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Septiembre lo trajo y un septiembre se lo llevó

“El ‘Cuchi’ más que ninguno supo interpretar las letras de los poetas”. 
Domingo, 01 de octubre de 2017 14:44

Siempre, cuando se habla de Salta, uno va recordando a sus grandes referentes musicales con la alegría de sus composiciones en los labios del pueblo que tanto lo quiere.
Contrariamente a lo sucedido con otros músicos, el éxito de sus obras no lo sacó de su Salta natal y merced a su profesión y sus tareas como docente, nunca necesitó hacer de su actividad artística un medio de vida. Decía: “La música me liberó para siempre de la vergüenza de vivir de la discordia ajena”. 
Fue el piano el instrumento elegido para acompañarlo toda su vida, señalando los especialistas que su música es la de un autodidacto que se formó bajo distintas esferas musicales. Enriqueció la música sin ponerle revoques. Era un libro abierto y todo lo vivíó intensamente.
Supo arrancar del piano esas melodías que suelen dar a la zamba un vuelo aristocrático, como el Cuchi solo puede hacerlo. Con su música pudo reflejar la esencia espiritual del noroeste y su pasado, haciéndolo con originalidad con cada una de sus creaciones. 
Más que ninguno supo interpretar las letras de los poetas, la mayoría de sus canciones llevan la hermosa poesía de otro salteño incomparable, Manuel J. Castilla. Registró en Sadaic 82 composiciones, en su mayoría grabadas. Otros poetas fueron: Juan Carlos Dávalos, Jaime Dávalos, César Perdiguero, Armando Tejada Gómez, Nella Castro, Perecito, Walter Adet, sin olvidar canciones con la poesía de Pablo Neruda o Jorge Luis Borges.
Sus sonoras carcajadas se fueron haciendo costumbre, mientras que silbando le fue poniendo música a sus zambas por las calles de Salta. Habría que agregar su labor didáctica que dio frutos del más alto nivel, como el Dúo Salteño, aplaudido en los más exigentes escenarios internacionales. 
El Cuchi Leguizamón no se limitó a su labor de compositor, también fue un exquisito poeta de sus propias obras. Y como un verdadero artista supo modelar nuevas temáticas musicales, dejando el sentir de un hombre que ha hecho suya esa aventura musical como el concierto de las campanas y el de las locomotoras.
Como autor de la música de la película “La redada”, donde además actuó como actor, su obra musical se fue convirtiendo en eterna y ha entrado en los vericuetos de la leyenda.
Brindar un homenaje a este gran músico salteño de proyección universal recordando su figura y su talento, es un ejemplo para las futuras generaciones que heredarán sus canciones interpretándolas y entre silbidos los changuitos por las calles de Salta jamás lo olvidarán.
Este Cuchi hermoso, que acompañará por siempre a los amantes de la música, fue siempre un gran bromista y solía poner apodos con la sabiduría del pueblo.
Si preguntan cómo fue un día de sus días, su hijo El Moro contó una vez “que un 15 de julio a la noche cuando reinaba el frío, se apareció en su casa con albahaca en las orejas, papel picado y serpentina por todo el cuerpo, que preguntado de dónde venía con esa traza tan fiestera, respondió que venía de carnavalear. Parece que le habían abierto una carpa para él solo”.
El Cuchi además fue un eximio profesor de historia y literatura en el colegio Nacional de Salta, fue un gran cocinero, bohemio empedernido, abogado y poseedor de cargos oficiales que lo acompañaron hasta que lo cambió por la delicia de hacer y regalar su música. La lección que el Cuchi realmente enseñaba era que sin duende no se va a ningún lado. Que cuando te ronda el duende se accede a la imaginación total. 
Supo de distinciones en distintos países, ciudadano ilustre de los salteños, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Tucumán y profesor honorario de la UNSa. Pero por sobre todas las cosas, fue un tipo muy admirado, excelente persona, mejor amigo, fino pianista y genio creador. 
Nos queda su risa inmensa. Su silbido impertinente. A él las ganas de seguir allá arriba la cacharpaya. Que se tome el vino de la amistad. Silencio le hacen los carperos. Septiembre lo trajo y un septiembre se lo llevó. Como lleva y trae la flor de los lapachos, la primavera.
El Cuchi estará siempre volviendo con su música al pago que lo parió. El Cuchi se quedará en un grito bagualero, en el giro de una zamba o en la boca enamorada de alguna postergada vidala. Quién sabe. Hasta nuestro próximo encuentro, profesor.

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Siempre, cuando se habla de Salta, uno va recordando a sus grandes referentes musicales con la alegría de sus composiciones en los labios del pueblo que tanto lo quiere.
Contrariamente a lo sucedido con otros músicos, el éxito de sus obras no lo sacó de su Salta natal y merced a su profesión y sus tareas como docente, nunca necesitó hacer de su actividad artística un medio de vida. Decía: “La música me liberó para siempre de la vergüenza de vivir de la discordia ajena”. 
Fue el piano el instrumento elegido para acompañarlo toda su vida, señalando los especialistas que su música es la de un autodidacto que se formó bajo distintas esferas musicales. Enriqueció la música sin ponerle revoques. Era un libro abierto y todo lo vivíó intensamente.
Supo arrancar del piano esas melodías que suelen dar a la zamba un vuelo aristocrático, como el Cuchi solo puede hacerlo. Con su música pudo reflejar la esencia espiritual del noroeste y su pasado, haciéndolo con originalidad con cada una de sus creaciones. 
Más que ninguno supo interpretar las letras de los poetas, la mayoría de sus canciones llevan la hermosa poesía de otro salteño incomparable, Manuel J. Castilla. Registró en Sadaic 82 composiciones, en su mayoría grabadas. Otros poetas fueron: Juan Carlos Dávalos, Jaime Dávalos, César Perdiguero, Armando Tejada Gómez, Nella Castro, Perecito, Walter Adet, sin olvidar canciones con la poesía de Pablo Neruda o Jorge Luis Borges.
Sus sonoras carcajadas se fueron haciendo costumbre, mientras que silbando le fue poniendo música a sus zambas por las calles de Salta. Habría que agregar su labor didáctica que dio frutos del más alto nivel, como el Dúo Salteño, aplaudido en los más exigentes escenarios internacionales. 
El Cuchi Leguizamón no se limitó a su labor de compositor, también fue un exquisito poeta de sus propias obras. Y como un verdadero artista supo modelar nuevas temáticas musicales, dejando el sentir de un hombre que ha hecho suya esa aventura musical como el concierto de las campanas y el de las locomotoras.
Como autor de la música de la película “La redada”, donde además actuó como actor, su obra musical se fue convirtiendo en eterna y ha entrado en los vericuetos de la leyenda.
Brindar un homenaje a este gran músico salteño de proyección universal recordando su figura y su talento, es un ejemplo para las futuras generaciones que heredarán sus canciones interpretándolas y entre silbidos los changuitos por las calles de Salta jamás lo olvidarán.
Este Cuchi hermoso, que acompañará por siempre a los amantes de la música, fue siempre un gran bromista y solía poner apodos con la sabiduría del pueblo.
Si preguntan cómo fue un día de sus días, su hijo El Moro contó una vez “que un 15 de julio a la noche cuando reinaba el frío, se apareció en su casa con albahaca en las orejas, papel picado y serpentina por todo el cuerpo, que preguntado de dónde venía con esa traza tan fiestera, respondió que venía de carnavalear. Parece que le habían abierto una carpa para él solo”.
El Cuchi además fue un eximio profesor de historia y literatura en el colegio Nacional de Salta, fue un gran cocinero, bohemio empedernido, abogado y poseedor de cargos oficiales que lo acompañaron hasta que lo cambió por la delicia de hacer y regalar su música. La lección que el Cuchi realmente enseñaba era que sin duende no se va a ningún lado. Que cuando te ronda el duende se accede a la imaginación total. 
Supo de distinciones en distintos países, ciudadano ilustre de los salteños, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Tucumán y profesor honorario de la UNSa. Pero por sobre todas las cosas, fue un tipo muy admirado, excelente persona, mejor amigo, fino pianista y genio creador. 
Nos queda su risa inmensa. Su silbido impertinente. A él las ganas de seguir allá arriba la cacharpaya. Que se tome el vino de la amistad. Silencio le hacen los carperos. Septiembre lo trajo y un septiembre se lo llevó. Como lleva y trae la flor de los lapachos, la primavera.
El Cuchi estará siempre volviendo con su música al pago que lo parió. El Cuchi se quedará en un grito bagualero, en el giro de una zamba o en la boca enamorada de alguna postergada vidala. Quién sabe. Hasta nuestro próximo encuentro, profesor.

 

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