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Jorge Sánchez heredó de su familia el oficio del verano: ser guardavidas

Tiene 28 años y vela por la seguridad de las personas que van al balneario. Su padre le transmitió esa vocación. 
Sabado, 30 de diciembre de 2017 22:01

Mira para un lado y gira la cabeza. En el horizonte próximo hay una pileta enorme donde chicos y grandes juegan, nadan y hasta se tiran clavados. No se descuida ni dos segundos y vuelve a observar lo que pasa mientras el sol pega fuerte, el calor se torna insoportable, y solo salpican algunas gotas. 
Llegó el verano y uno de los oficios típicos de esta temporada es el de guardavida. Jorge Sánchez Bustamante ejerce esa actividad con pasión y entusiasmo. Heredó la dedicación de cuidar a los demás de su padre, Raúl “Toro” Sánchez Bustamante, quien lleva treinta años con esa tarea en las piletas de la Municipalidad de Salta. 
A un costadito de la piscina, se para con los brazos cruzados. Le cuelga el silbato, ese que suena cada vez que los adolescentes quieren empujarse o hacer pirámides humanas. Reniega porque asegura que los chicos cada vez vienen más “rebeldes”. 
Jorge es joven, tiene 28 años y le faltan dos materias para recibirse de profesor de Educación Física. No obstante, trabaja desde hace varios años como guardavida. Aclara que ese es el término y no bañero. Argumenta en la importancia que tiene su trabajo: rescatar a las personas. 
El es uno de los ocho guardavidas que cumple funciones en el natatorio Nicolás Vitale, en la zona sur de la capital salteña. Ayer, a las 17.30, cientos de personas trataban de apaciguar el calor en las dos piletas de ese complejo municipal. 
En la zona sur de la ciudad, muchos huyeron de las sofocantes casas para poder darse un chapuzón. No obstante, no todos tuvieron la dicha, ya que la fila en el Vitale era larga. Además, era el único complejo municipal habilitado ya que en el Carlos Xamena y en el Juan Perón vaciaron las piletas a pocos días de habilitarlas. 
Jorge remarca la vocación que le inculcó su padre Raúl. Al parecer, “Toro”, como lo conocen en el ambiente municipal y de las piletas, insistió en toda su familia. Jorge tiene otros tres hermanos que trabajan como guardavidas: Raúl, Lorena y Guadalupe. En total, en la familia son seis, los otros dos se dedicaron a otras actividades lejos del agua, la maya y las ojotas. 
“Con mis hermanos elegimos esta profesión es porque nos encanta”, remarca en un conversación que tuvo con El Tribuno. En el diálogo, deja en claro que lejos está de las despreocupaciones y el relax que impone el verano. Asume su obligación con seriedad y firmeza: evitar que alguno se ahogue. 
“Gracias a Dios vivo de esto todo el año”, comenta. Es que Jorge es uno de los pocos trabajadores de piscina que cumple ese rol incluso en invierno, ya que está en las piletas climatizadas. 
El joven está juntado hace siete años, tiene dos hijos de 3 y 6 años. “El más grande ya nada. Ya lo vamos a preparar para esto”, dice orgulloso.
Aunque tuvo muchos rescates exitosos, aún recuerda la muerte de un niña en el balneario Carlos Xamena, hace unos años. Jorge trabajó en una de las piletas más grandes del país durante años. “Ese hecho me dejó marcado para toda la vida”. 
Desde hace seis está en el complejo Nicolás Vitale, que por cierto, le queda cerca de su casa, ya que vive en Santa Ana I. 
“Este año nos estamos sorprendiendo porque tenemos entre ocho y nueve rescates por día. La gente se empuja, luchamos para que esto cambie. Cada vez más, los chicos vienen sin límites”, lamenta Jorge. 
¿Qué recaudos deben tomar las personas? Responde que siempre se tienen que fijar que no haya alguien abajo antes de tirarse un clavado. 
“La pileta es para venir a pasarla bien, remojarse y tener un lindo día, con amigos o familiares. La pileta no es para venir a hacerse el loco”, remarcó. 
Años atrás, las piletas se inauguraban a mediados de noviembre, pero últimamente se postergan para diciembre. 
“Ahora nos pasa que la temporada larga más tarde y nosotros sufrimos porque amamos nuestro trabajo”, dice el joven, siempre mirando a la pileta. 
Es un oficio con cierto sacrificio. Mientras la gente se refresca, toma mate, juega a las cartas, los guardavidas están pendientes de las situaciones de riesgo. Jorge asegura que aún cuando se va de vacaciones a un centro balneario, siempre está pendiente.
 Uno nunca deja de ser lo que ama, guardavida. 

 

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Mira para un lado y gira la cabeza. En el horizonte próximo hay una pileta enorme donde chicos y grandes juegan, nadan y hasta se tiran clavados. No se descuida ni dos segundos y vuelve a observar lo que pasa mientras el sol pega fuerte, el calor se torna insoportable, y solo salpican algunas gotas. 
Llegó el verano y uno de los oficios típicos de esta temporada es el de guardavida. Jorge Sánchez Bustamante ejerce esa actividad con pasión y entusiasmo. Heredó la dedicación de cuidar a los demás de su padre, Raúl “Toro” Sánchez Bustamante, quien lleva treinta años con esa tarea en las piletas de la Municipalidad de Salta. 
A un costadito de la piscina, se para con los brazos cruzados. Le cuelga el silbato, ese que suena cada vez que los adolescentes quieren empujarse o hacer pirámides humanas. Reniega porque asegura que los chicos cada vez vienen más “rebeldes”. 
Jorge es joven, tiene 28 años y le faltan dos materias para recibirse de profesor de Educación Física. No obstante, trabaja desde hace varios años como guardavida. Aclara que ese es el término y no bañero. Argumenta en la importancia que tiene su trabajo: rescatar a las personas. 
El es uno de los ocho guardavidas que cumple funciones en el natatorio Nicolás Vitale, en la zona sur de la capital salteña. Ayer, a las 17.30, cientos de personas trataban de apaciguar el calor en las dos piletas de ese complejo municipal. 
En la zona sur de la ciudad, muchos huyeron de las sofocantes casas para poder darse un chapuzón. No obstante, no todos tuvieron la dicha, ya que la fila en el Vitale era larga. Además, era el único complejo municipal habilitado ya que en el Carlos Xamena y en el Juan Perón vaciaron las piletas a pocos días de habilitarlas. 
Jorge remarca la vocación que le inculcó su padre Raúl. Al parecer, “Toro”, como lo conocen en el ambiente municipal y de las piletas, insistió en toda su familia. Jorge tiene otros tres hermanos que trabajan como guardavidas: Raúl, Lorena y Guadalupe. En total, en la familia son seis, los otros dos se dedicaron a otras actividades lejos del agua, la maya y las ojotas. 
“Con mis hermanos elegimos esta profesión es porque nos encanta”, remarca en un conversación que tuvo con El Tribuno. En el diálogo, deja en claro que lejos está de las despreocupaciones y el relax que impone el verano. Asume su obligación con seriedad y firmeza: evitar que alguno se ahogue. 
“Gracias a Dios vivo de esto todo el año”, comenta. Es que Jorge es uno de los pocos trabajadores de piscina que cumple ese rol incluso en invierno, ya que está en las piletas climatizadas. 
El joven está juntado hace siete años, tiene dos hijos de 3 y 6 años. “El más grande ya nada. Ya lo vamos a preparar para esto”, dice orgulloso.
Aunque tuvo muchos rescates exitosos, aún recuerda la muerte de un niña en el balneario Carlos Xamena, hace unos años. Jorge trabajó en una de las piletas más grandes del país durante años. “Ese hecho me dejó marcado para toda la vida”. 
Desde hace seis está en el complejo Nicolás Vitale, que por cierto, le queda cerca de su casa, ya que vive en Santa Ana I. 
“Este año nos estamos sorprendiendo porque tenemos entre ocho y nueve rescates por día. La gente se empuja, luchamos para que esto cambie. Cada vez más, los chicos vienen sin límites”, lamenta Jorge. 
¿Qué recaudos deben tomar las personas? Responde que siempre se tienen que fijar que no haya alguien abajo antes de tirarse un clavado. 
“La pileta es para venir a pasarla bien, remojarse y tener un lindo día, con amigos o familiares. La pileta no es para venir a hacerse el loco”, remarcó. 
Años atrás, las piletas se inauguraban a mediados de noviembre, pero últimamente se postergan para diciembre. 
“Ahora nos pasa que la temporada larga más tarde y nosotros sufrimos porque amamos nuestro trabajo”, dice el joven, siempre mirando a la pileta. 
Es un oficio con cierto sacrificio. Mientras la gente se refresca, toma mate, juega a las cartas, los guardavidas están pendientes de las situaciones de riesgo. Jorge asegura que aún cuando se va de vacaciones a un centro balneario, siempre está pendiente.
 Uno nunca deja de ser lo que ama, guardavida. 

 

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