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Maracaibo, la nueva película de Jorge Marrale y Nicolás Francella

El filme explora la trama del dolor y el silencio en las relaciones humanas, especialmente en el vínculo entre padres e hijos, a partir de un trágico suceso que cambiará para siempre la vida de todos los personajes.
Domingo, 02 de abril de 2017 10:35

Por Marina Cavalletti. 

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Por Marina Cavalletti. 

 

“Maracaibo” es la nueva propuesta del realizador Miguel Ángel Rocca. El filme se estrenará esta semana en el país. Protagonizado por Jorge Marrale, Nicolás Francella y Mercedes Morán, evidencia la tragedia de un matrimonio tras el crimen de su hijo, que ocurre luego de un asalto en su propia casa.
Se indaga la intensidad del dolor ante la pérdida. Los silencios y las miradas son centrales en una trama que abre múltiples preguntas. Ricky (Nicolás Francella) se entrega y en prisión recibe numerosas visitas de Gustavo (Jorge Marrale) que intenta, tal vez encontrar algunas respuestas, cara a cara con el asesino de su único hijo.
El Tribuno dialogó en exclusiva con los actores que aportaron detalles de la cinta que se presentó el mes pasado en el 32 Festival Internacional de Cine de Guadalajara y en Pantalla Pinamar 2017, en la sección preestrenos.

- ¿Cómo construyeron el vínculo entre ambos?

Jorge Marrale: Tuvimos la oportunidad de ensayar con Miguel Rocca, con lo cual fuimos planteando situaciones, encuentros y fuimos aceptando lentamente ese proceso que es difícil: que el padre de la víctima vaya a ver al victimario y con qué objetivo. Entonces descubrir después todo en el proceso de crecimiento de Gustavo, por qué va a verlo. Eso ya fue un proceso un poco más que individual. Cómo llegar a encontrarme con él sabiendo que es el que decidió brutalmente que mi hijo no esté más. Mi personaje hace una proyección, por lo menos yo lo construí en estos términos. Él creía que su hijo Facundo era una especie de proyección personal aunque no fuera médico, sino que había una proyección culturalmente del primogénito, de padre e hijo. Me parece que también se conecta con Ricky por lo que ve en el momento de la tragedia...quiere descubrir qué es lo que pueden tener en común.

- En esa búsqueda, tal vez se pone en riesgo...

En la película hay dos disparos, uno para matar animales y otro para matar a una persona. Y hay un momento en donde no hay un disparo y aparece un arma, que es la que llevo yo. Y uno podría pensar adónde va a ir ese disparo. Si él pudiera, más que vengarse, habría terminado con él mismo. Expurga todo el tiempo las cosas que no hizo o que no deseaba hacer pero que hizo. Se confiesa de todo eso después de la muerte del hijo. Cuando va a buscarlo a Ricky es para investigar dónde está el padre. Y adónde está el padre es dónde estoy yo también como padre. Ese para mí es el juego del encuentro con él. Nunca aparece la venganza, es más, se encarga de decir que está lastimado.

- ¿Qué te atrajo de la trama?

Tiene que ver con lo esperable que sería cómo triturar al asesino de su hijo, pero en realidad él está buscando cómo no se triturarse a sí mismo. Por eso el trayecto de Gustavo es doloroso. Hasta que puede desencriptar la máquina. La única forma de saber qué era lo que le pasaba a su hijo es cuando puede entrar con una contraseña. Y la clave que usa es la de ese barquito amoroso donde se va con su perro y con su amor. Me parece que eso termina de redondear, no para salvarlo pero sí para comprender. 

- ¿Y qué pasa con el rol de Ricky?

Nicolás Francella: Siento que en el primer encuentro que tenemos, en la escena principal, es la que desencadena todo. Él ve cómo me maltrata Luis Machín, me pregunta si es mi papá, le devuelvo una mirada. Ahí él se da cuenta de que la responsabilidad es compartida y no solamente de uno. El personaje no quería matar. El disparo puede ser leído como algo que sucedió para terminar con toda la locura que él vivía con su padre. Se entrega y empieza a comerlo la culpa. Más allá de la marginalidad del pibe, es un chico que está obligado a robar y él no acepta eso. Está perdido, que no acepta un nuevo horizonte en su vida, por eso al personaje de Jorge le da lástima. Es un chico que prefiere entregarse para estar en la cárcel, porque es lo mismo que estar viviendo con su padre. Es todo agobiante para él.

- ¿Evitaron el estereotipo de “pibe chorro” o lo tomaron?

No queríamos caer en estereotipos, tuvimos mucho tiempo para ensayar y eso fue importantísimo. Desde el día uno lo empezamos a transformar físicamente. Antes del rodaje, Miguel me mostró video de un chico que era un pibe chorro que había robado y decidió dar una vuelta a su vida y comenzar a ser decente. 
Realmente no tenía un habla particular, ese material nos fue guiando para no estereotiparlo. Y también, el miedo de hacer agua. Porque modificar el habla puede meterte en una zona bastante riesgosa. Preferimos evitarlo.

- El matrimonio del filme se vincula desde los reclamos y los silencios, ¿cómo los retomaron desde lo actoral?

Marrale: Mi personaje tiene un misterio dentro. Miguel (el director) tiene una manera de mostrar ese lazo de una forma particular, no se ve una mala relación. El personaje de Mercedes me dice que soy básico. Y es cierto. ¿Cómo es que no pudo trascenderse a sí mismo y pasar a otro estado? Hay algo ahí donde uno piensa cómo es esta pareja. ¿Qué es lo que se cuenta y lo que no se cuenta?, ¿qué es lo que se da por sobreentendido que el otro tiene que entender?. Adelante de todo vínculo hay un velo.

- ¿Y qué implica ese velo?

Lo que queremos mostrar lo mostramos, pero todo es misterioso, qué es lo que sabemos del otro y hasta cuánto. Empieza a haber un roce cuando el otro no cumple con la expectativa de uno. Y así vivimos de alguna manera. El tiempo que nos lleva la comprensión es eso. ¿Por qué a veces somos incivilizados? Porque el otro no comprende cómo soy yo y reaccionó violentamente hacia esta falta de comprensión. Algo de eso sucede entre Mercedes y yo en la película y después no se puede solucionar. Si bien nos encontramos, hay algo que ya está quebrado porque tenemos una mirada absolutamente distinta sobre nuestro hijo.  

El personaje de Mercedes no está atravesado culturalmente como el mío al respecto del hijo.

Y eso hace que los vínculos no solamente tengan que ver con lo personal sino con lo que heredamos con la mochila que traemos todos. Nosotros nos subimos a un tren que ya están dando no empieza cuando nosotros nos hemos Y creo que eso es también lo que está diciendo la película.

El film revisa los vínculos entre padres e hijos…

Marrale: Hay algún del vínculo padre e hijo que está claramente expuesto también es el vínculo de Nicolás con Luis Machín Hay una especie de mandato y cierta necesidad de que el hijo tenga algo del padre. En la paternidad no importa qué clase en qué clase estés,  todos estamos atravesados por la cultura y por las tradiciones, los mandatos

Francella: Si un hijo quiere demostrarle algo al padre,  uno libre,  puede hacer lo que quiera. Más allá de que siempre buscás el apoyo de tus padres.

Marrale: Yo tengo hijos de distintas edades y he tenido diferentes procesos de paternidad en el tiempo, con lo cual no puedo hacer ni un resumen de un promedio de eso. Trato de conectarme mucho desde lo consciente de lo que pasa en ese núcleo familiar.  No estaba pensando en ninguno de mis hijos cuando hacía esto. Estaba pensando en que en que estoy involucrado como padre. Soy esto.  Soy lo que traigo. Gustavo no puede decirle  a Facundo esta es tu vida,  lo que vos querés,  yo igual te amo. Uno trabaja con lo que tiene,  que es un bagaje de aciertos y desaciertos como padre. Después es una mixtura que va a saliendo en función del vínculo con el otro.

Era muy importante conectarse de persona a  persona, de actor a  actor. Ahí empieza a funcionar lo que yo le voy al otro y lo que el otro me da a mí en la interacción. Eso es lo maravilloso de la actuación. Porque uno no está haciendo reemplazos cuando trabaja, uno está trabajando con el otro pero con el aparato emocional personal.

 

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