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Arturo López Dávalos: un científico que honra a Salta

Homenaje a Arturo López Dávalos, una figura relevante del Insituto Balseiro con una trayectoria impecable. 
Domingo, 05 de noviembre de 2017 00:00

No recuerdo cuándo, pero sí que era muy chico, acompañando a mi padre, tuve el gusto de conocer al tío Arturo, ese "sabio" particular y algo excéntrico que enorgullecía a la familia, que se dedicaba a cosas extrañas y que vivía en el lejano sur patagónico. Seguramente fue en la Belgrano N§ 223, en la casa de sus padres, don Néstor López Echenique y Anita Dávalos, cuyo hall y pasillo de relucientes baldosas blancas y negras nunca olvidaré.

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No recuerdo cuándo, pero sí que era muy chico, acompañando a mi padre, tuve el gusto de conocer al tío Arturo, ese "sabio" particular y algo excéntrico que enorgullecía a la familia, que se dedicaba a cosas extrañas y que vivía en el lejano sur patagónico. Seguramente fue en la Belgrano N§ 223, en la casa de sus padres, don Néstor López Echenique y Anita Dávalos, cuyo hall y pasillo de relucientes baldosas blancas y negras nunca olvidaré.

Detrás de su barba tupida se escondía alguien de hablar pausado, apacible y divertido, bien provinciano, algo gestual y seguro de sus dichos, de porte señorial y de vestimentas sobrias, siempre austero -como fue toda su vida- y prudente, la charla podía durar horas, en las que desfilaban recuerdos y anécdotas de la Salta de antes y los cuentos de sus inefables primos Dávalos (especialmente Jaime, Ramiro, Arturo, Baica y Martín Miguel), como también del padre de estos, el poeta Juan Carlos. Entre sus características no se cuenta la excesiva extroversión, sino el decir o contar lo justo en el momento preciso, haciendo gala de una memoria prodigiosa y una educación donde el respeto y la tolerancia destacan. Nunca dejó de considerarse un salteño orgulloso de su tierra, a pesar de haber nacido en San Juan, donde su padre era gerente del Banco Español, y haber vivido en esta ciudad desde el primer año de vida hasta concluir el secundario.

Después partió a estudiar ingeniería en la Universidad de Tucumán, "entusiasmado" con los experimentos y consejos de su profesor, el "Negro" Rovaletti, y de su primo el Ingeniero "Popín" Aráoz. Imperdible la historia -contada en esa entrevista- de sus curiosidades y travesuras con lo tecnológico, que lo llevaron a desarmar cuanto aparato podía hasta que recibió de un lavarropa una fuerte descarga de corriente continua y la consiguiente reprimenda materna.

Luego ingresó al prestigioso Instituto Balseiro de Bariloche -recientemente creado-, donde obtuvo la licenciatura en 1962 y el doctorado en Física en 1969 (por la Universidad de Cuyo, con diploma de honor), para transformarse en profesor (desde 1970) e investigador, y más tarde, en vicedirector y director (1986-1994). A partir de 1962 fue investigador del Centro Atómico Bariloche -que también dirigió-, dependiente de la CNEA, cuyo directorio integró hasta 1970. Entre 1964 y 1966, como becario primero del Conicet y después de IAEA, logró un posgrado en el Instituto de Física Teórica de la Universidad, de Viena.

En 1970 fue investigador de la Universidad de Ginebra y del Centro Internacional de Física Teórica de Trieste. Profesor visitante en la Univ. de Grenoble e investigador de la Univ. de California, y en 1976 Profesor Titular de la UNSa, cuando volvió a Salta por razones de salud de sus padres.

Es miembro correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Desde 1973 dirige trabajos y tesis doctorales, en tanto que participó y disertó en numerosos congresos internacionales, y es autor de numerosas publicaciones (consultar, fundacionkonex.org/b133-arturo-lopez-davalos) en su especialidad, entre las que destaca "Fundaments of electrmagnetism: vacuum electrdynamics, media and relativy". Fue jurado de Premios Coca Cola (1984) y Bunge y Born (1995) en Física. En 1993 fue distinguido con el "Diploma al Mérito, Premios Konex: Las Cinco Figuras más Destacadas de la Década en Ciencia y Tecnología" (Física y Astronomía).

Desde 1995 fue miembro de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria - Coneau, y electo por sus pares vicedirector (1996-1999). En 2002 se desempeñó como asesor de la Secretaría de Educación Superior del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Fue vicedirector organizador de la Univiversidad Nacional de Río Negro Sede Andina, con asiento en Bariloche, institución en la cual este año fue honrado como Primer Profesor Emérito. Por vocación, fue y es formador de estudiantes, investigadores y profesores. Al homenajearlo, un ex alumno suyo dijo que lo recordaban como "alguien cuya constante fue siempre llevar todo más allá de lo intuitivo, desafiando el sentido común. Un docente que supo llevar humor y calidad a todas sus clases. Un profesor entusiasmado, de esos que saben de todo, y que son capaces de dar clase con una linterna cuando se corta la luz".

En honor al inspirador y creador del Instituto, escribió en coautoría con Norma Badino su biografía: "José Antonio Balseiro. Crónica de una ilusión: una historia de la física en la Argentina" (Fondo Cultura Económica, 2000), y junto a Maxi Altieri, con el formato de una obra de teatro, "Balseiro: un arquitecto en la tormenta", estrenada en Bariloche.

Ponderó la laboriosidad de su maestro y enfatizó que "tenía un profundo sentido de la responsabilidad y del patriotismo".

No conforme con ello, con un marcado sello Dávalos, encontró tiempo para escribir "La cuchara de plata. Cuentos y sucedidos" (Ed. Caleuche, 2007), y "El hombre que perdió el tiempo" (Mundo Gráfico Edit., 2012), además de algunos versos y sonetos aislados, como aquél que gentilmente nos enviara hace poco, con motivo de las nevadas más intensas de los últimos 20 años en Bariloche. Alguien podría decir que es una rareza, algo inusual, que un hombre tan impregnado de las ciencias llamadas "duras", se inserte en el arte de la literatura con el espíritu y la sensibilidad del poeta.

Para uno de sus editores se trata de "vocación voluntariamente postergada". Yo creo que es, ni más ni menos, un fruto de la sangre que indudablemente corre por sus venas, que contiene dosis de sabiduría, sencillez, modestia, lucidez, sutileza, algo de bohemia, y una cultura general asombrosa, de lo cual jamás presumieron.

Es eso que no le deja tomar distancia de la "Salta literaria y desbordante, a la que pertenecía la estirpe familiar", como dijo la prologuista del último libro citado, Leonor Fleming. Arturo lo explica con naturalidad; cuando alguien le comentó que sus cuentos le quitaban el sueño, porque en ellos había misterio, respondió que "es algo que su ficción comparte con la física, que trata de descubrir los misterios de la naturaleza".

Parece compartir el propósito del genio Stephen Hawking: "mi objetivo es simple. Es un entendimiento completo del universo, porqué es como es y porqué existe".

Comprometido con la educación y los educadores, nunca dejó de pugnar por una modificación sustancial del sistema, donde los maestros y profesores sean valorados y jerarquizados por la sociedad a través de una justa retribución, y los alumnos meritorios que lo requieran, puedan acceder con amplitud a becas u otra clase de apoyo. Arturo cumple 80 años el miércoles. Quiera Dios que las autoridades competentes tomen nota y le otorguen la distinción que merece: la de Ciudadano Ilustre de Salta.

 

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