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La función de mamá

Sabado, 25 de noviembre de 2017 21:16

Cuando una mamá tiene a su hijo en brazos, por lo general, lo carga hacia su corazón. La madre representa la abundancia, la ternura, y es el primer vínculo del niño. Nuestra relación con mamá debe estar sana porque de ahí surge nuestra capacidad para avanzar en la vida. 
Cuando un papá tiene a su hijo en brazos, casi siempre, lo sostiene mirando hacia afuera. Esto es una metáfora porque el padre transmite, en términos generales, la fuerza para ir hacia afuera. Mientras que la madre transmite la fuerza para ir hacia adentro. Es por ello que una relación conflictiva con nuestra madre suele acarrear muchos conflictos y una gran pérdida de tiempo. 
Tipos de mamás difíciles.
La mamá absorbente
Sobreprotege a su hijo y se para en el miedo de que le ocurra algo y le da de más, lo cuida todo el tiempo. Arma una simbiosis y, como resultado, los hijos no saben dónde están parados en la vida y no son capaces de asumir su responsabilidad. Porque todas las decisiones vienen del lado de mamá. La sobreprotección no es ni “sobre”, ni “protección”. Lo único que transmite es miedo. En realidad, esa mujer no ve a su hijo seguro como para enfrentar la vida, razón por la cual no crecerá firme, lo hará con inseguridad. Están las mamás sobreprotectoras cariñosas y las manipuladoras. Estas últimas expresan cosas tales como: “No te preocupes, si ya no querés a tu mamá”. 
La mamá agresiva
Es la que grita: “¡Basta! ¡Me tenés cansada!”. Es una mujer que no pudo realizarse y con áreas de su vida que no están sanas. Grita, insultar, pega, o es distante y fría. En vez de resolver sus conflictos los escribe en la vida de sus hijos. Muchos hijos recibimos la escritura de nuestros padres y creemos que es nuestra, la hacemos propia. Esta mamá escribe su propia frustración en sus hijos. 
La mamá sacrificada
Su mensaje es: “Lo hice por vos”. Es la mamá “con cara de pena” que dice: “Te hice la comida”, “Acá estoy, no te preocupes por mí”. Para ella, todo es dolor y está teñido por el sufrimiento. “Cuando eras chiquito, te despertaste 444 veces, te cambié 1.242 pañales y tu padre me rechazó por vos 348 veces”. Los hijos no tenemos que copiar a nuestros padres. Tampoco tenemos que procurar ser todo lo contrario de lo que ellos fueron. Porque cuando uno fotocopia la vida de su mamá (o de su papá), no construye su propio modelo. Y cuando una mujer dice: “Quiero ser distinta de mi mamá”, en el fondo, sigue unida a ella porque sigue siendo el patrón para construir su identidad como mujer y madre. Lo ideal es construir nuestro propio mundo. ¿Cómo? Aceptando a nuestros padres tal como son, aprendiendo a perdonarlos, si es necesario, y a soltarlos. Esa es la única manera de no quedar estancados y ser capaces de volar para construir nuestra propia historia. 
 

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Cuando una mamá tiene a su hijo en brazos, por lo general, lo carga hacia su corazón. La madre representa la abundancia, la ternura, y es el primer vínculo del niño. Nuestra relación con mamá debe estar sana porque de ahí surge nuestra capacidad para avanzar en la vida. 
Cuando un papá tiene a su hijo en brazos, casi siempre, lo sostiene mirando hacia afuera. Esto es una metáfora porque el padre transmite, en términos generales, la fuerza para ir hacia afuera. Mientras que la madre transmite la fuerza para ir hacia adentro. Es por ello que una relación conflictiva con nuestra madre suele acarrear muchos conflictos y una gran pérdida de tiempo. 
Tipos de mamás difíciles.
La mamá absorbente
Sobreprotege a su hijo y se para en el miedo de que le ocurra algo y le da de más, lo cuida todo el tiempo. Arma una simbiosis y, como resultado, los hijos no saben dónde están parados en la vida y no son capaces de asumir su responsabilidad. Porque todas las decisiones vienen del lado de mamá. La sobreprotección no es ni “sobre”, ni “protección”. Lo único que transmite es miedo. En realidad, esa mujer no ve a su hijo seguro como para enfrentar la vida, razón por la cual no crecerá firme, lo hará con inseguridad. Están las mamás sobreprotectoras cariñosas y las manipuladoras. Estas últimas expresan cosas tales como: “No te preocupes, si ya no querés a tu mamá”. 
La mamá agresiva
Es la que grita: “¡Basta! ¡Me tenés cansada!”. Es una mujer que no pudo realizarse y con áreas de su vida que no están sanas. Grita, insultar, pega, o es distante y fría. En vez de resolver sus conflictos los escribe en la vida de sus hijos. Muchos hijos recibimos la escritura de nuestros padres y creemos que es nuestra, la hacemos propia. Esta mamá escribe su propia frustración en sus hijos. 
La mamá sacrificada
Su mensaje es: “Lo hice por vos”. Es la mamá “con cara de pena” que dice: “Te hice la comida”, “Acá estoy, no te preocupes por mí”. Para ella, todo es dolor y está teñido por el sufrimiento. “Cuando eras chiquito, te despertaste 444 veces, te cambié 1.242 pañales y tu padre me rechazó por vos 348 veces”. Los hijos no tenemos que copiar a nuestros padres. Tampoco tenemos que procurar ser todo lo contrario de lo que ellos fueron. Porque cuando uno fotocopia la vida de su mamá (o de su papá), no construye su propio modelo. Y cuando una mujer dice: “Quiero ser distinta de mi mamá”, en el fondo, sigue unida a ella porque sigue siendo el patrón para construir su identidad como mujer y madre. Lo ideal es construir nuestro propio mundo. ¿Cómo? Aceptando a nuestros padres tal como son, aprendiendo a perdonarlos, si es necesario, y a soltarlos. Esa es la única manera de no quedar estancados y ser capaces de volar para construir nuestra propia historia. 
 

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