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La nueva vida de Cecilia: de una jaula en Mendoza al Santuario de Primates en Brasil

La chimpancé llegó el jueves a su nueva casa, el reconocido santuario de primates de la ciudad de Sorocaba.
Sabado, 08 de abril de 2017 11:51

La chimpancé Cecilia, que gracias a un hábeas corpus de la Justicia fue trasladada desde Argentina a Brasil, pisa con temor el pasto de su nueva casa, un santuario para primates en Sorocaba, después de haber pasado 20 años caminando sobre el suelo de cemento de su jaula del zoológico de Mendoza, donde nació.
El clima tropical de las sierras boscosas del interior del estado de San Pablo también es novedad para Cecilia, que llegó el jueves en avión y fue llevada hacia el Santuario de Primates más reconocido del continente, un lugar que es una suerte de geriátrico de "sobrevivientes" de las rejas del zoo y del "régimen de trabajo" de los circos.
En el Santuario de Sorocaba, a unos 95 kilómetros de la ciudad de San Pablo, hay chimpancés nacidos en cautiverio, algunos con problemas psiquiátricos. También leones y osos que pertenecían a los circos, que por normativa internacional no pueden ser trasladados a Africa, de donde ellos o algún antepasado fueron traficados.
En ese escenario aparece la figura del gran mecenas de los chimpancés a nivel mundial, el cubano nacionalizado brasileño Pedro Ynterian, un microbiólogo que destina las ganancias de sus empresas del área química al cuidado de estos animales, en un espacio que cuenta con dos veterinarios y otros 23 empleados que realizan el mantenimiento y cuidado diario.
Ynterian es el responsable en el Grupo de Apoyo a los Primates (GAP), una ONG internacional que se encarga de brindarle apoyo a Cecilia. 
"Para Cecilia es el paraíso. Estuvo dos décadas, toda su vida, pisando el cemento. Obligada a salir a ver a los visitantes del zoológico de Mendoza durante el día y dormir a la noche en un cubículo. Ahora está comenzando a pisar la hierba. Cecilia, así como todos aquí, son sobrevivientes", señala Ynterian mientras observa a la nueva húesped.
Cecilia está en cuarentena y es la estrella del lugar, al que no paran de llegar camarógrafos de todo Brasil porque la chimpancé que llegó de la región cuyana fue la primera en el mundo a ser reconocida como sujeto con derechos, luego de que la jueza María Alejandra Mauricio aceptara un hábeas corpus pedido por la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (Afada).
La chimpancé, que estaba triste y estresada en Mendoza, tiene un comportamiento tan parecido a los humanos que impresiona. "Es el equivalente a un niño de cinco años pero sin capacidad para hablar. Un día sueño en que me hablen, a varios los he criado de muy pequeños", cuenta el cubano.
Cuando se le habla en portugués, Cecilia no responde, apenas presta atención cuando alguien la saluda en español.
Ella está en un espacio de 400 metros cuadrados con muros de 4 metros y juegos de plaza, donde tiene cestas de frutas, yogures y botellas de agua y leche a disposición, además de una cama y frazadas que se cambian todos los días.
Para llegar al santuario -en realidad una vieja estancia de 500.000 metros cuadrados- hay que recorrer 1 kilómetro por un camino de piedra, en medio del bosque atlántico, desde la autopista Castelo Branco, a la altura del municipio de Sorocaba.
Desde 2002 que este santuario se parece a una hospital de campaña o un geriátrico: aquí llegan los animales que la justicia les saca a los circos y a los zoológicos que los maltratan. Incluso hay chimpancés que enviaron entidades de defensa del derecho animal de Bolivia y Holanda.
"Tenemos 50 chimpancés. En África están en extinción, aquí también. Hubo mucho tráfico en el pasado. Aquí en el mercado negro costaban unos 20.000 dólares. En Estados Unidos, unos 60.000. Le hemos cortado el negocio del tráfico de animales a muchos con nuestro trabajo", dice Ynterian sobre el emprendimiento que él mismo financia.
El microbiólogo fue denunciado ante la justicia la década pasada por la asociación de dueños de circos de Brasil luego de que las principales ciudades prohibieran el uso de animales en sus shows, pero el caso terminó archivado por la justicia.
El santuario funciona, también, como depósito de animales que el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (IBAMA) confisca a traficantes, circos y zoológicos.
"El animal en un zoológico o en el circo sufre mucho, aquí tienen espacio y no tienen visitas. No saben ni pueden vivir en la selva. Es como si a nosotros nos dieran un árbol para trepar siendo viejos. Sería imposible", compara el microbiólogo.
El dueño del santuario de Sorocaba, donde se prohíbe decirle monos a los chimpancés y sí se acepta el término primates, destaca que en el lugar hay limpieza y cuidados, y que mantener a cada ejemplar cuesta diariamente 5 dólares. 
Existe convivencia regulada entre los chimpancés, que viajan de una plaza a la otra por medio de pasadizos coloridos y enrejados desde donde arrojan, en medio de risas, leche, yogur y bananas a los visitantes.
"Algunos fueron tratados por psiquiatras humanos que recomendaron darles Prozac y otros antidepresivos por el maltrato psicológico sufrido en el cautiverio", comenta Ynterian, que no permite visitas en su santuario para evitar que los animales sufran estrés.
En otro sector del santuario, hay un espacio que disemina temor: son las plazas donde están diez leones confiscados de circos y dos osos pardos que duermen casi todo el día y perdieron la capacidad de cazar y correr grandes trayectos en busca de comida. 
El santuario está decorado con colores vivos y murales con dibujos de chimpancés y una frase que resume el espíritu del fallo que benefició a Cecilia, el primero a nivel mundial que hizo lugar a un hábeas corpus presentado en favor de una primate bajo “privación ilegítima de la libertad”, que ha llegado a Brasil: "Somos 99,4% humanos, tenemos la misma sangre y necesitamos de los mismos derechos".

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La chimpancé Cecilia, que gracias a un hábeas corpus de la Justicia fue trasladada desde Argentina a Brasil, pisa con temor el pasto de su nueva casa, un santuario para primates en Sorocaba, después de haber pasado 20 años caminando sobre el suelo de cemento de su jaula del zoológico de Mendoza, donde nació.
El clima tropical de las sierras boscosas del interior del estado de San Pablo también es novedad para Cecilia, que llegó el jueves en avión y fue llevada hacia el Santuario de Primates más reconocido del continente, un lugar que es una suerte de geriátrico de "sobrevivientes" de las rejas del zoo y del "régimen de trabajo" de los circos.
En el Santuario de Sorocaba, a unos 95 kilómetros de la ciudad de San Pablo, hay chimpancés nacidos en cautiverio, algunos con problemas psiquiátricos. También leones y osos que pertenecían a los circos, que por normativa internacional no pueden ser trasladados a Africa, de donde ellos o algún antepasado fueron traficados.
En ese escenario aparece la figura del gran mecenas de los chimpancés a nivel mundial, el cubano nacionalizado brasileño Pedro Ynterian, un microbiólogo que destina las ganancias de sus empresas del área química al cuidado de estos animales, en un espacio que cuenta con dos veterinarios y otros 23 empleados que realizan el mantenimiento y cuidado diario.
Ynterian es el responsable en el Grupo de Apoyo a los Primates (GAP), una ONG internacional que se encarga de brindarle apoyo a Cecilia. 
"Para Cecilia es el paraíso. Estuvo dos décadas, toda su vida, pisando el cemento. Obligada a salir a ver a los visitantes del zoológico de Mendoza durante el día y dormir a la noche en un cubículo. Ahora está comenzando a pisar la hierba. Cecilia, así como todos aquí, son sobrevivientes", señala Ynterian mientras observa a la nueva húesped.
Cecilia está en cuarentena y es la estrella del lugar, al que no paran de llegar camarógrafos de todo Brasil porque la chimpancé que llegó de la región cuyana fue la primera en el mundo a ser reconocida como sujeto con derechos, luego de que la jueza María Alejandra Mauricio aceptara un hábeas corpus pedido por la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (Afada).
La chimpancé, que estaba triste y estresada en Mendoza, tiene un comportamiento tan parecido a los humanos que impresiona. "Es el equivalente a un niño de cinco años pero sin capacidad para hablar. Un día sueño en que me hablen, a varios los he criado de muy pequeños", cuenta el cubano.
Cuando se le habla en portugués, Cecilia no responde, apenas presta atención cuando alguien la saluda en español.
Ella está en un espacio de 400 metros cuadrados con muros de 4 metros y juegos de plaza, donde tiene cestas de frutas, yogures y botellas de agua y leche a disposición, además de una cama y frazadas que se cambian todos los días.
Para llegar al santuario -en realidad una vieja estancia de 500.000 metros cuadrados- hay que recorrer 1 kilómetro por un camino de piedra, en medio del bosque atlántico, desde la autopista Castelo Branco, a la altura del municipio de Sorocaba.
Desde 2002 que este santuario se parece a una hospital de campaña o un geriátrico: aquí llegan los animales que la justicia les saca a los circos y a los zoológicos que los maltratan. Incluso hay chimpancés que enviaron entidades de defensa del derecho animal de Bolivia y Holanda.
"Tenemos 50 chimpancés. En África están en extinción, aquí también. Hubo mucho tráfico en el pasado. Aquí en el mercado negro costaban unos 20.000 dólares. En Estados Unidos, unos 60.000. Le hemos cortado el negocio del tráfico de animales a muchos con nuestro trabajo", dice Ynterian sobre el emprendimiento que él mismo financia.
El microbiólogo fue denunciado ante la justicia la década pasada por la asociación de dueños de circos de Brasil luego de que las principales ciudades prohibieran el uso de animales en sus shows, pero el caso terminó archivado por la justicia.
El santuario funciona, también, como depósito de animales que el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (IBAMA) confisca a traficantes, circos y zoológicos.
"El animal en un zoológico o en el circo sufre mucho, aquí tienen espacio y no tienen visitas. No saben ni pueden vivir en la selva. Es como si a nosotros nos dieran un árbol para trepar siendo viejos. Sería imposible", compara el microbiólogo.
El dueño del santuario de Sorocaba, donde se prohíbe decirle monos a los chimpancés y sí se acepta el término primates, destaca que en el lugar hay limpieza y cuidados, y que mantener a cada ejemplar cuesta diariamente 5 dólares. 
Existe convivencia regulada entre los chimpancés, que viajan de una plaza a la otra por medio de pasadizos coloridos y enrejados desde donde arrojan, en medio de risas, leche, yogur y bananas a los visitantes.
"Algunos fueron tratados por psiquiatras humanos que recomendaron darles Prozac y otros antidepresivos por el maltrato psicológico sufrido en el cautiverio", comenta Ynterian, que no permite visitas en su santuario para evitar que los animales sufran estrés.
En otro sector del santuario, hay un espacio que disemina temor: son las plazas donde están diez leones confiscados de circos y dos osos pardos que duermen casi todo el día y perdieron la capacidad de cazar y correr grandes trayectos en busca de comida. 
El santuario está decorado con colores vivos y murales con dibujos de chimpancés y una frase que resume el espíritu del fallo que benefició a Cecilia, el primero a nivel mundial que hizo lugar a un hábeas corpus presentado en favor de una primate bajo “privación ilegítima de la libertad”, que ha llegado a Brasil: "Somos 99,4% humanos, tenemos la misma sangre y necesitamos de los mismos derechos".

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