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En Cachi, una bonaerense vende café de algarroba, en su casa con forma de chacana

Celia Güjchal, artesana y comunicadora.
Sabado, 25 de noviembre de 2017 23:08

Hay una campana en la puerta de esa casa que, vista desde el aire, tiene forma de chacana. 
Esa construcción de barro, cañas y piedras tiene el plano de una cruz aborigen de los pueblos andinos. 
Precisamente la chacana es la cruz andina. Su forma es la de una cruz cuadrada y escalonada, con doce puntas.
Para sus moradores, la casa chacana es su universo en completa armonía con ese valle alto que está arriba del pueblo de Cachi, a tan sólo 4 kilómetros, al oeste.
“Dicen que este es un barrio de locos”, asegura Celia Güjchal parada al lado de un cartel que afirma: “se vende café de algarroba”. 
En diagonal a su chacana está el mundialmente famoso Ovnipuerto, que se construyó en ese espacio tan pegadito al cielo, que tiene por misión invitar a los seres del universo a los Valles Calchaquíes.
En la inmensidad del paisaje diaguita está tejiendo sus raíces esta mujer que nació en Bahía Blanca y que por diferentes motivos de su sorprendente vida la llevó al pie del Nevado de Cachi.
“Yo nací al sur de la provincia de Buenos Aires y me fui a estudiar Comunicaciones Sociales a la UBA. Ahí me enamoré de la escritura; pero también descubrí las artes plásticas y las terapias alternativas. En realidad creo que me gusta todo lo que promueve la creatividad. Regularmente doy talleres de escritura; ahora en Cachi, por lo que me gustaría leer luego qué ponen en el diario”, dijo metiendo presión e invitando a El Tribuno a “su casa de barro y de sueño”.
El centro de la construcción está iluminado por un techo transparente por donde ingresa el Inti calchaquí pleno durante gran parte del día. Una carpa pequeña brinda el indicio de la presencia de niños, el piso es de adobe lustrado y las paredes muestran sí el papiro de los rastros de la construcción manual. Una mesa redonda, libros por todos lados, una cocina en “L” con ventanas a la montaña nevada, al oeste, y en el centro una pequeña isla con toda la tecnología artesanal de la preparación del famoso café de algarroba.
“Es dulce”, advierte como si estuviera ofertándole a turistas interesados. Y mientras prepara esa bebida caliente, filtrada, anhelada va explicando qué, cómo y las extrañas razones por la que está en ese espacio y en ese tiempo.
Y explicó un camino. 
Cierto día, ella se vino de turismo como mochilera para el norte del país y anduvo recorriendo. Cuando estuvo en Humahuaca se fue a una peña. 
“Eso fue en 2007”, dijo soplando con mezcla de sorpresa y de sonrisa. 
Esa noche, de ese viaje, conoció a Quitu. Se trata de un hombre de barro, cacheño, guitarrista, cantante de peñas y maestro de la música autóctona. Qitu no tiene nombre, porque según él todos los conocen por su nombre artístico. El hombre cantaba en esa peña y aparentemente fue rápida la resolución de amor. 
Una picadora de esas que se usan para moler el choclo para las humitas, fuentes con algarrobas secas, bolsas de telas para juntar su harina, frascos, cuchillos, cucharas y dos nenas que aparecen corriendo. Son Maimara (sin acento) y Amancay. 
Sucedió que cuando Celia se volvió para sus pagos ya estaba embarazada.
“Nosotros nos dimos cuenta de la gran cantidad de algarrobos que había en el valle y sabíamos que se podía hacer café. Entonces comenzamos a probar, quemar cosas, experimentar con el secado, el tostado hasta que finalmente llegué a este punto en donde me quedé y se vende bastante por el gusto y es una curiosidad”, dijo Celia que comenzó a ver la zona cuando vino con Qitu y se instalaron en San José de Cachi.
Y entonces explica que su café de algarrobas es bueno porque no produce acidez y que al no contener cafeína ni malta es recomendada para quienes sufren de hipertensión o celiaquía. Además, por su dulce sabor es aconsejado a los enfermos de diabetes.
Al igual que con la harina, los beneficios del torrado o café son numerosos por su alto contenido en fibras, hierro, vitaminas y azúcares naturales.
Con la ayuda de todo el mundo luego hicieron la casa de chacana. En cada detalle hay siempre alguien. Las cañas son mengano, el plano lo hizo fulana, las maderas vinieron de otro amigo y así fueron construyendo ese paraíso que se presta para tomar café y contar historias.
Efectivamente es dulce, seco, con un gusto de tostado que se queda por un buen tiempo en el paladar y con un cuerpo que invita a la conversación.
Enumera más beneficios. “Tiene hidratos de carbono, vitaminas A, del grupo B (B1, B2, B3, B6, B9 o ácido fólico), C, E, minerales como el potasio, magnesio, hierro, fósforo, zinc, calcio, selenio, yodo, ácidos grasos, carotenoides, proteínas vegetales y fibra”, dijo.
Además que al ser todo artesanal no usa ningún tipo de químicos en su elaboración.
Hoy, con Quitu, sus nenas, en su casa de chacana, Celia muestra una sonrisa plena. Se la puede ver en la Municipalidad de Cachi, ya que la Intendencia tiene al arte como política de Estado. No sólo exhorta la escritura creativa, sino que también brinda talleres de artes plásticas y puede desarrollar su terapia alternativa.
En este camino que describió, de luchas por vivir de acuerdo a las consecuencias del pensamiento, en esta historia de amor contada en una mesa con silencios que sólo se rompen con el viento que viene de Las Pailas; en esa instancia el relato solo cierra si está mediado por ese café que hace, prepara y sirve con las dos manos.

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Hay una campana en la puerta de esa casa que, vista desde el aire, tiene forma de chacana. 
Esa construcción de barro, cañas y piedras tiene el plano de una cruz aborigen de los pueblos andinos. 
Precisamente la chacana es la cruz andina. Su forma es la de una cruz cuadrada y escalonada, con doce puntas.
Para sus moradores, la casa chacana es su universo en completa armonía con ese valle alto que está arriba del pueblo de Cachi, a tan sólo 4 kilómetros, al oeste.
“Dicen que este es un barrio de locos”, asegura Celia Güjchal parada al lado de un cartel que afirma: “se vende café de algarroba”. 
En diagonal a su chacana está el mundialmente famoso Ovnipuerto, que se construyó en ese espacio tan pegadito al cielo, que tiene por misión invitar a los seres del universo a los Valles Calchaquíes.
En la inmensidad del paisaje diaguita está tejiendo sus raíces esta mujer que nació en Bahía Blanca y que por diferentes motivos de su sorprendente vida la llevó al pie del Nevado de Cachi.
“Yo nací al sur de la provincia de Buenos Aires y me fui a estudiar Comunicaciones Sociales a la UBA. Ahí me enamoré de la escritura; pero también descubrí las artes plásticas y las terapias alternativas. En realidad creo que me gusta todo lo que promueve la creatividad. Regularmente doy talleres de escritura; ahora en Cachi, por lo que me gustaría leer luego qué ponen en el diario”, dijo metiendo presión e invitando a El Tribuno a “su casa de barro y de sueño”.
El centro de la construcción está iluminado por un techo transparente por donde ingresa el Inti calchaquí pleno durante gran parte del día. Una carpa pequeña brinda el indicio de la presencia de niños, el piso es de adobe lustrado y las paredes muestran sí el papiro de los rastros de la construcción manual. Una mesa redonda, libros por todos lados, una cocina en “L” con ventanas a la montaña nevada, al oeste, y en el centro una pequeña isla con toda la tecnología artesanal de la preparación del famoso café de algarroba.
“Es dulce”, advierte como si estuviera ofertándole a turistas interesados. Y mientras prepara esa bebida caliente, filtrada, anhelada va explicando qué, cómo y las extrañas razones por la que está en ese espacio y en ese tiempo.
Y explicó un camino. 
Cierto día, ella se vino de turismo como mochilera para el norte del país y anduvo recorriendo. Cuando estuvo en Humahuaca se fue a una peña. 
“Eso fue en 2007”, dijo soplando con mezcla de sorpresa y de sonrisa. 
Esa noche, de ese viaje, conoció a Quitu. Se trata de un hombre de barro, cacheño, guitarrista, cantante de peñas y maestro de la música autóctona. Qitu no tiene nombre, porque según él todos los conocen por su nombre artístico. El hombre cantaba en esa peña y aparentemente fue rápida la resolución de amor. 
Una picadora de esas que se usan para moler el choclo para las humitas, fuentes con algarrobas secas, bolsas de telas para juntar su harina, frascos, cuchillos, cucharas y dos nenas que aparecen corriendo. Son Maimara (sin acento) y Amancay. 
Sucedió que cuando Celia se volvió para sus pagos ya estaba embarazada.
“Nosotros nos dimos cuenta de la gran cantidad de algarrobos que había en el valle y sabíamos que se podía hacer café. Entonces comenzamos a probar, quemar cosas, experimentar con el secado, el tostado hasta que finalmente llegué a este punto en donde me quedé y se vende bastante por el gusto y es una curiosidad”, dijo Celia que comenzó a ver la zona cuando vino con Qitu y se instalaron en San José de Cachi.
Y entonces explica que su café de algarrobas es bueno porque no produce acidez y que al no contener cafeína ni malta es recomendada para quienes sufren de hipertensión o celiaquía. Además, por su dulce sabor es aconsejado a los enfermos de diabetes.
Al igual que con la harina, los beneficios del torrado o café son numerosos por su alto contenido en fibras, hierro, vitaminas y azúcares naturales.
Con la ayuda de todo el mundo luego hicieron la casa de chacana. En cada detalle hay siempre alguien. Las cañas son mengano, el plano lo hizo fulana, las maderas vinieron de otro amigo y así fueron construyendo ese paraíso que se presta para tomar café y contar historias.
Efectivamente es dulce, seco, con un gusto de tostado que se queda por un buen tiempo en el paladar y con un cuerpo que invita a la conversación.
Enumera más beneficios. “Tiene hidratos de carbono, vitaminas A, del grupo B (B1, B2, B3, B6, B9 o ácido fólico), C, E, minerales como el potasio, magnesio, hierro, fósforo, zinc, calcio, selenio, yodo, ácidos grasos, carotenoides, proteínas vegetales y fibra”, dijo.
Además que al ser todo artesanal no usa ningún tipo de químicos en su elaboración.
Hoy, con Quitu, sus nenas, en su casa de chacana, Celia muestra una sonrisa plena. Se la puede ver en la Municipalidad de Cachi, ya que la Intendencia tiene al arte como política de Estado. No sólo exhorta la escritura creativa, sino que también brinda talleres de artes plásticas y puede desarrollar su terapia alternativa.
En este camino que describió, de luchas por vivir de acuerdo a las consecuencias del pensamiento, en esta historia de amor contada en una mesa con silencios que sólo se rompen con el viento que viene de Las Pailas; en esa instancia el relato solo cierra si está mediado por ese café que hace, prepara y sirve con las dos manos.

El mejor dato para visitarla

Para buscar, probar y comprar el famoso café de algarroba hay que consultar a cualquier guía por la visita al Ovnipuerto. 
Los guías más recomendables son los de Lokal Kallchaki llamando al 03868 403083. 
Ellos conformaron un tipo de cooperativa que está comenzando a desarrollar un turismo más comprometido con el respeto y consenso para desarrollar una propuesta en sus territorios ancestrales Además proponen intercambios culturales y una conexión espiritual para mostrar su filosofía y cosmovisión 
Para los más aventureros, que se animan a ir por sus propios medios, pueden llamarla a Celia a 0387 154525246.

Lo que se dice sobre la Chacana

Chacana es el nombre con que se conoce al símbolo polisémico más importante y antiguo de la cultura andina. Es una figura geométrica que fue usada como ordenador de los conceptos matemáticos y religiosos, filosóficos, sociales, etc. del mundo de nuestros antepasados. Es un símbolo en sí y representa a la Cruz del Sur. Cada 3 de mayo se les hacen rituales y celebraciones en su honor. Otros sugieren que es una pirámide con escaleras a los cuatro costados y centro circular, poseería también un significado más elevado, en el sentido de señalar la unión entre lo bajo y lo alto, la tierra y el sol, el ser humano y lo superior. 
Chacana se comprende ya no sólo como un concepto arquitectónico o geométrico, sino que toma el significado de “escalera hacia lo más elevado”.
Algunos otros estudios dicen que la chacana debe su origen a una constelación formada por alrededor de 50 estrellas, que es fácilmente visible en los pueblos del hemisferio austral.
También se la vincula con los cultivos y las cosechas, e incluso ha sido usada como guía por los marineros. 
Es un elemento con una historia que incluso precede a los Incas, teniendo una antigüedad mayor a los 4 mil años. 
Hasta el día de hoy, los Aymara siguen conservando el calendario lunar de 13 meses con 28 días cada mes, empleado por los antepasados. 
El día 365 es considerado el día cero, que es el 3 de mayo, día en que la Cruz del Sur adquiere la forma astronómica de una cruz perfecta.
 

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