¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

17°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

España en plena crisis de identidad

Sabado, 23 de diciembre de 2017 20:41

</OPINION-VOLAN>Ni el separatismo ni los republicanistas pueden considerarse plenos ganadores y la grieta sigue intacta en Cataluña

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

</OPINION-VOLAN>Ni el separatismo ni los republicanistas pueden considerarse plenos ganadores y la grieta sigue intacta en Cataluña

</OPINION-TITULO>



 

La situación la define bien Enric Juliana, subdirector del diario La Vanguardia: en Cataluña hay “independentistas sin independencia, unionistas sin unión, republicanos sin república”; las elecciones celebradas el 21 de diciembre no han despejado ninguna de esas contradicciones.
Dato muy relevante es el primer puesto logrado por Inés Arrimadas, la candidata de Ciudadanos, una andaluza al frente de un partido político nacido hace once años en la propia Cataluña para defender la unidad de España. 
Además de imponerse sobre partidos netamente catalanistas, incluido el que encabezaba Carles Puigdemont, una figura de alto impacto mediático, ha ganado en las ciudades más grandes, incluida la mítica Barcelona. 
Es un signo esperanzador, que no ocurría desde hace 37 años.
La legitimación pendiente
Pero Ciudadanos no ha frenado a los partidos independentistas que, sumados, mantienen la mayoría absoluta en el Parlament a pesar de haber perdido dos escaños (de 72 a 70) y de no haber superado su anterior porcentaje de votantes, que se mantiene en el 48%. 
No están, por lo tanto, legitimados políticamente para establecer unilateralmente una república catalana y además carecen de programas de gobierno claros o coherentes entre sí y, sobre todo, de la unidad estratégica necesaria para funcionar articuladamente.
 Sin embargo, han obtenido tres claros éxitos: han conseguido situar su demanda en los medios de comunicación de todo el mundo, tienen capacidad para volver al gobierno del que fueron expulsados por decisión del parlamento y del gobierno central; y tienen a Puigdemont, que obtuvo un inesperado segundo puesto. 
Se trata de un extraño líder que, aparte de su vehemente reclamo de “freedom for Catalonia”, no ha explicado de forma convincente los motivos reales de su propuesta y, sobre todo, no ha presentado una estrategia viable para llevar a sus seguidores, como Moisés, a la Tierra Prometida. 
Evidentemente, el haber fracasado en sus objetivos, el no haber logrado reconocimiento internacional alguno y su poco elegante huida a Bélgica no le han acarreado pérdida de popularidad. 
Su férrea determinación de proclamar la independencia contra viento y marea se mantiene sin cambio alguno.
 El gran derrotado
El Partido Popular ha sufrido una espectacular derrota (de 11 escaños ha pasado a 3) con lo que casi ha desaparecido del escenario político de Cataluña; es un mazazo para Rajoy, que difícilmente puede gobernar el país cuando tiene un respaldo ínfimo en una de las zonas más importantes de España. 
Un adversario debilitado refuerza la determinación de los separatistas y puede anunciar a medio plazo cambios en el gobierno en Madrid, que son necesarios porque el proyecto político del PP, involucrado en interminables escándalos de corrupción, exhibe signos de agotamiento.
 Nada es fácil
Con este panorama, los independentistas celebran el mantenimiento de la mayoría parlamentaria como una gran victoria. Pero no lo van a tener fácil por, al menos, dos razones. La primera, es que ni Estados Unidos y ni la Unión Europea pueden aceptar la desestabilización de España, un país integrado en la OTAN que tiene una función importante en su política de defensa; basta mirar el mapa: África, con mil millones de habitantes, suscita una creciente preocupación como foco del terrorismo global. Las bases norteamericanas de Rota y Morón de la Frontera (ambas en la provincia de Cádiz) forman parte del despliegue militar para contener y evitar la propagación de una amenaza para la seguridad colectiva. El rechazo a la irresponsable maniobra de Puigdemont por parte de los gobiernos ha contribuido a la huida de empresas, la pérdida de empleos y el estancamiento de la economía.
La segunda, es que los recientes acontecimientos han demostrado que el Estado español es más estructurado y está mejor organizado de lo que habían supuesto sus adversarios. Así lo explica Giaime Pala, profesor italiano residente en Cataluña: “El Estado es muy fuerte en España, como acaban de comprobar los catalanes. Creo que el principal error del movimiento soberanista ha sido mantenerse aferrado a la idea del Estado español que tenía Enric Prat de la Riba. Para enfrentarse al Estado, el soberanismo ha devaluado su idea del Estado y ha acabado atrapado por su propia propaganda. El Estado español ha demostrado ser más fuerte de que lo que se pensaba. Los altos funcionarios del Estado son gente muy preparada que ha conseguido intervenir la Generalitat en pocos días, sin apenas encontrar resistencia entre los funcionarios locales. Creo que los catalanes están redescubriendo ahora al Estado y me da la sensación de que el Estado también se ha sorprendido un poco de sí mismo. Se ha sorprendido y se está gustando. Eso puede ser inquietante de cara al futuro”. Y añade, “Los soberanistas también se han equivocado de expectativas en lo que respecta a la Unión Europea. La Unión es una asociación de estados”.
En este momento, por lo tanto, hay, en Cataluña, independentistas irreductibles que no han cedido en su determinación de llevar adelante sus propósitos sin tener en cuenta la legalidad; y un Estado, España que, como ya ha demostrado, está decidido a impedirlo a toda costa y tiene los medios para hacerlo. Las cosas ya eran difíciles antes de las elecciones y a partir de ellas lo serán todavía más.
 
 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD