocio redondo para los oportunistas.

Es que los revendedores (se habló de 17 mil entradas para la venta ilegal destinada a los argentinos a precios que oscilaban entre los 1.250 y 2.500 dólares) se desesperaron y entraron en pánico al ver que el negocio no era tal en Brasilia.
Así que a medida que el reloj avanzaba y las posibilidades desminuían, las entradas empezaron a venderlas a mucho menos de la mitad de los valores que manejaban en un principio.

Por eso, tal vez por primera vez en la historia, los hinchas le ganaron a los oportunistas de turno (que existen en todas partes del mundo y en cualquiera competencia deportiva local o internacional), en una ciudad atípica, burocrática, donde los negocios turbios -por casualidades de la vida- parecen no tener lugar.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD