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Tiene cáncer y no le dan la visa para viajar a Australia

Viernes, 10 de febrero de 2017 01:30
Mercedes con Facundo, Lucio y Máximo, con quienes viajaría a Australia.
Discriminar es juzgar al otro, separarlo injustamente por su color de piel, su idioma, el sexo, la situación social, económica o por una enfermedad. La discriminación es una forma de violencia pasiva que puede terminar siendo letal para las personas colocadas en ese doloroso plano de inferioridad en cuanto a sus derechos.
Y es justo la discriminación lo que ha hecho explotar de impotencia a la salteña Mercedes Dottori, de 40 años, que enferma de cáncer se animó a soñar con un viaje familiar a Australia, con pasajes para el 17 de este mes y, desde que inició los trámites de la visa a fines de noviembre, solo ha tenido un silencio inexplicable por parte de las autoridades de la Embajada de Australia.
"Dicen que cuando una pena o angustia se comparte, se hace más fácil de sobrellevar. En 2013 me diagnosticaron cáncer de mama, hago todo lo que me dicen los médicos, cumplo con todos los tratamientos pero esta maldita enfermedad avanza y ya tengo metástasis en huesos, pulmón e hígado. Yo acepto y tolero mi enfermedad, me ocupo de ella pero está visto que me quiere quitar todo. Antes de que eso pase, con mi hermana y su familia planeamos y soñamos unas vacaciones en Australia; mis tres sobrinos, Facundo, Lucio y Máximo, eligieron el destino.
Empezamos a averiguar y teníamos que tener visas. Hicimos las aplicaciones y cuando me tocó responder una pregunta sobre mi salud: ¿Tiene o ha tenido cáncer?, elegí decir la verdad y declaré mi enfermedad porque tengo un catéter para aplicar la quimio y muchas pastillas para llevar. Al declarar me enviaron a hacer un examen médico, y lo más cerca de Salta para hacerlo era Córdoba. Allí me atendió muy bien el doctor Pablo Sonzini Astudillo, quien tiene que informar a la Embajada qué tipo de cáncer tengo, malignidad, estadío, prognosis, valoración de mi estado clínico y tratamiento. Me pareció demasiada la información solicitada; hay cosas que yo no quiero saber, pero ellos sí", contó Mercedes.
Agregó: "A la información, el médico la tiene que cargar en la página de la Embajada, pero aunque asegura que insiste, el sistema no se lo permite. No me explican el motivo pero el doctor envía mails explicando el inconveniente y él tampoco recibe respuestas. Llamo todos los días a la Embajada preguntando cómo puedo solucionar este problema y no me ayudan a resolverlo, solo me dicen que el médico es el único que puede cargar esa información, pero el médico solicita que le habiliten el sistema para terminar el proceso y no le responden. Es un círculo vicioso que da impotencia".
Ya sobre la hora del viaje que planeó esperanzada, surfeando las olas bravas de la enfermedad con espíritu positivo, Mercedes, que trabaja todos los días sin derramar las penas que la inundan, no soportó más y lo quiso contar. "Me siento muy angustiada y discriminada por tener cáncer, esta enfermedad no se contagia, viajo con seguro médico, no entiendo por qué Australia no me aprueba o desaprueba la visa, no entiendo el silencio o la indiferencia, que es peor".
Y sacó a colación un tema polémico del que mucho se habla por estos días: "En Argentina no se pregunta nada a las personas que quieren visitar nuestro país, ni a quienes vienen a vivir y a trabajar. Deberíamos pedir reciprocidad. Siento que no tengo derechos humanos básicos".
Queda claro que hasta los países más desarrollados conservan frente al cáncer miedos atávicos, exclusiones injustas, mezquindad institucional y un excesivo negociado económico que cargan como una pesada cruz las personas que se enfrentan a un diagnóstico cruel y precisan del máximo de sus capacidades físicas y psíquicas para sobrellevarlo.
Es paradójico que ante el cáncer, que no discrimina a quienes afectará, haya tantos comportamientos y actitudes discriminadoras. Tal vez, frente al carácter universal de su afectación debiera darse una respuesta global, facilitadora y respetuosa a quienes lo padecen.
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Discriminar es juzgar al otro, separarlo injustamente por su color de piel, su idioma, el sexo, la situación social, económica o por una enfermedad. La discriminación es una forma de violencia pasiva que puede terminar siendo letal para las personas colocadas en ese doloroso plano de inferioridad en cuanto a sus derechos.
Y es justo la discriminación lo que ha hecho explotar de impotencia a la salteña Mercedes Dottori, de 40 años, que enferma de cáncer se animó a soñar con un viaje familiar a Australia, con pasajes para el 17 de este mes y, desde que inició los trámites de la visa a fines de noviembre, solo ha tenido un silencio inexplicable por parte de las autoridades de la Embajada de Australia.
"Dicen que cuando una pena o angustia se comparte, se hace más fácil de sobrellevar. En 2013 me diagnosticaron cáncer de mama, hago todo lo que me dicen los médicos, cumplo con todos los tratamientos pero esta maldita enfermedad avanza y ya tengo metástasis en huesos, pulmón e hígado. Yo acepto y tolero mi enfermedad, me ocupo de ella pero está visto que me quiere quitar todo. Antes de que eso pase, con mi hermana y su familia planeamos y soñamos unas vacaciones en Australia; mis tres sobrinos, Facundo, Lucio y Máximo, eligieron el destino.
Empezamos a averiguar y teníamos que tener visas. Hicimos las aplicaciones y cuando me tocó responder una pregunta sobre mi salud: ¿Tiene o ha tenido cáncer?, elegí decir la verdad y declaré mi enfermedad porque tengo un catéter para aplicar la quimio y muchas pastillas para llevar. Al declarar me enviaron a hacer un examen médico, y lo más cerca de Salta para hacerlo era Córdoba. Allí me atendió muy bien el doctor Pablo Sonzini Astudillo, quien tiene que informar a la Embajada qué tipo de cáncer tengo, malignidad, estadío, prognosis, valoración de mi estado clínico y tratamiento. Me pareció demasiada la información solicitada; hay cosas que yo no quiero saber, pero ellos sí", contó Mercedes.
Agregó: "A la información, el médico la tiene que cargar en la página de la Embajada, pero aunque asegura que insiste, el sistema no se lo permite. No me explican el motivo pero el doctor envía mails explicando el inconveniente y él tampoco recibe respuestas. Llamo todos los días a la Embajada preguntando cómo puedo solucionar este problema y no me ayudan a resolverlo, solo me dicen que el médico es el único que puede cargar esa información, pero el médico solicita que le habiliten el sistema para terminar el proceso y no le responden. Es un círculo vicioso que da impotencia".
Ya sobre la hora del viaje que planeó esperanzada, surfeando las olas bravas de la enfermedad con espíritu positivo, Mercedes, que trabaja todos los días sin derramar las penas que la inundan, no soportó más y lo quiso contar. "Me siento muy angustiada y discriminada por tener cáncer, esta enfermedad no se contagia, viajo con seguro médico, no entiendo por qué Australia no me aprueba o desaprueba la visa, no entiendo el silencio o la indiferencia, que es peor".
Y sacó a colación un tema polémico del que mucho se habla por estos días: "En Argentina no se pregunta nada a las personas que quieren visitar nuestro país, ni a quienes vienen a vivir y a trabajar. Deberíamos pedir reciprocidad. Siento que no tengo derechos humanos básicos".
Queda claro que hasta los países más desarrollados conservan frente al cáncer miedos atávicos, exclusiones injustas, mezquindad institucional y un excesivo negociado económico que cargan como una pesada cruz las personas que se enfrentan a un diagnóstico cruel y precisan del máximo de sus capacidades físicas y psíquicas para sobrellevarlo.
Es paradójico que ante el cáncer, que no discrimina a quienes afectará, haya tantos comportamientos y actitudes discriminadoras. Tal vez, frente al carácter universal de su afectación debiera darse una respuesta global, facilitadora y respetuosa a quienes lo padecen.
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