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Hay mucho gaucho andando en moto

Lunes, 27 de julio de 2015 00:30
Don Natalio Santo con su compadre, que estaba amansando. Javier Corbalán
Era un día tapado, fresquito, en Santa Victoria Este, departamento Rivadavia. "Está hermoso el día", dice el gaucho, y claro, lo dice porque cuando pega el sol en el Chaco salteño, hasta los pájaros buscan refugio en la sombra. Son tierras bravas, donde el monte ha borrado poblaciones enteras que ya desaparecieron de la historia, allá en tiempos de la colonia. Un poco más acá en el tiempo, los soldados de la Guerra del Chaco, entre las hermanas Bolivia y Paraguay, a solo kilómetros de la costa salteña del río Pilcomayo, le llamaban el Infierno Verde, ya que se había tragado más vidas que las balas y bayonetas. Es dura la vida en el Chaco y aunque ya muchos apelan a la tecnología del aire acondicionado, la fiabilidad de la doble tracción y la velocidad de las motos; todavía quedan hombres de a caballo.
"No se ve mucho gaucho ya por acá. Se estarán terminando. Debe ser por las motos, pienso". Natalio Salto, criollo de Misión La Paz
Natalio Salto lleva un sombrero de suela retobado, como se usa en el monte para no perder la visión entre las ramas en ningún momento. Anda en un aperito gastado, de esos para el trabajo de todos los días. El lazo es cortito, pero grueso. Por las ancas de su colorado patas blancas se le cae un poco a la derecha. Está apadrinando a su compadre, que viene amansando un caballo nuevo. Salieron temprano desde Misión la Paz, donde tiene el puesto, allá en el límite salteño con Paraguay. Ya a media mañana estaban a unos kilómetros del pueblo de Santa Victoria Este. "El sombrero hay que retobarlo para poder ver cuando se entra en el monte", explica. Aunque no lleva guardamonte, seguramente por la tarea, don Natalio no sale sin guardacalzones y la chaquetilla de cuero curtido, tipo coleto.

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Detalle del apero trabajado por Natalio Santo. Javier Corbalán

Al caballito nuevo el camino y el trajín le fueron sacando las mañas y las cosquillas, tanto que ya parecía mansito cuando El Tribuno encontró a estos gauchos del Chaco salteño. "No se ve mucho gaucho ya por acá. Se estarán terminando. Debe ser por las motos pienso yo. Se extrañan los tiempo de antes, más vale. Todo se va perdiendo de a poco. Pero vea que en esta zona todavía hay varios changos que ensillan para recorrer, o ver la hacienda. Pero ya son dormilones, no salen cuando asoma el oriente", dice don Natalio con picardía.
"Tengo hacienda. Trabajo del campo siempre. Me vine a darle una mano al amigo que está amansando. Yo en mi época también he sido domador, pero a mi edad no me da el cuerpo ya, es que como que ya no me le animo. Para el primer Trichaco, en Santa María, me anoté en el festival de doma, pero resulta que no he podido, porque ya estaba llena la lista. Ahora, la edad, ya no me va a de permitir", recuerda don Natalio. Su compañero de pocas palabras festeja la conversación con una sonrisa, sin dejar de sujetar, bien cortas, las riendas del animal nuevo, que lleva bozal, porque todavía no mordió el freno.
Por el camino polvoriento se van al trote. Una moto fugaz les pasa cerca y desaparece en la siguiente curva dejando su estela de tierra. Por la radio invitan a un duelo de carreras cuadreras. Se prometen varios caballos y un vecino desafía a otro chaqueño a presentar "el rosillo que no ha perdido carrera en 2015". En el Chaco salteño todavía quedan gauchos.
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Era un día tapado, fresquito, en Santa Victoria Este, departamento Rivadavia. "Está hermoso el día", dice el gaucho, y claro, lo dice porque cuando pega el sol en el Chaco salteño, hasta los pájaros buscan refugio en la sombra. Son tierras bravas, donde el monte ha borrado poblaciones enteras que ya desaparecieron de la historia, allá en tiempos de la colonia. Un poco más acá en el tiempo, los soldados de la Guerra del Chaco, entre las hermanas Bolivia y Paraguay, a solo kilómetros de la costa salteña del río Pilcomayo, le llamaban el Infierno Verde, ya que se había tragado más vidas que las balas y bayonetas. Es dura la vida en el Chaco y aunque ya muchos apelan a la tecnología del aire acondicionado, la fiabilidad de la doble tracción y la velocidad de las motos; todavía quedan hombres de a caballo.
"No se ve mucho gaucho ya por acá. Se estarán terminando. Debe ser por las motos, pienso". Natalio Salto, criollo de Misión La Paz
Natalio Salto lleva un sombrero de suela retobado, como se usa en el monte para no perder la visión entre las ramas en ningún momento. Anda en un aperito gastado, de esos para el trabajo de todos los días. El lazo es cortito, pero grueso. Por las ancas de su colorado patas blancas se le cae un poco a la derecha. Está apadrinando a su compadre, que viene amansando un caballo nuevo. Salieron temprano desde Misión la Paz, donde tiene el puesto, allá en el límite salteño con Paraguay. Ya a media mañana estaban a unos kilómetros del pueblo de Santa Victoria Este. "El sombrero hay que retobarlo para poder ver cuando se entra en el monte", explica. Aunque no lleva guardamonte, seguramente por la tarea, don Natalio no sale sin guardacalzones y la chaquetilla de cuero curtido, tipo coleto.

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Detalle del apero trabajado por Natalio Santo. Javier Corbalán

Al caballito nuevo el camino y el trajín le fueron sacando las mañas y las cosquillas, tanto que ya parecía mansito cuando El Tribuno encontró a estos gauchos del Chaco salteño. "No se ve mucho gaucho ya por acá. Se estarán terminando. Debe ser por las motos pienso yo. Se extrañan los tiempo de antes, más vale. Todo se va perdiendo de a poco. Pero vea que en esta zona todavía hay varios changos que ensillan para recorrer, o ver la hacienda. Pero ya son dormilones, no salen cuando asoma el oriente", dice don Natalio con picardía.
"Tengo hacienda. Trabajo del campo siempre. Me vine a darle una mano al amigo que está amansando. Yo en mi época también he sido domador, pero a mi edad no me da el cuerpo ya, es que como que ya no me le animo. Para el primer Trichaco, en Santa María, me anoté en el festival de doma, pero resulta que no he podido, porque ya estaba llena la lista. Ahora, la edad, ya no me va a de permitir", recuerda don Natalio. Su compañero de pocas palabras festeja la conversación con una sonrisa, sin dejar de sujetar, bien cortas, las riendas del animal nuevo, que lleva bozal, porque todavía no mordió el freno.
Por el camino polvoriento se van al trote. Una moto fugaz les pasa cerca y desaparece en la siguiente curva dejando su estela de tierra. Por la radio invitan a un duelo de carreras cuadreras. Se prometen varios caballos y un vecino desafía a otro chaqueño a presentar "el rosillo que no ha perdido carrera en 2015". En el Chaco salteño todavía quedan gauchos.
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