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Argentina jugará ante Holanda en las semifinales

Domingo, 06 de julio de 2014 00:32


Una aparición goleadora de Gonzalo Higuain en el amanecer del partido le permitió este mediodía a la Selección argentina romper esa barrera que parecía inquebrantable, los cuartos de final de un Mundial, al ganarle 1-0 al peligroso Bélgica en Brasilia y sacar "chapa" de candidato. Higuain, el mismo que en los primeros cuatro partidos de este torneo había estado desaparecido, llegó a Brasil y le dio la clasificación a la Argentina no sólo con esa notable definición de volea a los 8 minutos de juego, sino también con un trabajo sucio envidiable. La Selección argentina rompió el maleficio, vuelve estar entre los mejores cuatro del Mundial 24 años después y definirá su suerte y toda su ilusión frente a Holanda o Costa Rica el próximo miércoles en San Pablo. Sabella, que se animó a los cambios en un momento donde generalmente no se aconsejan, pensó el partido y lo trabajó de una manera muy inteligente, llevó a Bélgica a hacer algo que no está acostumbrado: el pelotazo. Pero todo análisis tiene que empezar por el gol temprano de la Argentina, porque eso facilitó el trabajo del equipo albiceleste, sobretodo desde lo conceptual. Ya a los dos minutos, la Argentina había agarrado mal parado a Bélgica en un contragolpe que comandó Messi, abrió para Lavezzi que equivocó la decisión con el centro antes que el tiro al arco. Y a los ocho, Messi presionó y generó el error en la salida de Kompany, el "10" entretuvo la pelota en el medio, rompió con Di María que quiso habilitar al espacio a Zabaleta, pero el rebote le quedó boyando a Higuain, que le dio de volea y dejó estacado a Courtois. Era el tanto que Higuain necesitaba, en el momento que más lo necesitaba la Selección, porque a partir de ahí se simplificó la historia, desde lo táctico y lo estratégico. Porque con el tándem Biglia-Mascherano el conjunto albiceleste achicó espacios, el trabajo por las bandas de Di María y Lavezzi, primero, y Enzo Pérez más Rodrigo Palacio después, fue muy bueno, y la pareja de centrales sufrió poco con los pelotazos, la única opción que le quedaba a Bélgica. En la mayor parte del partido, el equipo europeo sufrió la teleraña de la Argentina, que le dio la medicina que el equipo había protestado en sus primeros cuatro partidos, con rivales que se preocuparon más por defender que por atacar. A la Selección no le dio vergüenza esperar atrás, cerrar espacios, ocupar posiciones en el retroceso, para intentar recuperar y salir rápido de contragolpe. En el segundo tiempo, la Argentina llevó el juego a un trámite un poco más chato, dándole la responsabilidad a Bélgica de tener que hacer el desgaste si quería mantenerse con vida en este Mundial. Pero todo lo peligroso que tenían los dirigidos por Marc Wilmots quedó reducido por el trabajo defensivo de la Argentina, que lo pudo haber liquidado en el amanecer de ese complemento, otra vez por Higuain. Enzo Pérez, a quien no le pesó el momento de haber debutado en un Mundial, robó la pelota y cedió para "Pipita", que arrancó la carrera detrás de la mitad de cancha, le tiró un caño hermoso a Kompany para quedar cara a cara con Courtois, pero cuando quiso colocar la pelota el travesaño le dijo que no. A partir de ahí fue todo sufrimiento. Los hinchas, esos que siempre aparecen en las buenas y en las malas, trataron de bancar la parada cuando los brasileños empujaban por el empate belga. Y adentro, los jugadores desdoblaban el esfuerzo ante los constantes centros frontales para las torres de Bélgica, que ya tenía a Fellaini, Lukaku y hasta el marcador central Van Buyten jugando como centrodelantero. Messi tuvo su gol también en un contragolpe en el que corrió 30 metros a campo traviesa, pero Courtois le adivinó su intención de pinchar la pelota, cuando quizás la jugada pedía una gambeta hacia afuera. ¡Pero qué se le va a discutir a Messi! Todavía quedaban cinco minutos más de sufrimiento, centros a la olla que sembraron pánico por algunas dudas en el salto y la altura de los belgas que buscaban todo por arriba. Cuando el italiano Nicola Rizzoli pitó el final, Sabella y todo su cuerpo técnico -Gugnali, Camino y el profe Blanco- se fundieron en un abrazo de alivio, de tranquilidad por el deber realizado.
 

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Una aparición goleadora de Gonzalo Higuain en el amanecer del partido le permitió este mediodía a la Selección argentina romper esa barrera que parecía inquebrantable, los cuartos de final de un Mundial, al ganarle 1-0 al peligroso Bélgica en Brasilia y sacar "chapa" de candidato. Higuain, el mismo que en los primeros cuatro partidos de este torneo había estado desaparecido, llegó a Brasil y le dio la clasificación a la Argentina no sólo con esa notable definición de volea a los 8 minutos de juego, sino también con un trabajo sucio envidiable. La Selección argentina rompió el maleficio, vuelve estar entre los mejores cuatro del Mundial 24 años después y definirá su suerte y toda su ilusión frente a Holanda o Costa Rica el próximo miércoles en San Pablo. Sabella, que se animó a los cambios en un momento donde generalmente no se aconsejan, pensó el partido y lo trabajó de una manera muy inteligente, llevó a Bélgica a hacer algo que no está acostumbrado: el pelotazo. Pero todo análisis tiene que empezar por el gol temprano de la Argentina, porque eso facilitó el trabajo del equipo albiceleste, sobretodo desde lo conceptual. Ya a los dos minutos, la Argentina había agarrado mal parado a Bélgica en un contragolpe que comandó Messi, abrió para Lavezzi que equivocó la decisión con el centro antes que el tiro al arco. Y a los ocho, Messi presionó y generó el error en la salida de Kompany, el "10" entretuvo la pelota en el medio, rompió con Di María que quiso habilitar al espacio a Zabaleta, pero el rebote le quedó boyando a Higuain, que le dio de volea y dejó estacado a Courtois. Era el tanto que Higuain necesitaba, en el momento que más lo necesitaba la Selección, porque a partir de ahí se simplificó la historia, desde lo táctico y lo estratégico. Porque con el tándem Biglia-Mascherano el conjunto albiceleste achicó espacios, el trabajo por las bandas de Di María y Lavezzi, primero, y Enzo Pérez más Rodrigo Palacio después, fue muy bueno, y la pareja de centrales sufrió poco con los pelotazos, la única opción que le quedaba a Bélgica. En la mayor parte del partido, el equipo europeo sufrió la teleraña de la Argentina, que le dio la medicina que el equipo había protestado en sus primeros cuatro partidos, con rivales que se preocuparon más por defender que por atacar. A la Selección no le dio vergüenza esperar atrás, cerrar espacios, ocupar posiciones en el retroceso, para intentar recuperar y salir rápido de contragolpe. En el segundo tiempo, la Argentina llevó el juego a un trámite un poco más chato, dándole la responsabilidad a Bélgica de tener que hacer el desgaste si quería mantenerse con vida en este Mundial. Pero todo lo peligroso que tenían los dirigidos por Marc Wilmots quedó reducido por el trabajo defensivo de la Argentina, que lo pudo haber liquidado en el amanecer de ese complemento, otra vez por Higuain. Enzo Pérez, a quien no le pesó el momento de haber debutado en un Mundial, robó la pelota y cedió para "Pipita", que arrancó la carrera detrás de la mitad de cancha, le tiró un caño hermoso a Kompany para quedar cara a cara con Courtois, pero cuando quiso colocar la pelota el travesaño le dijo que no. A partir de ahí fue todo sufrimiento. Los hinchas, esos que siempre aparecen en las buenas y en las malas, trataron de bancar la parada cuando los brasileños empujaban por el empate belga. Y adentro, los jugadores desdoblaban el esfuerzo ante los constantes centros frontales para las torres de Bélgica, que ya tenía a Fellaini, Lukaku y hasta el marcador central Van Buyten jugando como centrodelantero. Messi tuvo su gol también en un contragolpe en el que corrió 30 metros a campo traviesa, pero Courtois le adivinó su intención de pinchar la pelota, cuando quizás la jugada pedía una gambeta hacia afuera. ¡Pero qué se le va a discutir a Messi! Todavía quedaban cinco minutos más de sufrimiento, centros a la olla que sembraron pánico por algunas dudas en el salto y la altura de los belgas que buscaban todo por arriba. Cuando el italiano Nicola Rizzoli pitó el final, Sabella y todo su cuerpo técnico -Gugnali, Camino y el profe Blanco- se fundieron en un abrazo de alivio, de tranquilidad por el deber realizado.
 

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