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Irma Silva: Las dos partes pierden | Los salteños ante el vínculo matrimonial, Código civil

Viernes, 03 de julio de 2015 00:30
La decisión de terminar un matrimonio se convierte con más frecuencia en la realidad de muchas personas. En el proceso existen situaciones y sentimientos que ya no se comparten. Desde la manera de ver la vida hasta la forma de criar a los hijos representan zonas de conflicto. Para explicar lo que sucede actualmente con las personas que se divorcian, Irma Silva, presidenta del Colegio de Psicólogos de Salta, dialogó con El Tribuno.
Este año la tendencia marca que los divorcios van en aumento en Salta. ¿Qué piensa al respecto?
A diferencia de lo que ocurría anteriormente, los cambios sociales han traído sistemas familiares que han complejizado el modelo tradicional y que implican más vínculos y personas involucradas. Los divorcios son cada vez más frecuentes, las uniones conyugales duran poco, por lo que las parejas se separan aunque en el hogar haya niños pequeños. Por este motivo, los sectores medios, antes formales y respetuosos de leyes y rituales, hoy están dejando de casarse. Esta tendencia ha sido denominada en Francia como démariage, algo así como "desmatrimonio", y sin dudas evidencia que el matrimonio, como institución, atraviesa una profunda crisis.
¿Las familias ensambladas juegan un papel importante?
En este aspecto hay que preguntarse cuáles serían las diferencias más significativas entre las familias de estructura tradicional y estos nuevos modelos emergentes. La primera diferencia salta a la vista: los padres biológicos no viven juntos, ya sea porque previamente hubo un divorcio o separación o la muerte del otro progenitor. Por lo general, los chicos no viven en tiempo completo en el hogar, sino que transitan entre el hogar de la mamá y el del papá. En las familias ensambladas que funcionan bien, los adultos a cargo no imponen indistintamente de entrada la disciplina. Las reglas en un comienzo son acordadas por la pareja y las hace cumplir el progenitor hasta tanto se cree un vínculo entre los chicos y el nuevo miembro.
¿Existe una cuestión central en el divorcio?
Una cuestión central en la mayor parte de los divorcios y de las nuevas uniones es la relación que se establece entre las generaciones, o sea, entre padres e hijos, y el modo en que los hijos, partícipes a pesar suyo del conflicto, padecen los efectos de los procesos de disolución y de recomposición familiar.
¿El "para toda la vida" es real cuando se toma la decisión?
Todos nos casamos para toda la vida... cada vez que nos casamos. Esa es, justamente, la premisa fundamental del matrimonio: una relación con vocación de permanencia. Sin embargo, desde que se instituyó el divorcio, quedó oficialmente reconocido que no siempre lo que se proyecta y promete se llega a cumplir. A veces, porque la convivencia de la pareja resulta frustrante, para uno o para los dos. Otras veces surgen diferencias irreconciliables respecto de la crianza de los hijos, o la relación de alguno de los esposos con la familia del otro. En algunos casos, simplemente, la relación queda invadida por el hastío, que viene solo o con la fantasía o, directamente, la presencia real de un tercero o tercera. Entonces, es cuando el proyecto y la promesa de matrimonio para toda la vida empieza a fracasar.
¿El denominado divorcio "express" será determinante?
Desde que se empezó a difundir la propuesta de reforma del Código Civil y Comercial, uno de los puntos destacados por algunos medios fue que habilitaría un "divorcio express". Los especialistas cuestionan esta definición porque no necesariamente los divorcios van a ser más cortos, pero sí seguramente, serán menos dolorosos.
¿Existe en la realidad un buen divorcio?
Para casarse, hacen falta dos. Para un buen divorcio, también. Un buen divorcio es, acaso, asumir que fracasamos en un proyecto que se había iniciado para toda la vida. Quizá permitirnos vivir un gran dolor, sabiendo que, de esa forma, nos ganamos el derecho a un nuevo gran amor.
En un buen divorcio, las dos partes pierden, y saben que pierden. Es que un buen divorcio no es una situación de "ganar-ganar", como a veces suele decirse en el ámbito de la negociación y de la mediación; es, en todo caso, se trata de una situación donde hay que compartir las pérdidas.

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La decisión de terminar un matrimonio se convierte con más frecuencia en la realidad de muchas personas. En el proceso existen situaciones y sentimientos que ya no se comparten. Desde la manera de ver la vida hasta la forma de criar a los hijos representan zonas de conflicto. Para explicar lo que sucede actualmente con las personas que se divorcian, Irma Silva, presidenta del Colegio de Psicólogos de Salta, dialogó con El Tribuno.
Este año la tendencia marca que los divorcios van en aumento en Salta. ¿Qué piensa al respecto?
A diferencia de lo que ocurría anteriormente, los cambios sociales han traído sistemas familiares que han complejizado el modelo tradicional y que implican más vínculos y personas involucradas. Los divorcios son cada vez más frecuentes, las uniones conyugales duran poco, por lo que las parejas se separan aunque en el hogar haya niños pequeños. Por este motivo, los sectores medios, antes formales y respetuosos de leyes y rituales, hoy están dejando de casarse. Esta tendencia ha sido denominada en Francia como démariage, algo así como "desmatrimonio", y sin dudas evidencia que el matrimonio, como institución, atraviesa una profunda crisis.
¿Las familias ensambladas juegan un papel importante?
En este aspecto hay que preguntarse cuáles serían las diferencias más significativas entre las familias de estructura tradicional y estos nuevos modelos emergentes. La primera diferencia salta a la vista: los padres biológicos no viven juntos, ya sea porque previamente hubo un divorcio o separación o la muerte del otro progenitor. Por lo general, los chicos no viven en tiempo completo en el hogar, sino que transitan entre el hogar de la mamá y el del papá. En las familias ensambladas que funcionan bien, los adultos a cargo no imponen indistintamente de entrada la disciplina. Las reglas en un comienzo son acordadas por la pareja y las hace cumplir el progenitor hasta tanto se cree un vínculo entre los chicos y el nuevo miembro.
¿Existe una cuestión central en el divorcio?
Una cuestión central en la mayor parte de los divorcios y de las nuevas uniones es la relación que se establece entre las generaciones, o sea, entre padres e hijos, y el modo en que los hijos, partícipes a pesar suyo del conflicto, padecen los efectos de los procesos de disolución y de recomposición familiar.
¿El "para toda la vida" es real cuando se toma la decisión?
Todos nos casamos para toda la vida... cada vez que nos casamos. Esa es, justamente, la premisa fundamental del matrimonio: una relación con vocación de permanencia. Sin embargo, desde que se instituyó el divorcio, quedó oficialmente reconocido que no siempre lo que se proyecta y promete se llega a cumplir. A veces, porque la convivencia de la pareja resulta frustrante, para uno o para los dos. Otras veces surgen diferencias irreconciliables respecto de la crianza de los hijos, o la relación de alguno de los esposos con la familia del otro. En algunos casos, simplemente, la relación queda invadida por el hastío, que viene solo o con la fantasía o, directamente, la presencia real de un tercero o tercera. Entonces, es cuando el proyecto y la promesa de matrimonio para toda la vida empieza a fracasar.
¿El denominado divorcio "express" será determinante?
Desde que se empezó a difundir la propuesta de reforma del Código Civil y Comercial, uno de los puntos destacados por algunos medios fue que habilitaría un "divorcio express". Los especialistas cuestionan esta definición porque no necesariamente los divorcios van a ser más cortos, pero sí seguramente, serán menos dolorosos.
¿Existe en la realidad un buen divorcio?
Para casarse, hacen falta dos. Para un buen divorcio, también. Un buen divorcio es, acaso, asumir que fracasamos en un proyecto que se había iniciado para toda la vida. Quizá permitirnos vivir un gran dolor, sabiendo que, de esa forma, nos ganamos el derecho a un nuevo gran amor.
En un buen divorcio, las dos partes pierden, y saben que pierden. Es que un buen divorcio no es una situación de "ganar-ganar", como a veces suele decirse en el ámbito de la negociación y de la mediación; es, en todo caso, se trata de una situación donde hay que compartir las pérdidas.

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