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Hace más de 25 años que celebran a la Pachamama

Sabado, 02 de agosto de 2014 01:30
ANFITRIONES: RAFAELA GASPAR Y SEVERO BAEZ HACEN SU OFRENDA A LA PACHAMAMA. 
Ya se cerró el mojón con ofrendas para la Pachamama en la casa del reconocido cantor Severo Báez (64). La ceremonia central se realizó ayer, a partir de las 15. "Gracias, Madre Tierra, Pachamama. Gracias, Jesucristo, por iluminarnos, gracias por tu sol. Gracias, Virgen María, hermana luna... Gracias, madre tierra, que nos das de comer y de beber, toda la fuerza sentimental... De ahí partimos llevando ese amor con fuerza, humildad, sencillez, hermanados en la tierra", invocó don Severo y de pronto su voz -habituada a entregarse a los vientos- llevó a los presentes a sumar bendiciones para los labriegos de inhóspitos climas. "Que no se sequen las lagunas para las ovejas, para las aves del campo, para los pastores. Y acá en la ciudad que la juventud sea sana, que los chicos estudien, que los ancianos tengan salud", exclamó su esposa, Rafaela Gaspar (60). En ambas invocaciones a la Madre Tierra, latía la doble condición de este matrimonio, urbano y rural. Y esta última a menudo les hace añorar las inflexibles cumbres de la Puna.
El mismo espíritu los lleva -desde hace más de 25 años- a recibir en el Centro de Residentes Vallistos y Puneños de Salta (José Echeñique 1076, de Villa Primavera) a salteños y turistas cada 1 de agosto. Este año acudió gente de Payogasta, Seclantás, La Poma, San Lorenzo, Anta, Joaquín V. González, Tarija (Bolivia) y barrios cercanos. "Me gusta que vengan a presenciar la ceremonia aquellos que no saben cómo se ofrenda y se cocina para la madre tierra. Toda la noche estuve haciendo la comida", contó doña Rafaela.

El patio criollo
A veces un llanto, a veces una alegría, la copla lo conlleva todo. Pero le entra en el pecho solo a quien siente amor por ella. Copleros, gauchos y bagualeros. Cajas, erkes, violines, bandoneones y bombos. En el patio la gente se dejaba agasajar con comidas criollas, mientras escuchaba diversas manifestaciones del folclore. Alfredo Vilte (60) contó a El Tribuno que toca el bombo y fue para acompañar al "Torito" Antonio, bandoneonista. "Lo de la Pachamama son creencias de la gente del campo, pero para mí es un encuentro con amigos", confesó.
María Magdalena (65), de Villa Cristina, mientras comía pollo con mote y papa, comentó que siempre leía en el diario, que Báez hacía esta ceremonia. "Por eso quise venir a conocer. Me hice amiga de gente hermosa con la que compartí la mesa", contó. A su lado, Susana de Tula (60), del barrio Santa Lucía, relató que hace cinco años que va y había participado del destape del mojón y la velada de la Pacha, la noche anterior. "Esta es una casa de familia a la que uno viene y se siente bien", dijo.

Buena anfitriona
Rafaela Gaspar estaba agotadísima tras cocinar las tijtinchas, papas andinas, habas tostadas, cabeza y lengua hervidas, patas de cordero disecadas, papa oca, papa lisa, el mote con cáscara, el maíz pelado, chanfaina, locro y empanadas. La faena de aquel monumental despliegue culinario le demandó tres días. También iba sahumando su hogar con chacha, coa, ruda y romero, “yuyos aromáticos que vienen de allá porque acá todo es regional y auténtico”.

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Ya se cerró el mojón con ofrendas para la Pachamama en la casa del reconocido cantor Severo Báez (64). La ceremonia central se realizó ayer, a partir de las 15. "Gracias, Madre Tierra, Pachamama. Gracias, Jesucristo, por iluminarnos, gracias por tu sol. Gracias, Virgen María, hermana luna... Gracias, madre tierra, que nos das de comer y de beber, toda la fuerza sentimental... De ahí partimos llevando ese amor con fuerza, humildad, sencillez, hermanados en la tierra", invocó don Severo y de pronto su voz -habituada a entregarse a los vientos- llevó a los presentes a sumar bendiciones para los labriegos de inhóspitos climas. "Que no se sequen las lagunas para las ovejas, para las aves del campo, para los pastores. Y acá en la ciudad que la juventud sea sana, que los chicos estudien, que los ancianos tengan salud", exclamó su esposa, Rafaela Gaspar (60). En ambas invocaciones a la Madre Tierra, latía la doble condición de este matrimonio, urbano y rural. Y esta última a menudo les hace añorar las inflexibles cumbres de la Puna.
El mismo espíritu los lleva -desde hace más de 25 años- a recibir en el Centro de Residentes Vallistos y Puneños de Salta (José Echeñique 1076, de Villa Primavera) a salteños y turistas cada 1 de agosto. Este año acudió gente de Payogasta, Seclantás, La Poma, San Lorenzo, Anta, Joaquín V. González, Tarija (Bolivia) y barrios cercanos. "Me gusta que vengan a presenciar la ceremonia aquellos que no saben cómo se ofrenda y se cocina para la madre tierra. Toda la noche estuve haciendo la comida", contó doña Rafaela.

El patio criollo
A veces un llanto, a veces una alegría, la copla lo conlleva todo. Pero le entra en el pecho solo a quien siente amor por ella. Copleros, gauchos y bagualeros. Cajas, erkes, violines, bandoneones y bombos. En el patio la gente se dejaba agasajar con comidas criollas, mientras escuchaba diversas manifestaciones del folclore. Alfredo Vilte (60) contó a El Tribuno que toca el bombo y fue para acompañar al "Torito" Antonio, bandoneonista. "Lo de la Pachamama son creencias de la gente del campo, pero para mí es un encuentro con amigos", confesó.
María Magdalena (65), de Villa Cristina, mientras comía pollo con mote y papa, comentó que siempre leía en el diario, que Báez hacía esta ceremonia. "Por eso quise venir a conocer. Me hice amiga de gente hermosa con la que compartí la mesa", contó. A su lado, Susana de Tula (60), del barrio Santa Lucía, relató que hace cinco años que va y había participado del destape del mojón y la velada de la Pacha, la noche anterior. "Esta es una casa de familia a la que uno viene y se siente bien", dijo.

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Rafaela Gaspar estaba agotadísima tras cocinar las tijtinchas, papas andinas, habas tostadas, cabeza y lengua hervidas, patas de cordero disecadas, papa oca, papa lisa, el mote con cáscara, el maíz pelado, chanfaina, locro y empanadas. La faena de aquel monumental despliegue culinario le demandó tres días. También iba sahumando su hogar con chacha, coa, ruda y romero, “yuyos aromáticos que vienen de allá porque acá todo es regional y auténtico”.

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