1986, cuando Arabia Saudita logró, en acuerdo con EEUU, derrumbar el precio del crudo a través de un exponencial aumento de su producción de petróleo. Dicha medida arruinó las finanzas del Kremlin y aceleró la caída de la Unión Soviética que tuvo lugar pocos años más tarde.
Una caída persistente en la cotización del precio del petróleo compromete el equilibrio presupuestario de países cuya economía está atada decisivamente al producto de la renta energética. Algunas de estas naciones se encuentran en el centro de los conflictos mundiales: Irak, Siria, Rusia y, en nuestra región, Venezuela.
El fin de la fiesta bolivariana provocó, además, el giro geopolítico más impactante del año: el acuerdo entre Cuba y los Estados Unidos para normalizar sus relaciones. Conscientes de que Venezuela ya no estaría en condiciones de abastecer sus necesidades económicas, Cuba tendría que atravesar un nuevo "período especial" plagado de privaciones y limitaciones como aquel que siguió al fin del subsidio soviético a fines de los ochenta.
Los Estados Unidos parecen estar entrando en una etapa de abundancia energética: en los últimos diez años aumentaron su producción petrolera en un 56%. Los nuevos gigantes, China e India, podrían beneficiarse, aunque de manera indirecta: la dependencia petrolera es significativa en el caso chino.
El precio del barril de petróleo estaría llamado a ser, nuevamente, un actor central de la economía global.
Esta nueva realidad geopolítica parece dejar atrás algunas ensoñaciones. Hace seis años, durante la primera cumbre del grupo BRICS en Ekaterimburgo, los líderes de Rusia, China, India, Brasil, Kazajistán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán llamaron a consolidar un modelo global superador de la "manutención de un sistema unipolar artificial". Entonces, los BRICS estaban de moda: Goldman Sachs estimó que China podría superar el PBI de los Estados Unidos hacia 2027 y que los BRICS combinados podrían tener más peso en la economía mundial que el G7 para el año 2032. Los Estados Unidos parecían una potencia en declive.
Pero, ¿el petróleo es bueno o malo para el desarrollo de un país? Charles-Maurice de Talleyrand dijo alguna vez: "Sólo Dios sabe cuántos errores políticos se evitan gracias a las restricciones presupuestarias".
Tales enseñanzas pueden remitirse a la bonanza económica de la década del 2000 para los países beneficiados por la economía de renta. Como un llamado inexorable de la historia, las relaciones entre petróleo y política están convocadas a guiar una vez más el curso de los acontecimientos mundiales.
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1986, cuando Arabia Saudita logró, en acuerdo con EEUU, derrumbar el precio del crudo a través de un exponencial aumento de su producción de petróleo. Dicha medida arruinó las finanzas del Kremlin y aceleró la caída de la Unión Soviética que tuvo lugar pocos años más tarde.
Una caída persistente en la cotización del precio del petróleo compromete el equilibrio presupuestario de países cuya economía está atada decisivamente al producto de la renta energética. Algunas de estas naciones se encuentran en el centro de los conflictos mundiales: Irak, Siria, Rusia y, en nuestra región, Venezuela.
El fin de la fiesta bolivariana provocó, además, el giro geopolítico más impactante del año: el acuerdo entre Cuba y los Estados Unidos para normalizar sus relaciones. Conscientes de que Venezuela ya no estaría en condiciones de abastecer sus necesidades económicas, Cuba tendría que atravesar un nuevo "período especial" plagado de privaciones y limitaciones como aquel que siguió al fin del subsidio soviético a fines de los ochenta.
Los Estados Unidos parecen estar entrando en una etapa de abundancia energética: en los últimos diez años aumentaron su producción petrolera en un 56%. Los nuevos gigantes, China e India, podrían beneficiarse, aunque de manera indirecta: la dependencia petrolera es significativa en el caso chino.
El precio del barril de petróleo estaría llamado a ser, nuevamente, un actor central de la economía global.
Esta nueva realidad geopolítica parece dejar atrás algunas ensoñaciones. Hace seis años, durante la primera cumbre del grupo BRICS en Ekaterimburgo, los líderes de Rusia, China, India, Brasil, Kazajistán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán llamaron a consolidar un modelo global superador de la "manutención de un sistema unipolar artificial". Entonces, los BRICS estaban de moda: Goldman Sachs estimó que China podría superar el PBI de los Estados Unidos hacia 2027 y que los BRICS combinados podrían tener más peso en la economía mundial que el G7 para el año 2032. Los Estados Unidos parecían una potencia en declive.
Pero, ¿el petróleo es bueno o malo para el desarrollo de un país? Charles-Maurice de Talleyrand dijo alguna vez: "Sólo Dios sabe cuántos errores políticos se evitan gracias a las restricciones presupuestarias".
Tales enseñanzas pueden remitirse a la bonanza económica de la década del 2000 para los países beneficiados por la economía de renta. Como un llamado inexorable de la historia, las relaciones entre petróleo y política están convocadas a guiar una vez más el curso de los acontecimientos mundiales.