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Leche ¿buena o no?

Miércoles, 06 de enero de 2016 01:30
Al pensar en la leche, es probable que lo primero que venga a la mente sea su función como fuente de calcio. A los chicos, se les asegura que un vaso lleno cada mañana es indispensable para crecer sanos y fuertes. Tal es la convicción que, si no les gustaba su sabor, las mamás se las ingenian para que la tomen con chocolate o cereales.
Sin embargo, hace tiempo que las bondades de la bebida blanca comenzaron a ser puestas bajo la lupa. Las aguas se dividen entre quienes defienden su posición privilegiada en la pirámide alimenticia y quienes alertan sobre los problemas que puede generar en la salud y desalientan su consumo.
¿Qué se le podría criticar a un alimento que es sinónimo de huesos fuertes? Sus detractores apuntan, en primer lugar, a nuestro sentido común. Para eso, señalan que el ser humano es el único mamífero que consume leche en su vida adulta (y con el agravante de tratarse de leche de otra especie). De ahí que muchas personas, a medida que crecen, pierdan la enzima que permite digerir la lactosa, como parte natural de su desarrollo. Pero el argumento no termina ahí: como la leche de vaca fue "diseñada" para las necesidades alimentarias de un ternero -que duplica su peso en 50 días y desarrolla cuatro estómagos-, el contenido en grasas y proteínas puede resultar excesivo para el ser humano. Del otro lado, los nutricionistas clásicos siguen ubicando la leche como un elemento primordial, especialmente por su aporte de calcio y biodisponibilidad, que significa la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes.
El calcio es necesario para la formación de los huesos, junto con otros nutrientes. En este escenario, según los médicos tradicionales, la leche es fundamental, al punto que, de no consumirse, se obtendría menos de la mitad del calcio que el cuerpo necesita. Además, provee vitamina D, tiene proteínas, carbohidratos y grasas y sus derivados poseen múltiples efectos saludables. Ahora bien, de la vereda de enfrente indican lo contrario y hasta trazan una relación directa entre el consumo de leche y la osteoporosis. Al comparar la capacidad de los alimentos para regular el PH del cuerpo, advierten que, al aportar proteína animal, la leche acidifica la sangre. Para compensarlo y alcalinizarla, nuestro organismo se desprende de calcio que ha almacenado en el hueso, de forma que la leche les estaría requiriendo a nuestros huesos más calcio del que les aporta.
Para quienes prefieren evitar la leche de vaca, existen algunos sustitutos que aportan buenas cantidades de calcio, tales como el sésamo, el tofu, las semillas de chía y de lino, las almendras o avellanas.
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Al pensar en la leche, es probable que lo primero que venga a la mente sea su función como fuente de calcio. A los chicos, se les asegura que un vaso lleno cada mañana es indispensable para crecer sanos y fuertes. Tal es la convicción que, si no les gustaba su sabor, las mamás se las ingenian para que la tomen con chocolate o cereales.
Sin embargo, hace tiempo que las bondades de la bebida blanca comenzaron a ser puestas bajo la lupa. Las aguas se dividen entre quienes defienden su posición privilegiada en la pirámide alimenticia y quienes alertan sobre los problemas que puede generar en la salud y desalientan su consumo.
¿Qué se le podría criticar a un alimento que es sinónimo de huesos fuertes? Sus detractores apuntan, en primer lugar, a nuestro sentido común. Para eso, señalan que el ser humano es el único mamífero que consume leche en su vida adulta (y con el agravante de tratarse de leche de otra especie). De ahí que muchas personas, a medida que crecen, pierdan la enzima que permite digerir la lactosa, como parte natural de su desarrollo. Pero el argumento no termina ahí: como la leche de vaca fue "diseñada" para las necesidades alimentarias de un ternero -que duplica su peso en 50 días y desarrolla cuatro estómagos-, el contenido en grasas y proteínas puede resultar excesivo para el ser humano. Del otro lado, los nutricionistas clásicos siguen ubicando la leche como un elemento primordial, especialmente por su aporte de calcio y biodisponibilidad, que significa la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes.
El calcio es necesario para la formación de los huesos, junto con otros nutrientes. En este escenario, según los médicos tradicionales, la leche es fundamental, al punto que, de no consumirse, se obtendría menos de la mitad del calcio que el cuerpo necesita. Además, provee vitamina D, tiene proteínas, carbohidratos y grasas y sus derivados poseen múltiples efectos saludables. Ahora bien, de la vereda de enfrente indican lo contrario y hasta trazan una relación directa entre el consumo de leche y la osteoporosis. Al comparar la capacidad de los alimentos para regular el PH del cuerpo, advierten que, al aportar proteína animal, la leche acidifica la sangre. Para compensarlo y alcalinizarla, nuestro organismo se desprende de calcio que ha almacenado en el hueso, de forma que la leche les estaría requiriendo a nuestros huesos más calcio del que les aporta.
Para quienes prefieren evitar la leche de vaca, existen algunos sustitutos que aportan buenas cantidades de calcio, tales como el sésamo, el tofu, las semillas de chía y de lino, las almendras o avellanas.

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