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Violencia, ¿quién ganó?

Jueves, 21 de diciembre de 2017 00:00

¿La violencia desaforada favorece o drena la confianza en el Gobierno? Seguramente lo dirán las próximas encuestas de opinión pública

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¿La violencia desaforada favorece o drena la confianza en el Gobierno? Seguramente lo dirán las próximas encuestas de opinión pública

Elisa Carrió quiso calificar de ""intento de golpe de Estado" a la violencia extrema que culminó el lunes 18 a lo largo de la tarde y parte de la noche. Agregó que la votación paralizó esa intentona. Habrá otros que elegirán otra terminología menos ditirámbica en el mundo de la política. Lo único cierto es que se trató de algo estudiado o preparado de antemano, con toda intencionalidad, para dinamitar la legitimidad del Gobierno, debilitarlo, cortarle las alas. Se buscó prender la mecha. Solo una escasa minoría de los que rompían bancos de la plaza Congreso o las veredas para arrojárselos a la Policía tenían rostros y actitudes de militantes.

Nadie en el país ha querido dejar la vida, nunca, en defensa de los "abuelos" desamparados o no, que tampoco se pueden defender corporativamente. El resto de los atacantes tenía más imagen de matonaje, de barra brava alquilada, de gente vinculada con actividades ilegales (de las peores), de esos que se adueñan de las calles y dirigen la vida de los demás.

¿Qué querían? ¿Tomar el Palacio Legislativo e impedir la votación? Que tenían contactos telefónicos con la bancada opositora fue un hecho incluso verbalizado. ¿Deslegitimar al Gobierno? ¿Condenarlo a los infiernos? ¿Mostrar debilidades? Una cosa es defender ideales, otra muy distinta es guerrear en la disputa. Polemizar es algo bien diferente a elegir los puños para imponer lo que creen que es la verdad.

El lunes fue una guerra urbana, pero guerra al fin. La vista desde un dron mostró a un pequeño grupo de policías cercado en la avenida 9 de Julio por un hormiguero humano dispuesto a destrozarlos, a acabar con ellos. Fue hasta gracioso ver en las tomas televisivas quienes se sentaban en la calle para impedir el paso de las motocicletas a gente que elevaba la V peronista usada por el kirchnerismo junto a quienes levantaban los puños cerrados como las izquierdas. ¿Se puede comprender semejante alianza de reacciones?

Es decir, más allá del matonaje activo, hubo una mezcla casi imposible de clasificar donde compartieron la protesta la militancia de izquierda, en todas sus variantes, junto con jóvenes kirchneristas. La CGT o los representantes de los gremios no estuvieron presentes. Muestra innegable de que la unidad no reina en la central obrera. Que hay tironeos, egocentrismos y pugnas que no terminan de salir a la luz. El silencio de Moyano llama la atención.

Los hechos del lunes y los de la semana pasada llenaron de congoja a gran parte de la sociedad que recordó a diciembre del 2001 y enero del 2002. Pero también hubo pequeñas movilizaciones en ciertas esquinas estratégicas, con las clásicas cacerolas, sin saber a ciencia cierta si cuestionaban a las fuerzas de seguridad o festejaban la resistencia del Gobierno.

¿La violencia desaforada favorece o drena la confianza en el Gobierno? Seguramente lo dirán las próximas encuestas de opinión pública. Si el Gobierno, por esas cosas, sale favorecido, renueva fuerzas para tratar de sancionar el resto de las leyes lo antes posible. Y si saca pecho porque se siente valorado, podrá decir que le ha cortado las alas al límite al kirchnerismo. Lo más peligroso es que no hay banco de suplentes aguardando su momento de gloria. El peronismo está fragmentado y disgregado políticamente. Huérfano. Mientras tanto, al kirchnerismo le encanta lo que ocurrió porque, según ellos, "se puso en marcha el reclamo de las masas". Si esas masas siguen apostado a una agresión ilimitada, van a impedir que el mundo gire, buscando paralizarlo. El devenir histórico no les interesa.

 

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