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¿Alcanza la política monetaria para bajar la inflación?

Viernes, 27 de octubre de 2017 00:00

En muchos artículos, desde esta columna se han señalado diversas causas por las que las economías incurren en inflación, tales como la expansión monetaria, el déficit fiscal impulsado por un creciente gasto público, el empuje de los costos, las expectativas, etc. También se enfatizó en que estas explicaciones no son excluyentes entre sí y, justamente, los partidarios del monetarismo sostienen que ningún impulso inflacionario se sostendría si no fuera acompañado por la necesaria expansión monetaria que lo convalide. Sin perjuicio del importante contenido de verdad que contiene este enfoque, no es menos cierto que una condición indispensable para que este argumento tenga validez es que la producción de bienes y servicios se mantenga constante, porque es también una contundente verdad que a medida que las economías se expanden se necesitan más medios de pago ya que en ausencia de éstos la actividad económica no puede sostenerse y mucho menos, incrementarse.

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En muchos artículos, desde esta columna se han señalado diversas causas por las que las economías incurren en inflación, tales como la expansión monetaria, el déficit fiscal impulsado por un creciente gasto público, el empuje de los costos, las expectativas, etc. También se enfatizó en que estas explicaciones no son excluyentes entre sí y, justamente, los partidarios del monetarismo sostienen que ningún impulso inflacionario se sostendría si no fuera acompañado por la necesaria expansión monetaria que lo convalide. Sin perjuicio del importante contenido de verdad que contiene este enfoque, no es menos cierto que una condición indispensable para que este argumento tenga validez es que la producción de bienes y servicios se mantenga constante, porque es también una contundente verdad que a medida que las economías se expanden se necesitan más medios de pago ya que en ausencia de éstos la actividad económica no puede sostenerse y mucho menos, incrementarse.

La realidad de la economía argentina y de las economías normales.

Si se trasladan los anteriores argumentos a la economía argentina, se advierte que, por largos recientes años, la actividad económica ha permanecido estancada sin que el gasto público, por su parte, se haya reducido sino más bien todo lo contrario. Esta presión del gasto, acompañada por una recaudación que, alineada con la producción, no se incrementaba, hizo que el déficit fiscal haya aumentado.

Claramente, en la medida en que un mayor gasto no puede financiarse con más impuestos porque la tolerancia de la población a la presión tributaria tiene un límite, el Gobierno entonces apela al financiamiento a través de la emisión de billetes cooptando el Banco Central, hasta que la inflación que sobreviene se hace insostenible, o bien, un recambio gubernamental pone un poco de paños fríos a la voracidad fiscal.

¿Qué pasa, a todo esto, en las economías normales? Allí existe un razonable control parlamentario de los desbordes fiscales, a la vez que los bancos centrales son independientes y no están dispuestos a financiar cualquier nivel de déficit fiscal. Sin embargo, más importante aún, allí las economías no permanecen estancadas y por lo tanto, la inversión expande constantemente la capacidad productiva, lo que da margen para que la oferta monetaria se enfrente a una producción flexible y solamente una porción reducida de los tirones de demanda se transformen en inflación, esto es, la tasa "normal" de inflación no supera el 2% anual, aproximadamente.

¿Está bajando la inflación en la Argentina?

El Gobierno de la Argentina de hoy, si bien respeta la independencia del Banco Central y consecuentemente no le endilga el financiamiento de la totalidad de su déficit, mantiene éste en altos niveles y lo cubre con ingresos de capitales externos que logra a través de bonos del Tesoro a diferentes plazos. Si bien desde el punto de vista de los pruritos monetaristas el Gobierno no se financia emitiendo dinero, lo hace en cambio vendiendo la moneda extranjera que consigue con sus bonos y esto, además de representar una inyección monetaria similar a la que obtendría con "créditos" del Banco Central, deprime por otra parte el tipo de cambio, creando una complicación adicional a la economía. A su turno, en la medida en que el Gobierno gasta pero no aumenta o no lo hace lo suficiente- la producción, se presenta nuevamente una de las explicaciones ya analizada de la inflación: se produce una disputa por los "mismos" bienes y servicios, debido a las compras del gobierno. El Banco Central, por su parte, convencido de que la inflación es exclusivamente un fenómeno monetario, apela al alza de las tasas de interés como forma de desviar dinero del consumo y la inversión hacia el ahorro por medio de las famosas Lebac. Sin embargo, como se aprecia claramente, la inflación, aunque con un importante descenso en comparación con años anteriores, se mantiene muy alta y las proyecciones son de una disminución, aunque cosmética, para 2018. ¿Cómo podría bajar más acentuadamente la inflación?

Muchos economistas y personas corrientes están convencidos de que la inflación desaparece o se reduce a un mínimo cuando existen "respaldos" del tipo del oro o el dólar, y ponen como ejemplos a la economía bajo patrón oro, precisamente, liderada por el Reino Unido durante todo el Siglo XIX, o bien algunas economías actuales, como fue el caso no tan lejano de la Argentina de la Convertibilidad y otras que emplean asimismo el "respaldo" dólar. En realidad, a estos ejemplos se le pueden contraponer los contraejemplos de las economías "normales" (Japón, el Reino Unido, la mayor parte de Europa, etc.) que no se respaldan en el oro o los dólares y sin embargo, no tienen inflación importante. La economía no tiene porqué ser equivalente a hacerlo de manera brutal, como se hizo en otras oportunidades, pero sí debe hacerse de manera sostenida, comenzando por las concentraciones más extremas y conformando al mismo tiempo una política industrial que se asiente en una federalización de la producción, o, alternativamente, que permita a las provincias manejar aranceles de modo que puedan acceder a importaciones en forma competitiva y no se vean obligadas, como ocurre ahora, a adquirir productos "nacionales" a los precios más elevados del mundo. No obstante, sin duda también, logrará reducir de manera sustancial la tasa de inflación, lo que compone un desagradable pero inevitable "intercambio" bien conocido en Economía, puesto que la inflación y el desempleo son "males" que aumentan o disminuyen uno a expensas del otro.

Por último, no es menos cierto que el desempleo lo sufren los que quedaron sin empleo, o con un empleo reducido, lo que puede paliarse con un seguro de desempleo bien estructurado que garantice que no habrá desprotegidos ni "avivados". La inflación, en cambio, la padecemos todos, especialmente, los sectores más frágiles de la sociedad, y, desafortunadamente, para este mal no existe seguro alguno.

 

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