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Asegura que aborígenes se apropiaron de su casa

El criollo convivía en armonía con las comunidades hasta que llegaron extranjeros “en defensa de los derechos ancestrales”.
Viernes, 03 de noviembre de 2017 00:00

Todo en la vida de don Arturo Domínguez (68) iba muy bien. Criollo, pasó gran parte de su existencia en Hito 1 y La Puntana, el extremo tripartito de ese rincón del chaco salteño, donde Salta confluye con Bolivia y Paraguay.

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Todo en la vida de don Arturo Domínguez (68) iba muy bien. Criollo, pasó gran parte de su existencia en Hito 1 y La Puntana, el extremo tripartito de ese rincón del chaco salteño, donde Salta confluye con Bolivia y Paraguay.

En ese lugar vivía junto a su familia, desarrollando el comercio de subsistencia, con el trueque como sistema de cambio. La mercadería que adquiría en Tartagal era parte del sustento con el que comunidades de la zona se abastecían. A cambio, maderas, cueros y pescados viajaban un par de veces al mes hacia los centros más poblados del departamento San Martín.

Domínguez recuerda que en el año 2002, un grupo de originarios, entre los que cuenta a algunos caciques, le pidieron que se traslade a La Puntana chica, un lugar más cercano y con mayor número de comunidades. La idea era facilitar el intercambio y el acceso a la mercadería.

"Todo iba bien. La gente sacaba al fiado y luego me pagaba sin problemas, ya sea con dinero o con productos, y la relación siempre fue muy buena", afirmó.

Los problemas comenzaron en 2007 con la entrega de lotes a las comunidades y la irrupción en el lugar de organizaciones que dicen defender los derechos ancestrales.

"Se instalaron nuevas misiones, con gente extranjera de la iglesia anglicana y allí comenzaron todos los problemas. En un momento dado me exigían mercaderías, pero no querían pagar el fiado porque decían que esa tierra era de ellos".

El hombre comenzó a exigir el pago de las mercaderías y al negarse a fiarles, llegaron las amenazas y los robos a su propiedad. Las roturas de puertas y ventanas no tardaron en aparecer y fue cuando Domínguez decidió dar parte a la Policía. "Llegaron un par de veces, pero no actuaron. Decían que no tenían ni pruebas ni orden del fiscal. Por aquí parece que solo los criollos van presos", reclamó.

Ante esa situación Domínguez, temeroso, decidió alejar a su hija y a su pequeño nieto del lugar y trasladarlos hasta Santa Victoria Este.

Hizo frente a la realidad de presiones y amenazas, hasta que en 2015 la situación no dio para más. "Me enfermé muy mal en ese tiempo y me vi obligado a viajar para ver a un médico. Cuando volví no encontré nada. La casa estaba vacía. Afuera charlaban y cuando me vieron llegar me dijeron "queremos que te vayas'. Esa casa la construí con un esfuerzo enorme. Es la única de material en el pueblo, y tuve que hacer decenas de viajes con áridos para levantarla", expresó. Luego de ese incidente Domínguez prefirió retirarse y llegar a un acuerdo. "La iban a cuidar hasta que yo encuentre un lugar donde reubicarme, pero cuando volví habían sacado las puertas, ventanas y hasta las chapas".

 

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