¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

22°
29 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Fuerzas Armadas siglo XXI

Por Jorge Reta Brigadier (RE) Infobae
Sabado, 23 de diciembre de 2017 20:41

La tragedia del ARA San Juan ha desnudado la situación de las Fuerzas Armadas con meridiana realidad, llegando a un punto de inflexión definitivo. Se necesita ahora un análisis profundo y con premura para definir el rol de ellas para los próximos cien años ya que la comprensión real del instrumento militar en este nuevo milenio requerirá un cambio cultural en la sociedad y sin duda, en los mismos miembros de las Fuerzas Armadas donde es necesario comprender la faceta positiva de su esencia y razón de ser: evitar la guerra y mantener la paz. Una política de defensa es el resguardo de los intereses nacionales, cada vez más interdependientes en el mundo de la posguerra fría. La reconfortante confluencia entre la democracia como sistema político y la libertad económica, en un mundo cada vez más globalizado, implica una búsqueda constante de alianzas regionales, hemisféricas y mundiales; la política exterior es la primera línea de defensa del país. 
La opción militar de Fuerzas Multinacionales constituirá sin duda en el futuro, la más legítima respuesta cuando se agoten las instancias diplomáticas sin éxito y fracase el efecto disuasivo ante los perturbadores del orden y la convivencia mundial ya que representa una versión en macro escala de la función esencial de las Fuerzas Armadas en cada Estado: ser instrumento idóneo de la política exterior.
Cuando dos o más países con vocación integradora encuentran coincidencias en algunos importantes intereses estratégicos, puede ascenderse a un estadio superior de las relaciones entre Estados: la Alianza Estratégica.
Las características y sobre todo la misión de nuestras Fuerzas Armadas deben responder exactamente a los lineamientos de una decisión política del más alto nivel de gobierno, adoptadas sobre la base del proyecto de Nación en desarrollo y a las alianzas concertadas. 
Las Fuerzas Armadas deben asegurar el logro de una disuasión creíble que haga no aceptable una acción hostil por parte de un eventual agresor. Es humano pensar que todas las naciones tendrán siempre la tendencia a sentir más atractivo cooperar con los fuertes que con los débiles y que, cuando se lo haga con estos últimos, sea exigible cierta compensación por el logro de seguridad mutua superior. Para ello son menester profundos cambios ya que ha perdido realismo la antigua teoría del “planeamiento estratégico” basada sobre una guerra con un enemigo determinado, en una oportunidad específica y con una duración aproximada de las hostilidades. Evitar la guerra; esto hace imprescindible acogerse a la corriente de pensamiento llamada “Estrategia del Conflicto”. Esto hace necesario un instrumento militar sin determinismos ni enemigos prefijados y por lo tanto, no existirá frustración por una guerra prevista que no se produce, sino satisfacción por ser instrumento de poder en los conflictos que enfrente el gobierno.
En definitiva, las Fuerzas Armadas no deben prepararse para una guerra determinada sino ser útil al gobierno en el manejo de crisis derivadas de conflictos. Enfrentar este desafío requerirá realismo, tolerancia, amplitud de criterio, coraje y sentido común y ético. Vencerlo, significará asegurar la vigencia de los valores supremos de libertad y paz en un mundo interdependiente donde la democracia y el bienestar general son virtudes esenciales.
 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La tragedia del ARA San Juan ha desnudado la situación de las Fuerzas Armadas con meridiana realidad, llegando a un punto de inflexión definitivo. Se necesita ahora un análisis profundo y con premura para definir el rol de ellas para los próximos cien años ya que la comprensión real del instrumento militar en este nuevo milenio requerirá un cambio cultural en la sociedad y sin duda, en los mismos miembros de las Fuerzas Armadas donde es necesario comprender la faceta positiva de su esencia y razón de ser: evitar la guerra y mantener la paz. Una política de defensa es el resguardo de los intereses nacionales, cada vez más interdependientes en el mundo de la posguerra fría. La reconfortante confluencia entre la democracia como sistema político y la libertad económica, en un mundo cada vez más globalizado, implica una búsqueda constante de alianzas regionales, hemisféricas y mundiales; la política exterior es la primera línea de defensa del país. 
La opción militar de Fuerzas Multinacionales constituirá sin duda en el futuro, la más legítima respuesta cuando se agoten las instancias diplomáticas sin éxito y fracase el efecto disuasivo ante los perturbadores del orden y la convivencia mundial ya que representa una versión en macro escala de la función esencial de las Fuerzas Armadas en cada Estado: ser instrumento idóneo de la política exterior.
Cuando dos o más países con vocación integradora encuentran coincidencias en algunos importantes intereses estratégicos, puede ascenderse a un estadio superior de las relaciones entre Estados: la Alianza Estratégica.
Las características y sobre todo la misión de nuestras Fuerzas Armadas deben responder exactamente a los lineamientos de una decisión política del más alto nivel de gobierno, adoptadas sobre la base del proyecto de Nación en desarrollo y a las alianzas concertadas. 
Las Fuerzas Armadas deben asegurar el logro de una disuasión creíble que haga no aceptable una acción hostil por parte de un eventual agresor. Es humano pensar que todas las naciones tendrán siempre la tendencia a sentir más atractivo cooperar con los fuertes que con los débiles y que, cuando se lo haga con estos últimos, sea exigible cierta compensación por el logro de seguridad mutua superior. Para ello son menester profundos cambios ya que ha perdido realismo la antigua teoría del “planeamiento estratégico” basada sobre una guerra con un enemigo determinado, en una oportunidad específica y con una duración aproximada de las hostilidades. Evitar la guerra; esto hace imprescindible acogerse a la corriente de pensamiento llamada “Estrategia del Conflicto”. Esto hace necesario un instrumento militar sin determinismos ni enemigos prefijados y por lo tanto, no existirá frustración por una guerra prevista que no se produce, sino satisfacción por ser instrumento de poder en los conflictos que enfrente el gobierno.
En definitiva, las Fuerzas Armadas no deben prepararse para una guerra determinada sino ser útil al gobierno en el manejo de crisis derivadas de conflictos. Enfrentar este desafío requerirá realismo, tolerancia, amplitud de criterio, coraje y sentido común y ético. Vencerlo, significará asegurar la vigencia de los valores supremos de libertad y paz en un mundo interdependiente donde la democracia y el bienestar general son virtudes esenciales.
 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD